De la infancia
resentado durante la 25 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara en 2010, e inexplicablemente alejado de su estreno comercial durante ocho años, la Cineteca Nacional ha eligido De la infancia (2009), séptimo largometraje de Carlos Carrera, para inaugurar la 64 Muestra Internacional de Cine. Entre los motivos que llegaron a especularse sobre su hipotético enlatamiento figuran la crudeza extrema de su lenguaje y sus situaciones, particularmente por ser los protagonistas centrales del filme niños de apenas 10 años, y una secuencia en el interior de una iglesia que pudo parecer blasfema (a casi seis décadas del Nazarín, de Luis Buñuel, 1959), que, sin embargo, parece libre de toda intención transgresora al registrarse desde el fantasioso punto de vista de un niño. De la infancia no es, en absoluto, una película perturbadora que pudiera emparentarse con El crimen del padre Amaro (Carrera, 2001), melodrama correcto que la censura eclesiástica convirtió en gran éxito de taquilla. Nada indica que en esta ocasión se produzca una publicidad providencial semejante.
Nosotros los Niebla. El realizador de La mujer de Benjamín (1990) ofrece en De la infancia el relato de la degradación moral de una familia menesterosa sometida al yugo tiránico y violento de Basilio (Damián Alcázar), el padre, un delincuente perdedor nato, así como los intentos de sus hijos, en especial del niño mayor, Francisco (Benny Emmanuel), por escapar de ese ambiente asfixiante por medio de la fantasía y el juego, una vez agotado el reflejo de imitación de las conductas delictivas. El elemento fantástico recurrente en la cinta es la presencia de un fantasma protector, el pandillero Niebla, abatido por la policía al inicio de la cinta, y que esporádicamente hace su aparición para proteger de todos los abusos a los hijos de Basilio. De modo novedoso, Carrera se aparta del esquema trillado de un tiránico padre de familia que doblega siempre la voluntad de la esposa (Giovanna Zacarías), quien muy lejos de aparecer aquí como una madre abnegada, compite con él en brutalidad verbal y en comportamiento canalla. Tanto así que la cinta muestra, de modo excesivo, el recurso a un sensacionalismo (presente ya en la película inmediatamente anterior del cineasta, Backyard: El traspatio, 2008), vuelto aquí tremendismo agobiante. Frente a la irredimible sordidez de una pareja conyugal tan disfuncional como embrutecida, rodeada y asediada por personajes mafiosos de un cine policiaco de serie B mexicana, el también realizador de la película de animación Ana y Bruno (2017) propone el vuelo de una fantasía infantil liberadora. Un vuelo que deberá, sin embargo, soportar el lastre de una vieja narrativa de corte sensacionalista que en el cine mexicano parece ya, a estas alturas, totalmente desgastada. Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 18:15 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1