Salarios de hambre
l valor del trabajo en México ha caído de manera brutal. El Consejo Nacional de Evaluacion de la Politica de Desarrollo Social mide un concepto para observar este fenómeno: la pobreza laboral. Es decir, el salario comparado con la línea de pobreza alimentaria y patrimonial. Esto es, ¿los ingresos que reciben los trabajadores mexicanos les alcanzan para comprar la canasta alimentaria o para adquirir insumos que atiendan la salud y la educación de su familia?
En los 10 años recientes el poder del salario se derrumbó 25 por ciento. Sin contar la ausencia de seguridad social, que constituye la idea de trabajo decente (OIT). Para febrero de este año, 78 por ciento de las mujeres no pasa de tres salarios mínimos, mientras en la punta de la pirámide salarial hay hombres que ganan en el gobierno federal 173 mil pesos (o más de 5 mil 700 pesos diarios): 32 veces más de quien gana dos salarios mínimos.
Un 41 por ciento de los trabajadores tiene ingresos por debajo de la línea de la canasta alimentaria. Y con la inflación del año pasado y lo que va de 2018, es probable que el poder de compra vuelva a caer. En contraste, las ganancias de los bancos y los grandes empresarios subieron como la espuma. Para ellos es el progreso. ¿A costa de qué? De vulnerar al factor-empleo. A los trabajadores se les quitó el poder de negociación a partir de desmontar el sindicalismo. La tarea urgente que debemos preguntar a los candidatos a la presidencia es ¿cómo van a subir los salarios?
Hablan de aumentar la productividad para mejorar las condiciones laborales, pero no queda claro cómo, aparte de eso, van a distribuir mejor la riqueza entre capital y trabajo. No vemos claro las políticas obreras en México, sólo se han visto las de empresa y de inversión. Crecemos a 2 por ciento anual, cuando, según sabemos, requeríamos hacerlo en al menos a 6 por ciento para cubrir los nuevos empleos que se necesitan para los jóvenes que vienen empujando de debajo de la pirámide poblacional. ¿Qué país es ése? ¡Pues éste!