21 de abril de 2018     Número 127

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


Y ahí estábamos, como un bosque: más de 8000 mujeres de todos los colores, tamaños y edades FOTOS: Natalia Monroy

Un bosque de mujeres que luchan


Cada una con su dolor de mujer, con su rabia y fuerza.

Andrea Calderón García e Irene Ragazzini

El encuentro

Y ahí estábamos, como un bosque: más de 8000 mujeres de todos los colores, tamaños y edades. Cada quien con su dolor de mujer, con su rabia y fuerza. Del 8 al 10 de marzo nos hicimos monte, gracias al llamado de las mujeres zapatistas y nos encontramos en el Caracol de Morelia, una de las cinco sedes del gobierno autónomo zapatista. En la entrada nos recibió un gran letrero que decía “Bienvenidas mujeres del mundo”, seguido de otro: “Prohibido entrar hombres”.

El primer día las compañeras zapatistas nos compartieron de su lucha, de cómo era antes, de cómo había sido para las mujeres estar en los años de la clandestinidad, de la guerra y de su papel en la construcción de autonomía, haciendo énfasis en el esfuerzo y los cambios que tuvieron que hacer para participar en el gobierno autónomo. También en sus palabras destacaron la importancia de su papel de promotoras en las diferentes áreas de la organización, pero en particular en el área de la Salud Autónoma. Todo lo dicho, lo representaron en obras de teatro que dejaron en claro el proceso interno de expresión y creatividad sacado a la luz con el CompArte.

Cuando, al final del primer día, quedamos a oscuras, en una negrura que sólo puede percibirse lejos de las ciudades, y al voltear para atrás nos encontramos con un mar de luces, se tiñó el aire de la emotividad colectiva que, por oleadas, nos había estado bañando desde la mañana. Más tarde las compañeras zapatistas nos dirían:

“Hermanas y compañeras: este día 8 de marzo, al final de nuestra participación, encendimos una pequeña luz cada una de nosotras. […] Esa pequeña luz es para ti. Llévala, hermana y compañera. Cuando te sientas sola. Cuando tengas miedo. Cuando sientas que es muy dura la lucha, o sea la vida, préndela de nuevo en tu corazón, en tu pensamiento, en tus tripas.”


Bailadoras

Esa luz se continuó encendiendo de múltiples e inesperadas formas a lo largo de los dos días siguientes, fue permeando los cuerpos de las mujeres presentes. El programa de actividades era abrumador. En cada esquina del Caracol empezaron a brotar múltiples expresiones de nuestras luchas. En cada espacio había una comisión de zapatistas en escucha atenta para compartir lo aprendido. Nos estábamos encontrando.

Hubo pláticas referentes a nuestros cuerpos, a nuestros retos como madres, a nuestra libertad sexual; relatos de experiencias de lucha en defensa del territorio, de trabajo comunitario y barrial, de distintos tipos de organización de mujeres y de feminismos; relatos y representaciones teatrales de experiencias de violencia, feminicidios, búsqueda de desaparecidos, violencia de Estado. Talleres de sanación, tejido, danzas. Muestras de fotos y pinturas. Rituales en búsqueda de una espiritualidad no patriarcal. Saludos y palabras de hermandad desde luchas y pueblos de toda América y otros continentes. Torneos de futbol, voleibol y basquetbol. Nos estábamos escuchando, preguntando, mirando y abrazando. Juntas bailamos, lloramos, jugamos, cantamos, rezamos y gritamos. Nos respetamos. Nos sentimos. ¿Será que así hacemos política las mujeres? ¿Sin separar nuestros dolores de nuestros cuerpos, nuestros cuerpos de nuestra tierra, nuestras palabras de nuestros corazones, nuestra lucha de nuestr@s hij@s?

El hecho de que esto se diera en un espacio sin hombres, permitió que mientras más avanzaban las horas, todas fuéramos soltando las capas de coraza con las que normalmente andamos por el mundo. La energía que se despertó fue liberadora. Fue una demostración muy poderosa de la necesidad de multiplicar espacios propios de mujeres en los procesos de lucha. Y esto, sin pretender hacer una lucha sin los hombres, sino reconociendo que en estos espacios es posible sacar a la luz una fuerza que normalmente no sale. Los compañeros que luchan en esta ocasión se quedaron en la casa, algunos cuidando niños y otros de los espacios interpelados por lo que estaba aconteciendo en Morelia.


La rebeldía y la resistencia también son una fiesta.
Las zapatistas

El espacio donde se conjugaron todas estas experiencias, intenciones, historias y cuerpos es parte de una finca ganadera recuperada luego del levantamiento del EZLN en 1994, un espacio que hoy “es para todas”. Los orígenes de la lucha zapatista y la vivencia femenina se pueden palpar a través de las palabras de la compañera insurgenta que habló en la inauguración a nombre de las mujeres zapatistas:

“Lo mismo miré como está la situación en nuestros pueblos desde antes de la lucha, una situación muy difícil de explicar con palabras y más difícil de vivir, viendo cómo morían de enfermedades curables niños y niñas, jóvenes, adultos, ancianos y ancianas. […] Y aunque no teníamos estudios, sí teníamos mucha rabia, mucho coraje de todas las chingaderas que nos hacen. Porque viví el desprecio, la humillación, las burlas, las violencias, los golpes, las muertes por ser mujer, por ser indígena, por ser pobre y ahora por ser zapatista.”

En los años que han pasado, el zapatismo no se ha detenido, siendo referente de organización y dignidad, en su continuo invitar y proponer. La autonomía indígena es un ejercicio permanente de resistencia y construcción en el día a día de los derechos a la libre determinación de los pueblos. Visitarles es también sumarse al festejo por los logros que han ido alcanzando.

“Y vi que la rebeldía, que la resistencia, que la lucha, es también una fiesta, aunque a veces no hay música ni baile y sólo hay la chinga de los trabajos, de la preparación, de la resistencia. Iré que donde antes sólo podía morir por ser indígena, por ser pobre, por ser mujer, construíamos en colectivo otro camino de vida: la libertad, nuestra libertad. Y miré que donde antes sólo teníamos la casa y el campo, ahora tenemos escuelas, clínicas, trabajos colectivos donde como mujeres manejamos aparatos y dirigimos la lucha, aunque con errores pero ahí vamos avanzando, sin que nadie nos diga cómo debemos hacer sino nosotras mismas. Y miro ahora que sí hemos avanzado, aunque sea un poco pero siempre sí algo. Y no crean que fue fácil. Costó mucho y sigue costando mucho.”


En los talleres.

El despliegue de organización que pudimos sentir en el encuentro es resultado de décadas de trabajo político, reflexión y acción indígena, un proceso dinámico sumamente creativo en cuyo caminar se ha cuestionado el cómo nos ha educado el Estado, sus formas de impartir justicia, cuidar la salud, relacionarse con la producción agrícola. El rechazo a las instituciones y proyectos gubernamentales ha permitido a las y los zapatistas la creación de un sistema propio que para la sociedad civil se hace evidente cuando se nos permite tener una probadita, sorprendernos, y llevarnos mucha tarea a nuestras prácticas organizativas propias. Parte de este proceso ha versado sobre la transformación en las estructuras de poder patriarcal posibilitando que las mujeres puedan desarrollar, de manera autónoma, un encuentro de esta talla.

Las zapatistas dejaron claro el ejemplo de cómo la organización y la resistencia permiten construir a pesar de las adversidades. Cada día del encuentro se hizo evidente su propuesta de respeto, escucha, aprendizaje, no-competencia, de apertura, voluntad de retroalimentación, de escuchar lo que podíamos mirar como visitantes, lo que podíamos criticar a modo de generar nuevos aprendizajes ¿Será este un modo más femenino de interlocución zapatista?

¿Qué sigue?

“Y eso que se necesita es que nunca más ninguna mujer, del mundo que sea, del color que sea, del tamaño que sea, de la edad que sea, de la lengua que sea, de la cultura que sea, tenga miedo. Acá sabemos bien que cuando se dice ‘¡Ya basta!’ es que apenas empieza el camino y que siempre falta lo que falta”.

Mirarnos todas ahí, sentirnos, compartir experiencias, decirnos hermana, compañera, con mujeres de los cinco continentes, vernos en el espejo de la diversidad, es un paso fundamental en la lucha de las mujeres.


Y de las mujeres.

Viene el momento de transmitir y pensar en los ecos del encuentro cada quien en sus escenarios, de sentir lo que nos produce desde la distancia, de reelaborar y considerar por dónde seguir.

Es necesario prestar atención a las críticas hechas al feminismo por las zapatistas, y reflexionar sobre las relaciones entre nosotras. En este hacernos hermanas, compañeras, y celebrar nuestro ser mujeres que luchan, mirarnos desde los distintos lugares que ocupamos en el sistema. Pensar en cómo podríamos, en los espacios de encuentro, hacernos cargo de generar las condiciones materiales para estar reunidas intercambiando, planeando, gozando.

La propuesta de una lucha desde este bosque de mujeres implica un gran reto: será necesario aprender no sólo de la fuerza de las zapatistas sino también de su humildad y persistencia. Los acuerdos fueron seguir vivas e ir analizando, en nuestros espacios, “quiénes son los responsables de nuestros dolores”. Reunirnos dentro de un año, fortalecidas y nutridas por otros encuentros. Se trata de poner en juego toda nuestra creatividad para ir criando y creciendo este impulso y así nutrir nuestras luchas, sin rendirse, sin venderse, sin claudicar.

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