De soberanía
a península de Corea, con una prehistoria humana que dataría de al menos 900 mil años de ocupación continua, durante los cuales hordas nómadas de origen mongol se mezclaron con tribus de lenguas paleoasiáticas llegadas de la región uralo-altaica y de Siberia, posee una civilización que dejó bronces labrados y cerámicas tipo dientes de peine
datados en –8 mil años. En el III milenio antes de nuestra Era se ubica al mítico fundador de la civilización coreana, Tangun, cuyo descendiente llamado Gija, sería el primer rey coreano y el héroe que llevó el arroz y la seda desde China. Gija también habría fundado el reino de Ko-Chôson con campesinos locales y pescadores japoneses; durante su reinado se habría inventado el gudeul, sistema de calefacción bajo el piso de una habitación, con una fuente de calor producida por leña, que podía o no servir también de hogar para cocinar. Este fuego, alimentado por arriba, llevaba el aire caliente y el humo por conductos herméticos de piedra y arcilla, irregulares para formar trampas de aire y evitar que el aire frío entrara, mientras el monóxido de carbono se escapaba por chimeneas bajas, adosadas al muro exterior. En los palacios, este sistema se hacía con ladrillos cocidos y las chimeneas eran preciosamente adornadas. Tal invento fue copiado incluso los chinos imperiales dándole el nombre de ondol.
Corea padeció la hegemonía de sucesivas dinastías chinas y cayó, con una de éstas, bajo la invasión mongola de 1273, hasta que un general coreano, Yi-Seong-gye, consiguió la emancipación de su pueblo y fundó la dinastía Yi (1392-1910), notable por el invento de la escritura hangul, basada en la fonética, así como por la construcción de grandes monumentos en la capital Su-Weon, y por haber creado el primer acorazado, el barco-tortuga, para defenderse de Japón, muy eficaz en los siglos XVII y XVIII. Esto, para sólo mencionar hitos de una historia común que no ha logrado desgarrar en dos la división política, en dos falsas naciones, impuesta por intereses extranjeros en el siglo XX. Inútilmente, porque Corea del Norte y Corea del Sur poseen una fuerte identidad y cultura comunes, siendo uno de los pueblos más homogéneos del mundo, tanto étnica como lingüísticamente.
Sólo un par de ejemplos paradigmáticos de esta afirmación: en la festividad de Chuseok (de fecha variable) que festeja el Nuevo Año Lunar y los tres días de cosechas
entre agosto y octubre, las personas de ambos territorios tienen la obligación de regresar a la tierra de sus ancestros para hacer una ofrenda con viandas, hechas a base de harina de arroz y frijol de soya, saladas y dulces, así como frutas, velas y objetos rituales, debiendo ir, al menos en dicha ocasión, de un lado de la frontera al otro. Y lo hacen, pese a todos los obstáculos políticos y administrativos, porque la gente no cuestiona su origen común ni duda de la existencia de una sola identidad cultural y respeta la permanencia del reconocimiento colectivo, propio y ajeno, más allá de las fronteras.
Resultó igualmente interesante que, cuando el Gobierno de Corea del Sur presentó ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura la candidatura para ser reconocido como bien cultural intangible, el conjunto culinario de la corte de la dinastía Choson (1392-1910), con sus 12 platillos (banchan) servidos en recipientes de bronce esculpidos, lo hizo a nombre y para la inscripción de los servicios de mesa practicados en ambas Coreas. Claro: no es casualidad que los platillos coreanos estén regulados por la etiqueta cultural única de Corea.
Igualmente puede mencionarse que, en este territorio dividido artificialmente, el uso del ajo las coloca entre los países que más lo consumen, tanto como los picantes fuertes y el ajonjolí, desde las hojas de la planta hasta los granos y el aceite. Si acaso se diferencian en algo, es que en el norte predomina el consumo de carnes rojas marinadas y cocidas a las brasas, acompañadas por brotes de helechos, tubérculos, flores de liliáceas, bellotas, frutos secos e incluso miel. Mientras que en el sur son los pescados de río y mar, mariscos y crustáceos, algas y animales marinos, como los pepinos de mar y el odre de mar. Sin olvidar el condimento identitario de esta cocina: el kimchi, preparación de distintas legumbres y col, especias y picante, fermentado en vasijas de barro barnizadas.
Corea no nos queda tan lejos, baste recordar que son frutos endémicos de su península los pérsimos, nísperos, variedades de peras, ciruelas y manzanas… Pero, sobre todo, hay que tener presente que las intervenciones extranjeras no pueden acabar con la soberanía cultural de un pueblo mientras su historia le aporte una identidad y una cultura reconocidas por el conjunto de sus miembros. No puede haber odio entre hermanos de un pueblo. Sólo puede haberlo entre las clases explotadora y explotada. Si la primera es irreductible.