ntento escribir una nota brevísima que capture la personalidad de Elena Poniatowska. Oigo entretanto un disco nuevo; Schubert, Schumann, Chopin. La pieza de Chopin me parece un prodigio: una polonesa brillante para piano y cello. Me resulta increíble no haberla oído nunca. La escucho sin cesar, una vez tras otra. Es una pieza primerísima escrita a los diecinueve años para una princesa adolescente. Una emoción, a punto casi de desbordarse, anticipa ya el corpus musical que producirá el músico polaco y se mezcla con una alegría incontenible que es una pura voluntad de juego. El cello da las notas graves y el piano le responde en son de aceptar tanta heroicidad, pero añadiéndole una nota de júbilo, de burla, de invitación al baile.
“De pronto advierto que esa ‘Polonaise brillante’ es el vivo retrato de ese ser excepcional que es Elena. Hay allí el mismo resplandor, el mismo coraje, la misma melancolía, hay, además, el humo que aparece cuando la solemnidad asoma y derrumba y disuelve todas las pompas de este mundo.
“La conocí en Polonia hará casi veinte años. Asistía con su madre al traslado de la estatua ecuestre del príncipe Jozef Poniatowski, a quien se colocaba ante uno de los principales edificios públicos de Varsovia. Desde entonces somos amigos. La leo con admiración. Me sorprende siempre la transparente autenticidad que mueve cada una de sus acciones y se revela en lo que dice y escribe.
“Me encantaría relatar aquí mil minucias de esas que no le interesan a nadie: Verla, por ejemplo, entrar de pronto con una toca negra de antigua emperatriz viuda en algún recital poético o en una conferencia, saludar casi furtivamente y salir volando porque tiene que ir con su mamá a una misa de difuntos de algún familiar lejanísimo; o su manera apasionada de escuchar en medio de una fiesta ensordecedora a Luis Cardoza y Aragón, abstraídos ambos por entero, como si una campana de vidrio los cubriera, del bullicioso tedio circundante; o bien oírla hablar de Hermann Broch, cuyos ‘Sonámbulos’ me descubrió hace años en un lecho de hospital donde convalecía de una operación. Pero el espacio es exiguo y me imagino que debo escribir sobre cosas más serias. Decir que ha convertido la entrevista en un género mayor; que ha logrado un estilo perfectamente individual, que es una novelista dotadísima, y que todo eso lo convierte en uno de los mejores escritores de México. Hablar también de su valentía, del uso certero que hace la palabra para defender a quienes carecen de ella; destacar, sobre todas sus dotes, ese grano de dinamita oculto tras su sonrisa y su nariz fruncida, capaz de hacer añicos toda la estupidez, la crueldad y la arrogancia con que suelen recubrirse los triunfadores de este mundo.”
* Texto inédito del autor que aparece en las guardas de un libro de la escritora Elena Poniatowska