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Debaten en ese país cómo se afecta la imagen nacional, difunde revista estadunidense

El escándalo en la Academia causa daño diplomático a la reputación de Suecia

Muchas personas progresistas reprochan el patriarcado potencialmente tiránico de la institución

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Aspectos de la reunión anual de la Academia Sueca efectuada en diciembre de 2017, en su sede, el edificio de la Bolsa de Estocolmo, presidida por Sara Danius (de micrófono), entonces secretaria permanente, y otros integrantes de ese cuerpo colegiado, así como el rey Carlos XVI Gustavo y la familia real. Imágenes tomadas de un video del sitio de la institución que confiere el Nobel de Literatura, en la dirección www.svenskaakademien.se/
 
Periódico La Jornada
Jueves 10 de mayo de 2018, p. 6

El escándalo en la Academia, con sede en Estocolmo, que canceló la entrega del Premio Nobel del Literatura 2018, afectó la reputación progresista de Suecia, según la revista Foreign Policy.

Algunos elementos que discrepan con esa proyección internacional son la desigualdad de género y la pervivencia de instituciones elitistas dominadas por hombres, patriarcados potencialmente tiránicos, que aborda esa publicación estadunidense.

La semana pasada, el primer ministro Stefan Lofven reconoció que el tema ha tenido consecuencias diplomáticas. Esto no es bueno para la reputación de Suecia, por eso es tan importante que la Academia continúe trabajando implacablemente para restaurar la confianza.

La situación se produjo por la revelación de unas 18 agresiones sexuales contra mujeres por Jean-Claude Arnault, filtraciones de nombres de ganadores del Nobel de Literatura y la investigación de delitos financieros, que resultaron en la salida de siete integrantes de ese cuerpo colegiado y el reciente aplazamiento de la concesión del máximo galardón de las letras en el mundo.

El llamado conflicto cultural del siglo, según medios locales, causó una crisis en el pilar de la política internacional de Suecia: su reputación positiva y progresista.

Institución de élite dominada por hombres

Conocida como Sverigebilden, esa proyección se refiere a la imagen de Suecia, pero con un sentido positivo. Está dirigida a extranjeros (turistas e inversores) y a la discusión de los medios que informan sobre ese país escandinavo, en lo interno.

La cultura de consenso erigida en esa nación se traduce en que la narrativa del gobierno ha sido respaldada por la oposición política, gran parte de los medios suecos y otras secciones de la sociedad, sostiene Paulina Neuding, editora en jefe de la revista sueca Kvartal.

La grave crisis que reconoció la Academia es la excepción. Los suecos están discutiendo la cuestión de cómo el escándalo afecta la imagen nacional, pero eso no ha impedido que los medios informen sobre el asunto, resume Foreign Policy.

La Academia, afirma Neuding, es percibida como una institución de élite dominada por hombres, que sufre por las denuncias de abuso sexual y delitos financieros; muchos suecos progresistas ven a ese tipo de sociedades como patriarcados potencialmente tiránicos.

Es una institución cultural privada excepcional en una nación donde gran parte del mundo artístico depende del financiamiento estatal.

Desde ese punto de vista, es la propia Academia Sueca la que amenaza al Sverigebilden, no las informaciones críticas sobre ella. El asunto es visto más como una oportunidad por algunos suecos.

Por nuevos académicos que reflejen un país igualitario

Podría significar que tendremos nuevos integrantes de la Academia, que reflejen mejor a una Suecia, moderna e igualitaria, manifiesta Camilla Mellander, directora de promoción comercial, marca nacional y responsabilidad social corporativa del Ministerio del Exterior.

Suecia tiene un camino por recorrer en el área de la igualdad de género, pero la imagen progresista que posee no será afectada en el largo plazo por la crisis de la Academia, añade.

Que todo haya sido difundido abiertamente, junto con el hecho de que muchos han tenido la fortaleza para desafiar a una institución tan arraigada, demuestra que Suecia es un país basado en la igualdad, concluye Mellander.