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Cultivando inteligencias Hugo Reynaldo Sánchez López Maestro de primaria de Teopisca, Chiapas. [email protected]
Después de leer el correo donde me invitaban a colaborar en La Jornada del campo y saber qué requerían, me quedé pensando, pensando y seguí pensando: las semillas y su importancia, bueno, además de la Ley de Biodiversidad… Y el trabajo en clase con mis chicas y chicos, porque deben de saber que soy docente de escuela primaria, y verles a los ojos y recordar el cuestionamiento: ¡importancia de las semillas! Mi ocupación inmediata fue la de conocer la reforma a la Ley de Biodiversidad. Ya hace tiempo que no veo ni Televisa ni TV Azteca, donde seguramente han comentado algo… o seguramente nada. Qué excusa tan simple para no estar enterado. Lo cierto es que no sabía bien lo que pasa con esa ley y, por lo menos en esta parte del país, no me he enterado de debates por parte de ONG o grupos independientes. Pero investigué. Ya entendí que debilita a las Áreas Naturales Protegidas, que posibilita el fracking, que abre las puertas a la privatización de saberes populares ancestrales de plantas curativas y también a la biopiratería. Terrible. Volví a ver el rostro de mis alumnos, su fuerza de vida, su alegría y su huerto. En la escuela primaria en la que trabajo tenemos un espacio pequeño dedicado al huerto, donde hemos cosechado rábanos, zanahorias, huax y un poco de café. Las semillas criollas aún las conseguimos con cierta facilidad, como las de cilantro, acelga, mostaza, nabitos, maíz y frijol. Los campesinos se regalan un gajo de ésta, una ramita de la otra... Pero me vuelvo a detener en la pregunta y ahora entra un actor más: la Red Chiapaneca de Huertos Educativos (rche). He participado en la rche hace más de tres años. Esta red nos ha ayudado a construir nuestros huertos, facilitándonos conocimientos y semillas. Hermosas semillas criollas producidas de manera orgánica. Las niñas y niños de la escuela llevan algunas semillas al huerto, pero la red nos da otras.
La rche ha conformado un equipo de compañeros que se encargan de cuidar y organizar la “casa de semillas”, que no es un banco de semillas. Es una casa de semillas con sus puerta abiertas al intercambio de éstas, sin fines de lucro. Se coordinan ahí cinco personas de diferentes perfiles; algunos son docentes de educación básica, otros se están formando en agroecología y, como comisión, están aprendiendo a producir y cuidar de mejor manera las semillas. Su labor es tener a disposición las semillas, organizándolas por familias o por determinados climas, y hacer los intercambios de semillas en los encuentros bimestrales que realiza la rche por toda la geografía chiapaneca. Vamos ya en el encuentro 16 y lo realizamos en la localidad de Piedra Parada, municipio de Ocozocuautla. Saliéndome de la rche y centrándome en mis alumnos, pienso en sus padres. La mayoría de ellos son campesinos, dependen de su trabajo en la tierra para subsistir y cubrir las necesidades de sus familias. He sabido que ha habido extinciones de semillas en Teopisca, que es de donde soy y en donde trabajo. En el ejido de Villa de Teopisca, concretamente en la región del río Blanco, se sembraba un maíz denominado por los campesinos “rioblanquero”; era un maíz blanco y alto, que poco a poco fueron dejando de usar y metieron a las parcelas otro maíz blanco, pero más chaparro, un maíz mejorado. También en este ejido se siembra un frijol muy apreciado en los restaurantes de la zona. Es un frijol negro de gran tamaño que se usa para la preparación de los frijoles charros, los cuales junto con la carne salada y la cecina son los platillos típicos de mi pueblo. Pero ya se está dejando de sembrar para introducir otros frijoles que son precoces.
El valle de Teopisca y de Amatenango, pueblo vecino, son reconocidos por sus dulces elotes blancos y amarillos que se comercializan en San Cristóbal de las Casas. Son una buena fuente de ingreso para los campesinos, porque al vender su cosecha en elote fresco, le ganan más que al venderla en maíz. El problema es que se están dejando sembrar las variedades criollas para introducir el maíz mejorado denominado “elotero”, que les genera mayor ganancia, pero que tienen que comprarlo en las veterinarias. Escribo esto porque siento que las niñas y niños con los que trabajo se enfrentarán a una situación más complicada que ésta: menos variedad en los cultivos, en la comida; depender de las semillas que nos quieran vender; tener dinero para adquirirlas; depender de alguien externo para sembrar, y estar en manos de Monsanto para que se lleve nuestro poco dinero y, además, nos enferme. Esa senadora Ninfa Salinas no sabe todo lo que va a afectar. Seguramente sabe lo que va a recibir y lo que se va a beneficiar. No entiendo cómo esas personas que han tenido oportunidad de estudiar mucho y en muchas partes no pueden tener amor por la patria, por los ciudadanos a los que representan y les pagan sus sueldos. La responsabilidad de la ciudadanía es organizarse y difundir estas acciones de los que supuestamente nos representan, que se están lanzando desde las cámaras. Mientras escribo esto, pasan por mi mente muchas cosas que debo hacer para difundir esto y que mi pueblo conozca los alcances de esta perversa Ley de Biodiversidad.
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