Del error de sustituir el toreo a pie con caballos
Desempablarnos para aguillermarnos
a tendrán tiempo de lamentar en México los típicos taurinos hípicos –empresas, gremios, comunicadores, públicos y autoridades– los daños colaterales que ocasionó haber apostado, como ningún otro país taurino del orbe, por convertir en base de cartel, durante los últimos 18 años, al rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza, cuyo talento como torero a caballo no está a discusión; sus abusos, imposiciones, ventajas y falta de respeto al toro y al público en nuestro país, tampoco.
El grave error consistió no en la búsqueda legítima de utilidades de acuerdo con la inversión para cubrir los elevados honorarios del caballista llenaplazas, ni siquiera en haberse plegado a sus incontables exigencias: escogidos novillones excesivamente recortados de sus astas, hacer número con los toreros de a pie para no salir al inicio y a la mitad del festejo, lo que en España nunca le han permitido, pues la autoridad todavía obliga a cumplir el reglamento.
Anchos rejones de castigo y muerte, renuencia a sortear con sus alternantes rejoneadores, su negativa a permitir la actuación de grupos de forcados, su prepotencia para sacar de carteles a caballistas ya anunciados y, en el colmo del antitaurinismo de dentro, su decisión de incluir en sus actuaciones a toreros de a pie de limitado potencial que no le signifiquen competencia, desaprovechando, en 18 años, la oportunidad-obligación de apoyar a buenos toreros jóvenes de México. El pecado empresarial, insisto, reside en haber sustituido el interés de los públicos por la tauromaquia de a pie con un predecible chou a caballo para familias. Cuidan sus intereses, no los de una fiesta urgida de toreros con imán de taquilla.
Jaime Oaxaca, periodista taurino de Puebla, señala en su artículo Llegó el momento de desempablarse: “Aunque la gente sigue yendo a ver al famoso rejoneador español, ya no es como en años anteriores, la audiencia ha disminuido. El asunto genera alerta entre los empresarios, porque desde noviembre de 1999 el jinete ha sido la esperanza de los que organizan corridas, quienes lejos de sembrar para que surgieran nuevos toreros, se tiraron en la hamaca y dejaron que el peso cayera en el rejoneador.
“…Sin embargo, en 2017 Pablo siguió siendo Pablo. Toreó más que nadie, 75 tardes en el año, un promedio de casi corrida y media por semana… los empresarios, en lugar de evitar que cometa fechorías, se han convertido en sus cómplices”… Y Jaime Oaxaca pregunta al final de su artículo: “¿llegó el momento de desempablarse?”.
Podremos desempablarnos, pero sólo será para empezar a aguillermarnos, pues el dependiente empresariado taurino mexicano ya se frota las manos con la continuación del chou hípico-taurino que ahora representará Guillermo, el hijo de Pablo, aún sin alternativa pero con tres años y medio lidiando novillos y alternando con su padre en corridas mixtas de toreros a pie y a caballo, incluso vestidos de charro. Difícil, pensar que Pablo sólo le enseñe la técnica del rejoneo; seguramente también le habrá explicado: mira, hijo, en países taurinos dependientes como México está el verdadero negocio, con empresas, gremios, crítica y autoridades a modo. Aprovecha este país, ingenuo y acomplejado, pero cuídate de no incluir a toreros de a pie con verdaderas cualidades.