Secuelas racistas
n 1956, en plena era de discriminación racial, en Estados Unidos (EU) se estrenó la película Gigante, que describe la odisea de la transición texana de la preminencia de la economía ganadera a la petrolera, pero también del profundo racismo que en esos años prevalecía en Texas y el resto de EU. En diversas escenas se da cuenta de la discriminación contra aquellos de piel no blanca. En una escena dramática del filme, el dueño de un restaurante se niega a servir alimentos a una pareja, por su color de piel y su origen mexicano. En aquellos años, situaciones similares eran parte de la vida cotidiana en un país que se negaba a otorgar los mismos derechos a todo aquel que fuera o aparentara ser de un origen diferente al anglosajón.
Hace unos días, en un café Starbucks de la ciudad de Filadel- fia, con población en su mayo- ría afroamericana, la gerente del establecimiento indicó a dos jóvenes negros su obligación de consumir algo si querían permanecer en el lugar. Los jóvenes dijeron que esperaban a una tercera persona. La gerente solicitó la intervención de la policía que, sin más explicación, arrestó a los jóvenes. El hecho suscitó protestas de comensales, y a las pocas horas miles de personas protestaron afuera del establecimiento y en las redes sociales contra lo sucedido. Lo que siguió es historia: disculpas de la policía, de las autoridades de la ciudad y de los directores de la cadena Starbucks, admitiendo que la conducta de la encargada del negocio fue un exceso, además de su actitud no exenta de racismo.
A más de 50 años de que un filme describió el ambiente racista prevaleciente en buena parte de EU, no es un secreto que esa lacra subyace en algunos segmentos de sus ciudadanos, y lo menos que se antoja es indignarse de que en pleno siglo XXI aún sucedan estos hechos. Pero lo más extraordinario es que ese ánimo se aliente desde la primera magistratura de un país que celebra un aniversario más de la muerte de Martin Luther King, asesinado por defender el derecho de todos los seres humanos a la igualdad.
No estaría mal tomar nota de ellos –pues en nuestro país aún soplan vientos de racismo, discriminación y desigualdad–, unas semanas antes de que to- me una crítica decisión sobre su futuro inmediato en momentos en los que la brújula, la racionalidad y los paradigmas parecen haberse perdido.