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Las semillas y la alimentación Carlos Labastida Villegas Programa Universitario de Alimentos, UNAM [email protected]
Las semillas de los productos alimentarios tienen un valor estratégico de importancia fundamental para la seguridad alimentaria de las naciones. Para los mexicanos resulta imperativo conocer, aprovechar y, sobre todo, proteger en beneficio de las generaciones futuras las semillas de nuestros cultivos alimentarios, particularmente las de aquellos que constituyen la dieta básica de nuestro pueblo. La alimentación es la más básica de las necesidades de los seres vivos, y la gran provisión de alimentos para los humanos proviene fundamentalmente de la agricultura, ya sea que se consuman de manera directa o industrializados, o que se utilicen como insumos para producir alimentos de origen animal. De este modo, las semillas juegan un papel determinante como inicio de la cadena alimentaria humana. México es uno de los principales países denominados megadiversos, término referido al grupo de naciones que posee la mayor cantidad y diversidad de plantas y animales. Entre esa gran diversidad de plantas, se encuentran aquellas que constituyen los pilares de nuestra alimentación básica: maíz, frijol, jitomate, calabaza, chile y otras muchas plantas útiles conocidas como quelites, por señalar las más relevantes. De manera destacada debemos considerar el caso del maíz, pues México es centro de origen, domesticación y diversificación de esta planta, la cual es la base de la alimentación de los mexicanos. Por ello, se esperaría que todo el proceso de producción y conservación de sus semillas, su siembra y su reproducción estuvieran bajo esquemas de uso, de supervisión y de control por parte de campesinos, agricultores, centros e institutos de investigación nacionales, así como de los organismos pertinentes del gobierno mexicano. Recuperar y fortalecer la producción nacional de semillas. En un reciente diagnóstico de las autoridades en materia agrícola de nuestro país, se señala que “por lo que respecta a las semillas, las y los productores no tienen disponibilidad adecuada de semillas de calidad (criollas, mejoradas, sintéticas) que permitan aumentar la productividad de sus tierras”. Declaración que refleja el abandono y el desmantelamiento del que ha sido objeto nuestro sistema nacional productor de semillas durante las últimas décadas. Asegurar la alimentación adecuada de los mexicanos debe ser una de las prioridades del Estado, por lo que, consecuentemente, resulta fundamental establecer las condiciones necesarias para contar con un sector agropecuario, pesquero y agroalimentario sólido y sustentable. Para el sector agrícola, en particular, se deben realizar esfuerzos para fortalecer la producción nacional de semillas criollas e híbridas, considerando la participación del sector campesino y aprovechando la gran variedad de semillas que posee nuestro país en sus diversos ámbitos agroecológicos, a lo largo y ancho de su territorio. En el amplio y permanente debate que tiene lugar entre organizaciones campesinas, grupos de académicos, miembros y agrupaciones de la sociedad civil, cabilderos y empresas productoras de dichas semillas, nacionales y extranjeras, sobre la conveniencia de permitir o no la siembra y uso de semillas transgénicas en el campo mexicano, particularmente de maíz, así como sobre los mecanismos de información a los consumidores y el etiquetado de dichos productos para su venta, ha de primar la intervención del Estado, en su papel de garante del bien común, con decisiones basadas en la información y en las evidencias técnicas y científicas disponibles en el momento actual. La necesidad de contar con una política alimentaria nacional integral. El próximo 1 ° de julio se elegirá un nuevo Presidente de la República y, de acuerdo con el Artículo 5° de la Ley de Planeación, el Ejecutivo Federal deberá elaborar el Plan Nacional de Desarrollo y lo remitirá a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión para su aprobación. Es de la mayor importancia que entre los programas sectoriales que se incluyan dentro de dicho Plan se considere, con la denominación que se desee, un programa nacional integral de alimentación y nutrición que establezca, de una manera transversal y sistémica, la participación de los otros programas sectoriales y de las dependencias federales que tienen relación directa e indirecta con el tema de la alimentación y la nutrición.
Resulta imperativo que nuestro país cuente con una política alimentaria de Estado, explícita y específica, para la alimentación y la nutrición. Ciertamente, han sido importantes los programas de política social puestos en operación en los últimos cuatro sexenios; sin embargo, sus resultados han sido insuficientes. A la par de acciones de política social, se requieren también programas sólidos de fomento a la producción agropecuaria que nos permitan, por lo menos, reducir nuestra dependencia alimentaria en granos básicos y, de esta manera, recuperar la producción nacional y el fortalecimiento del campo mexicano. Es deseable que entre las propuestas de programas de gobierno y de acciones a realizar por parte de los partidos políticos que han postulado candidatos para tan delicado cargo –quienes se encuentran actualmente en campaña para solicitar el voto ciudadano–, se incluyan los diagnósticos correspondientes a los temas relacionados con la alimentación y la nutrición, así como las estrategias que consideren viables para su solución. Sólo de este modo, la ciudadanía podrá contar con elementos de juicio sobre estos asuntos, entre muchos otros, para normar su decisión. En la elaboración del citado programa nacional de alimentación, tendrá especial trascendencia que en materia agrícola se incluya un apartado específico dedicado a un programa nacional de semillas. Las semillas son nuestras; por lo tanto, también deben ser nuestros su uso, su control, su aprovechamiento, su protección y su preservación para el futuro.
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