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Edomex o cómo el clientelismo
César Suárez y Gustavo Gordillo Las pasadas elecciones del Estado de México se han convertido en un laboratorio para los analistas políticos por su relevancia respecto a la elección presidencial de 2018. Aunque se reconocen las diferencias que existen entre elecciones estatales y elecciones federales, dado el tamaño del padrón electoral en el Estado de México y el hecho de que es el asiento de la coalición gobernante, es posible encontrar algunas pistas para las elecciones de este año. En especial, analizaremos el tipo de estrategias de los partidos políticos en un contexto de fragmentación. Desde el punto de vista de la jornada electoral misma, ésta se realizó con enorme eficiencia. De acuerdo con la información y datos del INE (comunicado de prensa del 5 de junio de 2017), en la jornada comicial se instaló el cien por ciento de las 34,094 casillas aprobadas para los comicios en las entidades que celebraron procesos tanto ordinarios como extraordinarios (Estado de México, Nayarit, Coahuila, Veracruz y Tlaxcala). Participaron 135,067 ciudadanos como funcionarios de casilla, equivalente al 99.04% de los requeridos, de los cuales 126,911 estaban debidamente capacitados (93.06%) y el resto, 8,163 ciudadanos, fueron llamados de la fila para integrar debidamente las casillas, es decir, solo 5.99%. Hubo 219,628 representantes de partidos políticos o candidaturas independientes que vigilaron el desarrollo de las elecciones en las casillas, y cubrieron el 99.99 por ciento de las casillas instaladas. Además, 6,334 observadores electorales estuvieron en 3,502 mesas de votación, presenciaron las sesiones de los consejos locales y distritales, así como otras etapas de cada proceso comicial. Con base en la información definitiva electoral, el ganador de las elecciones a gobernador en el Estado de México fue el candidato del PRI, Alfredo del Mazo. En segundo lugar, se encontró la candidata de Morena Delfina Gómez y Juan Zepeda, del PRD, y Josefina Vázquez Mota, del PAN, ocuparon el tercero y cuarto lugares, respectivamente. Debido a la alta fragmentación partidista ningún partido logró sobrepasar un umbral mayor al 35% de la votación. Alfredo del Mazo obtuvo el 33.72% de los votos, mientras que Delfina Gómez recibió el 30.81%. Juan Zepeda y Josefina Vázquez Mota obtuvieron el 17.79% y el 11.29%, respectivamente. Además, el voto sumado de los demás candidatos como el del Partido del Trabajo y la candidata independiente María Teresa Castell, representó el 3.2% de total. La geografía electoral distribuida en 45 distritos electorales se repartió sobre todo entre los candidatos del PRI y de Morena. El mayor caudal electoral de Morena se concentró en los distritos urbanos cercanos a la ciudad de México como Texcoco, Cuautitlán Izcalli, Tlalnepantla, Naucalpan y Atizapán de Zaragoza. En el caso del PRI, los distritos con mayor votación relativa son aquellos que se encuentran en la periferia del estado, como Valle de Bravo, Ixtlahuaca, Atlacomulco y Tejupilco de Hidalgo. Las elecciones del Estado de México presentaron un incremento significativo de la participación ciudadana respecto al proceso electoral de 2011. Mientras que en 2011 participó el 46.15% del padrón electoral, para 2017 este subió hasta el 52.49%. Un dato relevante es que los distritos donde ganó el PRI en las presentes elecciones tienen un incremento mayor en la participación electoral a diferencia de los distritos ganados por Morena. Por ejemplo, mientras que el distrito ganado por el PRI de Valle de Bravo aumentó su participación en un 140%, el distrito de Texcoco, donde Delfina salió triunfante, aumentó su participación en 15.76%. Inclusive varios distritos en donde ganó Morena presentaron una caída en la participación electoral respecto al 2011. La afluencia de votos en Cuatitlán Itzcallí cayó en un 10.24% y en Ecatepec disminuyó en 10.20%. Por el otro lado, distritos donde ganó el PRI como Tejupilco, el voto aumentó en un 132.28%.
En síntesis, los distritos ganados por Morena presentaron un aumento en la participación electoral modesto respecto a 2011, inclusive algunos distritos disminuyeron su participación. Por otro lado, los distritos alejados de los grandes centros urbanos –principalmente ganados por el PRI– incrementaron su participación de manera significativa. El aumento de la participación electoral tuvo modificaciones sustanciales en los votos recibidos por los partidos. A pesar de que el PRI alcanzó la victoria, Alfredo del Mazo obtuvo un millón de votos menos que el anterior gobernador, Eruviel Ávila. Por otra parte, Morena aumentó su votación respecto a 2011 en más de 1 millón 500 mil votos. Estos votos fueron perdidos por el PRI, principalmente en los municipios conurbados donde Morena obtuvo sus principales victorias. Al mismo tiempo, el antiguo corredor panista conformado por Atizapán, Tlalnepantla y Naucalpan inclinó su voto hacia Morena. En conclusión, podría decirse que Morena obtiene su fuerza en los municipios cercanos a la Ciudad de México mientras que el PRI fortalece su presencia en los distritos de la periferia. La nueva geografía electoral muestra la importancia de analizar las elecciones bajo una perspectiva territorial, incluyendo sus diferencias y características. Utilizando la categorización de municipios elaborada por Gordillo & Plassot 2017 (que se aleja de la medición de INEGI que usa un umbral de 2,500 habitantes para comunidades rurales, y se acerca a la de la OCDE que ubica a la comunidad rural con una densidad poblacional menor a 150 habitantes por km2), los votos del Estado de México se pueden dividir en municipios de tipo metrópolis (superior a 1 millón de habitantes), zonas metropolitanas y centros urbanos (entre 500 mil y 1 millón), urbanos (entre 100 mil y 500 mil), urbanos pequeños (entre 50 mil y 100 mil), semiurbanos (entre 15 mil y 50 mil), rurales (entre 2500 y 15 mil) y rurales pequeños (menos de 2,500 habitantes). Bajo esta clasificación puede observarse claramente en qué tipo de comunidades reside la fuerza electoral de cada partido. Mientras que Morena se lleva la mayor cantidad de votos de las metrópolis, centros urbanos y urbanos, el PRI tiene mayor presencia en comunidades urbano pequeñas, semiurbanas y rurales. Un dato que llama la atención es la fortaleza con la que un solo partido gana las zonas rurales y semiurbanas y la alta competitividad que muestran en cambio, las zonas con alto grado de urbanización. La mayoría de los distritos cercanos a la Ciudad de México como Ecatepec, Chalco, Tlalnepantla, Atizapán, etc., arrojaron una victoria de Morena, pero con diferencia no mayor al 10% respecto al segundo lugar. Por el contrario, el PRI obtuvo victorias por arriba del 20% y hasta del 30% en distritos con mayor presencia de municipios con menor densidad poblacional. Esto refleja cómo la fragmentación del voto se dio, en mayor medida, en las áreas metropolitanas y con menor fuerza en zonas rurales. En síntesis, la geografía electoral estuvo dividida principalmente entre Morena, que ganó en los municipios con mayor densidad poblacional, y el PRI, que obtuvo su fuerza en municipios con menor densidad –aunque urbanos– y sobre todo en los municipios rurales y semiurbanos. La fragmentación del voto en 6 candidatos tuvo mayor impacto en las zonas urbanas y menor en comunidades por abajo de los 50 mil habitantes, donde el voto se expresó de manera más homogénea y con un alto margen de diferencia a favor del partido vencedor. Tres conclusiones Tres conclusiones podrían ayudar a entender el paisaje de las elecciones del año pasado en el Estado de México: La primera es que la participación electoral en las áreas rurales aumenta notoriamente. Todos los municipios que entran en la categoría de rural utilizando la medición previamente señalada presentaron un aumento en su participación electoral en un promedio de 16.79% en comparación con 2011. Este aumento en las zonas rurales da un total de 98,060 votos, lo que equivale al 1.69% del total en la elección. Esta cantidad de votos representa más de la mitad de los votos que separaron a Alfredo Del Mazo de Delfina Gómez. Si al voto rural le agregamos los 541,361 votos contabilizados en las comunidades semiurbanas, el voto de las comunidades menor a los 50 mil habitantes representó el 11.02% del total del voto.
La segunda es que la mayor participación electoral en las zonas rurales está vinculada con la amplitud de los programas sociales federales y estatales. A diferencia de épocas pasadas, cuando las organizaciones campesinas eran el vehículo principal de movilización del voto en las zonas rurales, ahora parece ser que el voto rural está más bien impulsado por los programas sociales. Así las beneficiarias de Prospera representan el 12.50% de la lista nominal de los 26 municipios rurales con los que cuenta el Estado de México. En municipios como Zacualpan, Otzoloapan, San Simón de Guerrero, Almoloya Alquisiras y Ecatzingo, las beneficiarias representan más del 30% de las ciudadanas femeninas en esas localidades. Otro programa de gran presencia en las zonas rurales es el de Adultos mayores o 70 y más. Este programa tiene presencia en todos los municipios rurales en el Estado de México y tiene una alta cobertura entre los adultos mayores de las comunidades rurales. En municipios como Zacazonapan, Zacualpan, Otzoloapan o Cocotitlán, el programa Adultos mayores cubre a más del 50% de la población adulta de los municipios. En metrópolis o centros urbanos como Ecatepec y Naucalpan, el programa tiene una cobertura de 0.25% y 0.81%, respectivamente. Un programa que también tuvo gran influencia en las zonas rurales es el programa estatal “Mujeres que logran en grande”, enfocado a mujeres en situación de pobreza entre los 18 y 59 años de edad, a quienes se les dan transferencias en efectivo. En 2016 el padrón de beneficiarias de este programa era de 133,939 mujeres. Este número aumenta considerablemente tomando en cuenta que en 2013 el padrón era solamente de 60,875 mujeres. El año en el que aumenta de manera exponencial el padrón de beneficiarias en el Estado de México es un año antes de las elecciones estatales. Mientras que en 2010 el padrón del programa era de 95,969; en 2011, un año antes de las elecciones a gobernador, el número de beneficiarios aumentó a 293,752. Esto implica un incremento en el presupuesto del programa, en el que nuevamente se ve una disminución en años no electorales, y un incremento en fecha de elecciones. Mientras que en 2013 el presupuesto del programa era de $382,500,00, para 2016 el presupuesto pasó a $582,062,582.62 y en 2017 a $894,000,000. Respecto al Seguro popular, el apoyo es recibido por 1,599,290 personas en zonas rurales del Estado de México donde las mujeres de entre 21 y 40 años de edad son las más beneficiadas. Este programa está concentrado entre las personas de mayor marginación ya que el 91% de la cobertura del Seguro popular se encuentra entre el decil I y II de la sociedad mexiquense. El voto femenino fue preponderante en el incremento del voto rural. Tomando en cuenta que las mujeres representan el 52.41% del padrón electoral en el estado, su participación se vuelve clave en las elecciones mexiquenses. Esta tendencia de mayor presencia femenina en el voto se expresa también en los municipios rurales. Con base en información del Instituto Electoral del Estado de México, solamente 2 de los 25 municipios rurales no cuentan con mayoría de mujeres en la lista nominal para votar. Una encuesta de salida el día de la elección, realizada por el periódico El Financiero, establecía que el 37% de las mujeres votarían por el PRI ante un 28% que daría su voto a Morena. El apoyo de las mujeres fue decisivo para el PRI, si tomamos en cuenta que, entre los hombres, el 34% dijo votar por Delfina y el 30% por Alfredo del Mazo. Si en los municipios rurales las mujeres representan un porcentaje mayor en la lista nominal electoral y las beneficiarias de programa sociales son sobre todo mujeres, el voto rural femenino se vuelve estratégico. Desglosar la elección para gobernador del Estado de México a través de una categorización territorial de los municipios, permite tener mayor claridad sobre el actuar del votante mexiquense, los verdaderos impactos de la fragmentación partidista y las posibles estrategias electorales llevadas a cabo por el partido ganador . También arroja luz sobre algunos aspectos que podrán ser decisivios en las elecciones de 2018. En el ámbito nacional también los espacios donde hubo mayor incremento del voto en términos porcentuales fueron los municipios rurales y semiurbanos. Esto demuestra una tendencia nacional sobre la expansión e incremento –en el margen, es decir en términos relativos– del voto rural a nivel nacional y una caída del voto urbano desde las elecciones presidenciales de 2006. Los estados con mayor población rural tuvieron un incremento superior a la media nacional entre las elecciones presidenciales de 2006 y 2012. Chiapas tuvo un incremento en su votación de 18.17%, Guerrero de 13.54%, Hidalgo de 7.32%, Zacatecas 8.4% y Tabasco 2.91%. En el Estado de México el voto rural pasó de menos de los 60 mil votos en 2006 hasta alcanzar poco más de 100 mil votos en 2012. Lo anterior apunta a que en elecciones competidas el voto rural puede ser decisivo. Respecto a la fragmentación del voto debido a la pluralidad de candidatos, esta tiene más impacto en las áreas urbanas que en las rurales. Esto podría llevar a una conclusión de que el votante rural vota de forma más homogénea que el votante urbano. Este último vota de manera diferenciada, en función del abanico de posturas y propuestas de los candidatos. El elector rural, al contrario, tiene sus necesidades y aspiraciones más definidas por la precariedad de su nivel de vida. La fuerte presencia de programas sociales en el ámbito rural genera a su vez un caldo de cultivo altamente propicio para el clientelismo político siempre presente en la historia moderna del país. Por estas razones, el voto rural se vuelve clave en elecciones reñidas, porque es capturado con mayor facilidad por el clientelismo político, otorgando en ocasiones un margen de votos que compensa el voto más competido en los centros urbanos. Ante esta nueva configuración del sistema de partidos y bajo estas caracteristicas territoriales del voto, la simple estrategia de la fragmentación no da por sí misma la victoria electoral de un partido. La elección entre más de 2 candidatos tiene su principal efecto en las zonas urbanas, lo que se expresa en competencia entre minorías menores o mayores en las zonas de mayor concentración demográfica. Esto reduce la diferencia entre los partidos políticos haciendo que los votos en los municipios pequeños se vuelvan clave para la victoria. En esta lógica, mientras se fragmenta el voto urbano, el voto rural debería convertirse en un objetivo estratégico de los partidos. Dado que la fragmentación tiene un efecto menor en estas zonas, el candidato que gana puede hacerlo por un margen mayor al 30%. Por último, un grupo clave para seguir con esta estrategia son las mujeres quienes representan la mayoría de votantes en los municipios rurales. El Estado de México ha mostrado la importancia del sector rural en la política mexicana. Ya en países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia el voto rural ha jugado un papel clave en las elecciones recientes. El otro aspecto central expresado en estas elecciones no es que el clientelismo político haya desaparecido, sino que se ha transformado. De un clientelismo basado en las organizaciones de masas a uno sustentado en el impulso a programas sociales importantes para enfrentar el nivel de pobreza y desigualdad. Desde luego no se trata de abogar en contra de los programas sociales sino de tener una mejor fiscalización y buscar la universalización de los derechos sociales.
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