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Milpa intercalada con frutales, Adolfo Ocampo Guzmán, Guadalupe Ocampo Guzmán y Héctor B. Fletes Ocón
En Chiapas más de la mitad de la población de la entidad continúa dependiendo de las actividades primarias, principalmente, a pequeña escala, de temporal, con trabajo manual barato y con productos de poco valor agregado y de autoconsumo. Además, la superficie sembrada de alimentos básicos (maíz y frijol) ha ido disminuyendo en la entidad, mientras que la agricultura empresarial se ha ido incrementando con monocultivos como caña de azúcar, plátano, mango, palma de aceite (africana), papaya y jitomate. En este escenario los pequeños productores campesinos enfrentan un empeoramiento severo de sus condiciones agrícolas y de vida, que se refleja en la pérdida de autosuficiencia en la producción de alimentos, el uso cada vez menos sustentable de los suelos y los recursos naturales, la reducción de los ingresos económicos y la disminución de opciones de desarrollo socioeconómico para la población rural campesina. En consecuencia, y como parte de la constante búsqueda de opciones productivas que realizan tanto productores como actores preocupados por la situación, en Chiapas se ha impulsado el sistema agroecológico denominado “Milpa intercalada con árboles frutales-diversificada” (MIAF-D), que inició en el 2010 a través de la gestión, capacitación y acompañamiento de la agencia de desarrollo “Promotores del autodesarrollo sustentable en Chiapas S.C. de R.L. de C.V. (Proasus), quienes ante la existencia de parcelas en laderas con monocultivo, suelos erosionados, poca producción primaria, exceso y mal uso de fertilizantes químicos, pérdida de biodiversidad, dependencia de productos foráneos para la alimentación, ausencia de mujeres y jóvenes en las unidades productivas, falta de oportunidades y alternativas de desarrollo, migración y erosión cultural, excesivo paternalismo, problemas de salud pública por el consumo de alimentos chatarra, falta de tecnologías adecuadas a la condición del pequeño productor y transferencia deficiente de la disponible, decidieron socializar y realizar el MIAF-D con pequeños productores en varias comunidades de Chiapas. La MIAF-D es un sistema que recupera y fomenta la milpa tradicional de la parcela, cuyo espacio se traza con curvas de nivel para poder establecer hileras de frutales que se convierten en muros vivos que evitan la erosión hídrica, y permiten mayor captación y retención de agua en la parcela. La materia orgánica, que normalmente se quema, se utiliza para los filtros de escurrimiento y se mineraliza generando suelo fértil que se incorpora a la unidad de producción, contribuyendo a la fertilidad y la estructura del suelo. En la medida que los árboles frutales crecen permiten la captura y secuestro de carbono, con lo que se contribuye al mitigamiento del cambio climático. Además, a través de un manejo adecuado de los árboles frutales (poda, limpia y fertilización), dos años después de establecer el sistema, se comienzan a cosechar frutas que generan ingresos que contribuyen a la economía familiar. En la medida en que se rescata, se apropia y se fortalece el concepto del sistema, se incrementa el número de especies cultivadas en la parcela, en el 2017 se contabilizaron hasta 82 especies en algunas parcelas. Las familias siembran maíces, frijoles, calabazas, chiles, frutales, verduras, especias aromáticas, plantas medicinales y ornamentales, logrando con ello una alta diversificación de la unidad productiva que permite obtener productos en diferentes épocas del año para el autoconsumo y para la venta en mercados de corto recorrido, contribuyendo así a la seguridad alimentaria de los productores involucrados y de la población local, además de rescatar, multiplicar y conservar una diversidad de semillas existente en los pueblos y comunidades. La implementación del MIAF-D demanda mucha mano de obra, propiciando así la participación de las mujeres y los jóvenes en las actividades culturales de la unidad productiva agrícola, con ello, se evita la migración temporal, principalmente de los jóvenes, se genera un mayor arraigo comunitario e inhibe la desintegración familiar. De la intervención de las mujeres, resalta su interés por cultivar verduras, especias aromáticas, plantas medicinales y ornaméntales, contribuyendo así a la diversificación de la parcela que atiende varias necesidades de la familia.
Las familias con parcelas de MIAF-D han incrementado las capacidades locales, en términos de conocimientos, prácticas y formas de trabajo para el establecimiento, manejo y cuidado del sistema agroecológico, por ejemplo, los árboles frutales deben tener un manejo técnico constante porque se siembran 460 plantas por hectárea sin que la unidad de producción deje de cultivar, de manera rotativa, el maíz, frijol, calabaza, chiles, verduras y una diversidad de plantas más. El sistema MIAF-D se ha ido adaptando a las características, potencialidades y necesidades de cada localidad y región, y ha permitido la articulación de los saberes campesinos con conocimientos formales, que se fortalecen a través del intercambio de experiencias entre productores, ferias de intercambio de semillas, muestras gastronómicas, escuelas de campo y concursos de parcelas MIAF-D. El MIAF-D se ha ido replicando poco a poco entre los productores de las comunidades de Chiapas (existen ya 406 hectáreas), porque ellos mismos reconocen su potencial para generar alimentos, ingresos, empleo durante todo el año, conservar el suelo y el agua, evitar la roza, tumba y quema, recuperar la biodiversidad, generar nuevos paisajes, fomentar el arraigo de la población en sus lugares de origen y articularse perfectamente con otras actividades como la apicultura, lombricultura y producción de hongos zeta.
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