o obstante las sospechas de que el jurado de Cannes, presidido por la actriz Cate Blanchett, se sentiría obligado, en este año del #MeToo, a premiar con la Palma de Oro a una realizadora, la verdad es que los galardones fueron –salvo un detalle importante– bien dados. Igual, dos de las tres mujeres directoras en competencia se ganaron sendos premios: la libanesa Nadine Labaki, el Premio del Jurado por Cafarnaúm, un calculado melodrama sobre la infancia miserable; mientras, la italiana Alice Rohrwacher compartió en ex aequo el premio a mejor guión por su inventiva Lazzaro felice.
El otro ganador, Jafar Panahi, se benefició de una motivación más política, porque ni con la mejor de las voluntades se puede pensar que Se roj (Tres rostros) cuente con un buen guión. Según se sabe, el cineasta iraní es un preso virtual en su país y no puede viajar fuera de él, por lo que el premio fue recibido por su hija.
Ante la fuerte competencia asiática de este año, era más o menos lógico que la Palma de Oro se la llevara Manbiki kazoku (Shoplifters), la más reciente realización del japonés Hirokazu Kore-Eda. Sin embargo, la mejor película, a mí entender, la sudcoreana Burning, de Lee Chang-Dong, se fue sin reconocimiento del jurado. Hace unos días se predecía esa posibilidad porque sus virtudes son demasiado sutiles para un jurado variopinto. En cambio, fue la crítica representada por la organización Fipresci, la que compensó un poquito las cosas al darle su galardón principal. (Ya saben cómo somos los críticos, nos gustan las películas que nadie va a ver).
Otra fuerte candidata a la Palma, Zimna wojna (Guerra fría), hubo de conformarse con el premio a la mejor dirección para Pavel Pavlikovski. En efecto, la película era de las mejor realizadas en el certamen. Se calculaba que ese premio sería para el estadunidense Spike Lee, por su triunfal regreso con BlacKKKlansman, pero le dieron un I y le otorgaron el Grand Prix, considerado el segundo lugar. Lee se vio medido al aceptar el premio y no insultó a Donald Trump.
La gran sorpresa fue la Palma de Oro Especial por definir los límites del lenguaje cinematográfico
para el octogenario Jean-Luc Godard y su impenetrable Livre d’image. El premio, claro, equivale a un reconocimiento indiscutible a una trayectoria (y a la posibilidad de que se trate de su última obra).
El premio de actuación masculina era previsible. El italiano Marcello Fonte fue el histrión más memorable de la competencia, por su tierna caracterización de un pobre diablo en Dogman, de Mateo Garrone. No se esperaba, en cambio, que el reconocimiento a la mejor actriz fuera para Samal Yesyamova por el papel titular de Ayka, del ruso Serguei Dvortsevoy, que consiste en mantener la misma expresión de sufrimiento durante toda la película.
Otorgado por un jurado diferente, presidido por la realizadora suiza Ursula Meier, la Cámara de Oro fue entregada con acierto a Girl, del belga Lukas Dhont, una sensible mirada sobre una adolescente transgénero que intenta ser bailarina de ballet. Y si alguien sigue prestando atención, la Palma de Oro a mejor cortometraje fue para el australiano All These Creatures, de Charles Williams.
Al concluir la ceremonia del palmarés, ganadores y jurados fueron conducidos a la alfombra roja a presenciar un inopinado concierto de Sting y un cantante llamado Shaggy. Los únicos que bailaban solos eran Asia Argento, una de las presentadoras, y el delegado general Thierry Frémaux.
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