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A poco de la elección
L

a corrupción domina la campaña política por la Presidencia. Es el tema recurrente en las declaraciones que a diario hacen los candidatos. Eso dice mucho acerca de la situación que prevalece en el país y es, sin duda, un componente relevante de las percepciones de la gente hacia la próxima elección.

Las acusaciones cotidianas que al respecto se lanzan los candidatos son directas, como derechazos a la quijada en una pelea de boxeo; unos los esquivan mejor que otros.

Este solo asunto pone de manifiesto el tono y buena parte del contenido de lo que dicen los candidatos, de la manera en la que se hablan entre ellos y, sobre todo, en que le hablan a los ciudadanos.

Nada enaltecedor, por cierto. Si esto afectara sólo a los candidatos, pues el mal, sin ser menor, estaría limitado. Pero lo cierto es que repercute en todos los que de una manera u otra tenemos que oírlos o bien decidimos escucharlos.

Y es que la política ha perdido toda posibilidad de enaltecimiento. Los ataques personales suplen a una conversación razonable sobre el país, con lo que me refiero primordialmente a la gente, con todas las diferencias que la caracterizan.

Así se frustra la mera formulación de ideas (distinto de las ocurrencias), menos aun de aquellas que puedan ordenarse y jerarquizarse y, de alguna manera, proponer aunque sea una visión incipiente de qué país se quiere y cómo se pretende conseguirlo.

Imposible parece ya que, de haber esas ideas, ellas se sumen y no se descarten simplemente por provenir del contrincante. La política se define sumariamente en función del enemigo. Ese es el marco en el que se discute, se ataca y se insulta y aunque la gente aparece necesariamente como el sujeto del discurso, en realidad termina por ponerse al margen.

Esta es una lucha de personalidades en un marco de partidos políticos con identidades disminuidas o de plano perdidas, metidos en coaliciones forzadas y de conveniencia. Las pasiones dominan. La razón se oculta.

¿Cómo pueden en este escenario definirse siquiera los intereses de una población fragmentada y desigual?

Así es imposible forjar una visión colectiva y compartida y, en cambio, desde todos los frentes se alienta la confrontación. El caso es que muchos en México viven en condiciones de bienestar muy precarias y todos estamos sometidos a una rampante inseguridad pública.

Es bastante ilustrativa la confrontación que existe hasta para definir obras relevantes y de interés nacional. Eso sucede con el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Independientemente de las posturas contrapuestas al respecto, sea por cuestiones técnicas o discrepancias presupuestales sobre el destino de los recursos públicos, es un proyecto de infraestructura necesario. Pero sobre él se cierne la sombra de los fracasos de otras obras, incluso de mucho menor envergadura.

No es este un asunto elitista, los viajes en avión son cada vez más comunes y los hacen una gran cantidad de personas de todo el país que merecen un mejor servicio. No hay más que acercarse al ya inservible aeropuerto que hoy opera con cada vez más ineficiencia y riesgo de accidentes. Hablamos de una terminal; ciudades mucho más pequeñas en el mundo tienen infraestructuras de este tipo modernas, funcionales y duraderas.

Los ciudadanos no tenemos enfrente un proyecto político consistente, por más que así lo defiendan los candidatos en esta contienda. No hay un horizonte más o menos definido en cuanto a las condiciones que se deben cumplir para conseguirlo. Esto no ocurre ni en proyectos específicos que técnica y presupuestalmente debían realizarse de modo eficaz y sin ser motivo de cuestionamiento.

De los candidatos hay propuestas puntuales, algunas mejor presentadas que otras, algunas de plano fuera de lugar; hay demasiadas generalidades. Ningún político debe prometer todo, pues eso no se puede cumplir, pero lo que sí se puede es ofrecer un armazón sobre el cual construir una situación distinta, preferentemente mejor a la que existe hoy.

Nada de esto, me parece, definirá el voto que de manera privada debe hacer el ciudadano que decida ir a la urna en julio. Este voto depende de otra cosa, el hastío de un lado y el miedo del otro. Las encuestas dicen que sobresale el primero.

Escribo esto el domingo en la mañana a unas horas del primer debate entre los candidatos a la Presidencia. No tengo mayor expectación por el acontecimiento. Pero me pregunto si hay alguna posibilidad de que la ilusión de que estos personajes deberían tener por hacer el bien a su país se concrete en algo positivo.