s una especie de anotación de los ritmos de las sorpresas, de las formas de los descubrimientos. Comparte fórmulas de la crónica, del cuento. Es feliz narración de cómo se presentan las visiones. Marca cadencia, compás, armonía. Es bitácora de lo que de la vida escogemos. Diario de viaje.
Así Charles Darwin publicó en 1845 su Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S.M. Beagle tomando como base los apuntes registrados entre 1831, cuando tenía sólo 22 años, y 1836. Entre otras muchas cosas el viaje lo llevó a cuestionarse sobre su conversación con Dios y a una profunda crisis religiosa. De entre todas esas tribulaciones y hallazgos emergieron las páginas de El origen de las especies en 1859.
Washington Irving viajó por los caminos y los pueblos de Andalucía, se avecindó en una abandonada habitación del baluarte del reino nazarí de Granada, escuchó a Mateo Jiménez y a sus habitantes, y en 1829 escribió y escribió una especie de diario de viaje en el que se vuelcan leyendas, cuentos, historias, viejas narraciones, ritmos y visiones sobre el universo musulmán, sobre la vida y milagros del pueblo y el arte árabe. Así apareció en 1832 Los cuentos de la Alhambra como una especie de canto de amor. Parecería que marcó la pauta de Bertrand Russell cuando nos recuerda que la vida buena está inspirada en el amor y guiada por el conocimiento
.
Y no es sino un canto así lo que encontré hace muy pocos días cuando, una tarde después de la lluvia, vi un cuaderno de tapa dura recostado en una banca del amplio camellón de la calle por el que acostumbro caminar. ¿Olvidado? ¿Dejado allí a propósito como un mensaje que busca ser encontrado? Esperé a su lado mucho rato sin atreverme a abrirlo. Nadie vino por él. Lo tomé. Ya en casa, un poco nervioso, con el corazón acelerado, lo abrí. Es un diario de viaje. Ninguna señal que indique quién lo escribió hallé. Ninguna pista de para quién fue escrito. Lo allí asentado acaba de suceder. Está muy fresca la escritura. La transcribo por si alguien la reconoce como suya. Aquí está, aquí espera.
26 y 27 de abril. Durante días nuestros sentimientos fueron caballos salvajes que cabalgaban en tropel. Corrían hacia nosotros, daban vueltas en círculos de un libre carrusel en el paisaje, la emprendieron sin freno rumbo al infinito.
Abril, en nosotros, es el mes de las flores. La primera noche que pasamos juntos fue entre nubes. No podía ser sino así. Mirar juntos los cumullus blancos era como encontrar nuevas caligrafías para contarnos… Lo primero que vimos de la tierra de España fue un río. Sí, un río. Caudaloso. Todo en nosotros fluye. Somos agua que corre junta en torrentes eternos… Al caminar por las calles de Madrid la luz cambió. Las hojas de los árboles se llenaban con la luz de tus ojos. Todo brilla. Todo se encuentra… Caminar y extraviarnos sin prisas nos lleva a descubrir el sonido de Veracruz en el reloj mecánico de una de las calles que deja a nuestra espalda la Plaza Mayor…
28 de abril. Me siento acobijado. La inmensa curiosidad que compartimos se despierta. Es inmensa. Inagotable. Nada se escapa. La alegría de ver se contagia a todos los que nos rodean. Se transmiten entonces cálidas corrientes de hermandad compartida. Gracias al influjo de ese lazo invisible que nos une todo se hace más fácil para todos…
Llegamos a la puerta equivocada y después de correr nos encontramos en el vestíbulo del Museo del Prado. La energía que nos inundaba nos hacía uno, siendo siempre dos. El Adán y Eva de Durero y, a su lado, el Autorretrato del artista nos sedujeron. Guardo la impresión de que la fuerza del rostro de Durero te emocionó más; las frases emanaron de ti, señoriales…. Frente a Las meninas de Velázquez tu voz se tornó en sabiduría. Callé. Conmovido te escuché. Con inmensa ternura comenzaste a contarme todos los artificios, los juegos de espejos, los guiños, el movimiento de los planos, los universos de las miradas, las trampas
de la composición hasta que, con sentimientos en explosión, me hiciste habitar en el lienzo, junto a ti, arrullado en tu voz. Una fantasía de siglos deslizó sus goznes una vez más, movió el tiempo y el espacio y nos envolvió hasta hacer que nos miráramos, desde dentro de la habitación representada. Hombre y mujer, unidos. Un horizonte abierto.
Son la esencia de sólo dos entradas de este diario de viaje que encontré. Éste espacio de juegos de la memoria sigue y sigue su cauda inspirada en el amor y guiada por el conocimiento
. Es anotación de ritmos, de sorpresas, de visiones. Quisiera devolverlo. Entregarlo en ofrenda. Aquí está para quien lo escribió; aquí está para quien fue escrito.
Twitter: @cesar_moheno