Opinión
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¿Ya vamos defraudados a las elecciones?
E

l tetrapartido, con sus matices y colores diferentes iba preparado para hacer talco a López Obrador, que se solazó durante el primer debate hacia la Presidencia en mostrar las gráficas de las encuestas que, hasta el momento, le dan un holgado margen de intención de voto sobre su adversario múltiple. Estrategia que se le puede revertir, a pesar de ese margen.

Todos miraban, apuntando, a la paja en el ojo del candidato de Morena. El que mejor se entrenó para ello fue Ricardo Anaya de la seudocoalición Por México al Frente. AMLO era incongruente, y para mostrarlo sacó su libro Fobaproa: expediente abierto. Al fin y al cabo un punto reivindicatorio para el aludido que, como otros, no supo o no quiso aprovechar. Ninguno de los dos candidatos más visibles del tetrapartido se ha ocupado de luchar, como sí lo ha hecho López Obrador desde hace dos décadas, en contra de las medidas que sus propios partidos han tomado en grave perjuicio de la mayoría de los mexicanos. Pero como en su texto el tabasqueño critica a personajes que ahora son sus aliados, pues tómala. La viga: Anaya omitió ver al PRD, el monstruo peligroso al que su partido le robó la elección en 2006, y que ahora es su principal aliado. Hay, cierto, de aliados a aliados. Los del PAN y los del PRI se mantienen en el esquema del Estado neoliberal, mientras que los de Morena mencionados por sus oponentes han evolucionado y convertido en voces consistentes que lo critican; señaladamente, Manuel Bartlett y Napoleón Gómez Urrutia.

José Antonio Meade tomó el microscopio para evidenciar la paja en López Obrador: los tres departamentos que no ha declarado. Meade no quiso ver (la viga) hacia la casa blanca, Higa, Odebrecht, Pemex; menos hacia su anterior puesto en la Secretaría de Desarrollo Social de donde desaparecieron más de 12 mil millones de pesos destinados a niños y ancianos indígenas o a Rosario Robles, quien debió renunciar a la misma secretaría por desvíos semejantes.

El INE, en su selección temática, se ciñó a una facilona interpretación sociológica para determinar los ejes temáticos del reality show, como ha llamado al seudodebate Juan de Dios Sánchez, un luchador social de Nuevo León: la realidad es lo que de ella se opina. Y como la inseguridad y la violencia saltan del perímetro delictivo al del Estado y al mundo de los negocios, el órgano electoral las convirtió en temas prioritarios.

La inseguridad y la violencia son temas preferidos de panistas y priístas, y ahora de sus candidatos. Ellos pretenden hacernos creer que los delincuentes son sólo los que aparecen del otro lado de la raya legal y surgen como males espontáneos. De esta manera fortalecen al Estado policial que protege sus intereses y los de los beneficiarios del capitalismo neoliberal. Así pueden reprimir a quienes cuestionan sus políticas de empobrecimiento y exclusión social. Fue vergonzoso que en esa parte del seudodebate nadie mencionara –mínimo– el nefando crimen de Ayotzinapa.

Me pregunto dónde habrá adquirido el tetrapartido su noción de Estado. Sus señalamientos contra el candidato de la seudocoalición Juntos Haremos Historia recurrieron al absurdo para descalificar el propósito que éste ha manifestado de sentarse a ver el problema con los jefes del narcotráfico. Margarita Zavala llegó a acusarlo de aliarse con los delincuentes. En diversas zonas del país, el narco ha desalojado a los agentes estatales y ellos se han erigido en Estado, con todo y el componente de legitimación weberiana requerido para ser aceptado como tal por los pobladores. Pero ella quiere permanecer en el castillo de la pureza y dice que no los va a perdonar.

Jaime Rodríguez Calderón le hizo segunda a Zavala y juzgó una barbaridad el planteamiento de AMLO. Barbaridades los proyectos heurísticos, pero no los infiernos que son los penales de Nuevo León, según el registro (incompleto) que hace Romeo Flores Caballero en su libro El Bronco: fracaso del primer gobierno independiente. Me imagino la cara del autor al escuchar la medida de Rodríguez para acabar con el robo.

¿Es verdad que haya un problema mayor en México que el de la desigualdad? Para el tetrapartido este problema no está en sus consideraciones. Por eso es que su atención se concentra en sus efectos. Sólo López Obrador lo mencionó como causa, a efecto de atacarla, pero no ahondó mayor cosa en él. El formato de las intervenciones, si hubiese tenido tal propósito, tampoco se habría prestado a ello.

Si rating era lo que se buscaba, el del seudodebate fue todo un éxito televisivo. Desde la dimensión de la cultura política este triunfo resulta bastante cuestionable. El INE ni siquiera se tomó la molestia de elaborar un reglamento de debate o, si lo hizo, los debatientes se lo brincaron y los moderadores estaban en otra cosa. En un debate de ese nivel, las referencias ad hominem sólo se permiten en tercera persona. Inadmisible es, de la misma manera, hacerse propaganda como lo hizo la señora Zavala o colgarse anuncios, como lo hizo Rodríguez Calderón y la recolección de firmas como las que este candidato intentó hacer a ciencia y paciencia de los moderadores.

Pero si nos atenemos a la resolución del TEPJF para hacer que Jaime Rodríguez Calderón apareciera en la boleta electoral, ya podrán tener todo el rating del mundo los seudodebates y las urnas llenarse de votos. Una súbita seudocoalición del PRI y el PAN, un resultado electoral cerrado y una resolución judicial como la que ya vimos será suficiente para que el tetrapartido se imponga.