reo que la experiencia de gobernantes del Distrito Federal, ahora Ciudad de México, puede ser útil para tener un mejor conocimiento de las posibles presidencias del país.
Trabajé como director de Alumbrado Público, bajo cuatro presidentes locales, total o parcialmente. En realidad estaba a cargo de todo el servicio público de electricidad, como responsable de la autoridad del sistema eléctrico público de toda esta ciudad. Se usaba este nombre porque la respectiva ley federal planteaba la exclusividad de la red eléctrica del país para la autoridad de la nación.
Ingresé con el cargo citado, siendo la primera autoridad electa Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que tomaba posesión como jefe de Gobierno, en 1997. Una de las primeras tareas era limpiar
el sistema de funcionarios corruptos heredados para hacer adecuadamente el trabajo nuevo. En mi área no había mucho problema, los nuevos directores de áreas cercanas y el director general entraban también y, además, había mucha cercanía entre nosotros.
Ya antes, en 1988, Cárdenas había sido candidato a la Presidencia, cuando fue notorio que hubo fraude. El candidato del PRI fue Carlos Salinas de Gortari; se fueron contando los resultados, más rápidos en entidades centrales. Y estando terminadas los de la capital de la República, dos estados cercanos, y faltando sólo un distrito en Michoacán, iba ganando ampliamente Cuauhtémoc Cárdenas. Fue entonces cuando se cayó el sistema
y a partir de eso todas las victorias le correspondieron al PRI.
Claro que esto es oficialmente negado, en este País de Mentiras
, como dice un libro al respecto en su título, pero debemos tenerlo en cuenta. El secretario de Gobernación de ese momento y de todo el sexenio en cuestión, Manuel Bartlett, a quien se atribuyó la dirección de ese fraude electoral, ahora es senador… por la coalición de izquierda.
Volviendo al gobierno de la capital, Cárdenas Solórzano renunció al mismo para volver a lanzar su candidatura presidencial. En su lugar, por un tiempo relativamente corto, quedó Rosario Robles. Su traición vendría después.
De 2000 a 2005, en que con renuncia previa, lanzaría su candidatura presidencial, AMLO encabezaría al gobierno capitalino y a él le siguió en el cargo Alejando Encinas.
Me parece interesante el hecho de que en los cuatro gobiernos, el equipo que dirigía y ejecutaba las principales obras de la ciudad, fue prácticamente el mismo. Mi caso fue una excepción, estuve en esa posición durante todo este tiempo. Otros funcionarios de ese rango, en otras áreas, duraron mucho más, pero el equipo tenía las mismas cualidades. Por ejemplo, en el DF se realizaron dos construcciones de hospitales, en distintos tiempos y con diferentes directores, y en ambos casos se ejecutaron las obras en un lapso de cuatro meses, mientras que en el ámbito federal para casos similares, según sus propios jefes, se tardaban alrededor de dos años.
Las cosas cambiaron con la entrada al gobierno capitalino (a propuesta de AMLO) de Marcelo Ebrard Casaubón. Cuando éste ocupó la jefatura de la ciudad, se fue cambiando todo el equipo mencionado, yo fui el último en salir, luego de siete meses de la nueva administración. Se perdía toda una experiencia acumulada durante años, y se encargaron cada vez más trabajos a empresas privadas.
Ebrard Casaubón estuvo sujeto a varias acusaciones, que se fueron haciendo una a una de modo poco claro. Ahora vemos que puede haber hecho, como funcionario, una compra irregular de una casa.
Viendo estas experiencias en la ahora Ciudad de México, apreciamos que las actuales movilizaciones no deben estar dirigidas sólo de aquí a las elecciones del primero de julio, ni siquiera hasta el primer día que se dé el cambio de gobierno. Deben seguir, o deben formarse, organizaciones populares y unirse las existentes, no únicamente para echar abajo las barbaridades de los gobiernos recientes, no sólo para reconstruir lo positivo del pasado, sino para erigir una nueva patria que no dependa simplemente de un caudillo, sino que pueda basarse en organizaciones populares y en la participación activa de la gente