Sábado 12 de mayo de 2018, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende el fluir.
Rest, el nuevo disco de Charlotte Gainsbourg, flota en el flujo del Disquero de la semana pasada, donde reseñamos el arte de su madre, Jane Birkin, recreando las canciones que le escribió su padre, Serge Gainsbourg. He aquí el link hacia aquel texto:
Hay que decir que Charlotte Gainsbourg es más conocida por su trabajo como actriz que por su carrera de cantante. Ella protagoniza la trilogía maldita de Lars von Trier. En Melancolía, por ejemplo, espejea su vida real al cuidar a su hermana. En Nynphomaniac escandaliza, en el mejor estilo de sus padres, como vimos en el Disquero de la semana anterior.
En su nuevo disco, Rest, Charlotte Gainsbourg rinde honor a la belleza de la vida y el sonar de las palabras y su riqueza de significados.
Al igual que su madre, Jane Birkin, Charlotte es inglesa de nacimiento, unida de por vida con un francés, Serge Gainsbourg, su padre.
Madre e hija bilingües cantan al amor de su vida: Serge. Con él grabaron discos, a él dedican sus nuevas grabaciones y es el caso del Disquero de la semana pasada y el de ahora:
Rest significa reposo
, en inglés; rest significa quédate, no te vayas
, en francés.
Lo que resta, el resto, los restos, restar. Sumar.
En el álbum Rest, la apariencia de dolor envuelve catarsis: dulcemente dobla el duelo.
Charlotte Gainsbourg armó este disco para dos personas que tanto amó: su padre, Serge Gainsbourg, y su hermana, Kate Barry. Canta a su memoria, alza una pira fúnebre, entona treno, dobla las campanas.
Es una catarsis.
Así que el resultado es salud, bondad y luz. Continuidad. El fluir.
Pasa del lamento al gozo. El álbum es el recorrido de la recuperación de la memoria, el gozo y la paz interior. Salda cuentas, suelta el duelo por el padre y la hermana y retoza ahora, en una atmósfera que oscila desde el pop hacia la zona más interesante de la música alternativa.
Pareciera un disco de la legendaria serie 4AD, es decir que estamos hablando de la mejor genealogía de Dead Can Dance, Pixies, David Byrne, Lisa Gerrard, This Mortal Coil, Bauhaus y en especial Cocteau Twins.
Eso lo logra Charlotte con la parafernalia electrónica del compositor francés SebastiAn, lo cual le permite incursionar en las muy socorridas versiones mix, pero su toque magistral está en la zona sepia de su voz.
Cuando Charlotte Gainsbourg susurra, gime, suspira, es la sumatoria de la voz de su madre, Jane Birkin, y la de su padre, Serge Gainsbourg, es decir: las notas de cristal junto al vozarrón de fauno, las gotas de rocío frente al clamor del macho, las notas de perfume fino mezcladas con sudor, hedor, lágrimas.
Charlotte Gainsbourg canta al placer, a la alegría, al jolgorio, el desmadre, la esperanza, el libre albedrío, la lujuria.
Este trío de artistas: Jane, Serge, Charlotte forman parte de la legión selecta que han hecho de la lascivia una de las bellas artes.
Es momento de decir, luego de revisar su discografía entera, que el mejor disco de Charlotte Gainsbourg es 5:55 por su pulsión erótica, su aroma sexual, el delicado sonido de la ropa al caer al piso.
La escucha de Rest nos remite a 5:55 porque equilibra un blend exquisito de chanson française con la zona más luminosa (válgase la aparente aporía) de la música dark: es más Pixies que This Mortal Coil, es más Cocteau Twins que Bauhaus.
Es chispeante, efervescente. Champán mezclado con mercurio.
Ring-a-Ring O’Roses es claro ejemplo de esa mixtura de gourmet.
Canta Charlotte:
Premiere appel, originel
premier baiser, purement
maternel
premiere foulee, effort enragé
premiere ivresse, reve de
déesses
Ring-a-ring o’roses
a pocket full of posies
round and round in circle
waiting for a miracle
kiss the ground
Bilingüe su identidad. Autora por primera vez de las letras de sus canciones, Charlotte concita cosas bellas: el track ocho es un regalo que le hizo Paul McCartney: Songbird in a cage.
Don Polma no solamente le obsequió la letra, también se trasladó al estudio de grabación para cantar con ella, tocar guitarras, piano y batería, en clara celebración de la alegría que infunde Charlotte a esta historia de su vida que es su nuevo álbum, Rest, y que apunta hacia el jolgorio. Buena onda, buenísima onda el célebre músico vegetariano don Polma Carne. Es chido. No sólo es un gran músico, es bien a toda madre. Un chingón, pues.
En su nuevo disco, Charlotte Gainsbourg invoca la poesía de Sylvia Plath:
This time I let down the
gloves
awaking to bring me through
I shut my eyes and all the
world drops dead
Sylvia Says
I lift my lids and all is born
again
Sylvia Says
El track siete de Rest se titula Sylvia Says y es un homenaje a la poeta estadunidense que se suicidó en 1963 pero dejó sus poemas plenos de esperanza; por eso Charlotte toma los primeros versos de su poema Mad girl’s love song para cantar al optimismo después de la tormenta: cierro mis ojos y el mundo se desploma, levanto mis párpados y vuelve a nacer.
Porque finalmente todo el disco nuevo de Charlotte Gainsbourg es un himno a la esperanza. Su punto de partida es el duelo, como en la canción que dedica a su hermana Kate, quien se suicidó en 2013, pero desemboca en la esperanza, como los versos de la suicida Sylvia Plath.
Si en Rest pide: toma mi mano, por favor, quédate conmigo, termina diciendo, en francés: no me dejes olvidarte; es decir, Charlotte suelta a Kate, la deja ir. Deja fluir.
Y en la siguiente estrofa, en inglés, porque la lógica del disco así funciona, de manera bilingüe, dice: caminamos ya en el aire/ flotamos en el cielo iluminado por la luna/ me sorprende que ya puedo flotar/ alto, tan alto que vuelo sobre ti. Es decir, la confirmación del desapego, la impermanencia, el fluir.
Si les cuento el final del disco no es vender trama ni hacerla de spoiler
, según los códigos de Twitter, que son decálogo o nuevos valores de ascenso o descenso social para muchos, sino una manera de garantizar el argumento de esta reseña: Charlotte Gainsbourg apuesta por la alegría, la esperanza, el fluir, cuando en el track final hace aparecer un “track escondido”:
Después de escuchar el silencio, cuando aparentemente terminó el disco, oímos de repente la voz de una bebita: es Joe Attal, la hija más pequeña de Charlotte Gainsbourg, quien le pide amablemente a su mami que escuche su música y se pone a cantar una canción de bebé: el aprendizaje del abecedario y de pronto suena su vocecita de bebita arropada por la instrumentación que acompañó durante todo el disco a Charlotte, y entonces el disco comienza de nuevo, ahora con la bebé como protagonista, es decir que ya hay una nueva artista en la familia Birkin/Gainsbourg que continuará con la misión de traer alegría al mundo, y uno dulcemente sonríe y dice:
El futuro es nuestro, mi alma.