a primera parte de este artículo ( La Jornada, 2/3/18) llamó la atención a la necesidad de asignar cuantiosas sumas de capital a la refinación de petróleo. Se planteó también la secuencia que deberían seguir las inversiones en las refinerías, cuyo monto podría superar 25 mil millones de dólares. Esta suma no incluye inversiones en infraestructura logística que comprende actividades de transporte, distribución, almacenamiento y comercialización de productos petrolíferos. Conviene subrayar que las inversiones en refinación son un requisito necesario, más no suficiente, de un mejor desempeño.
Para mejorar sus resultados el área de refinación necesita urgentemente instrumentar reformas fundamentales. Sólo de esta manera podrá hacer frente a mercados de productos en los que habrá de prevalecer la competencia. Muchas son las restricciones que enfrenta la refinación y sus actividades logísticas. Pemex las ha identificado, cuenta con extensos diagnósticos y ha elaborado programas detallados de mejoras operativas, que no fue capaz de ejecutar. Los fracasos están bien documentados. El primer paso en el diseño de una nueva estrategia de refinación será la identificación de las principales restricciones que efectivamente confinan su desempeño, con el objeto de establecer prioridades y secuencias en relación con los cambios requeridos. Realizar dichas inversiones, sin antes modificar el modo básico de operación y mantenimiento, sería un derroche de dinero y una forma de apuntalar un status quo desastroso.
Los resultados operativos de la refinación en Pemex el año pasado son una señal inequívoca que obliga a reconocer la gravedad de la situación actual. Ésta es producto de intereses creados, complacencia, abandono e incompetencia. La refinación es, quizás, la línea de negocios más mal manejada de Pemex. Su arreglo requiere una deliberación rigurosa y profunda sobre los complejos problemas que enfrenta. La ilusa promesa de soluciones sencillas e inmediatas sólo sirve para fortalecer la inercia prevaleciente y alentar un desorden aún mayor. Incrementar gastos de operación y de inversión no sólo es insuficiente, puede también ser contraproducente. Convendría condicionar estos gastos a avances concretos de las reformas requeridas.
Las pérdidas anuales netas incurridas por las actividades de refinación son cuantiosas y lo han sido de manera sistemática en los últimos 25 años. Desafortunadamente la constitución de Pemex Transformación Industrial en el ultimo trimestre de 2015 restó transparencia a los resultados financieros del sector de refinación, por lo que hoy no se cuenta con una buena estimación de dichas pérdidas que sea del dominio público. La restructuración de Pemex agregó a las cuentas de refinación las de gas natural y las de petroquímica y le restó las que correspondían a actividades de logística y de carácter comercial. Sólo en el caso de 2015 es posible comparar los resultados de Pemex Refinación y los de Pemex Transformación Industrial. En ese año, la primera registró una pérdida neta de 7 mil 100 millones de dólares y la segunda de 5 mil 500, una diferencia de 23 por ciento. Las cifras de Pemex Refinación dejaron de reportarse a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y a la Securities and Exchange Commission. Dicha discontinuidad estadística impide dar seguimiento a los resultados de la refinación en Pemex. Esta fue una de las consecuencias, posiblemente deseada, de la restructuración.
No contar con resultados de cada una de las principales líneas de negocios de Pemex contribuye a la pérdida de disciplina empresarial, particularmente en el área de refinación, y a desperdiciar un instrumento primordial de su gestión. Hay quienes piensan que revelar la magnitud de las pérdidas de refinación apoya su eventual privatización, sin darse cuenta que la falta de transparencia repercute al nivel de cada centro de trabajo. La transparencia de resultados operativos, comerciales y financieros de Pemex es indispensable para controlar el desempeño de esta empresa estatal. Una mayor transparencia es también esencial para la construcción de mercados competidos.
Los problemas son múltiples y se refieren entre otros al mal gobierno de la industria petrolera y de las empresas subsidiarias de Pemex; la incidencia de políticas públicas equívocas que han supuesto la transferencia masiva de renta al gobierno, a otras empresas y a consumidores; el estrangulamiento ocasionado por recortes de los presupuestos de operación y de inversión, que en ocasiones han sido abruptos y particularmente profundos; el deterioro del capital humano de la empresa inducidos por la falta de un liderazgo claro, la alta rotación del personal y la desconfianza mutua de funcionarios de carrera y los mandos que proviene de fuera de la empresa; una corrupción que incide en todos sus ámbitos y niveles jerárquicos; y la irrupción del crimen organizado en las actividades logísticas de Pemex. Sin embargo, no se le ha dado la debida importancia a la falta de compromiso de altos ejecutivos y cuadros medios con los resultados de sus actividades y a rígidas prácticas industriales disfuncionales propiciadas por el liderazgo sindical para mantener el control de sus agremiados y su propia participación política a escala regional y nacional.
El mantenimiento oportuno y efectivo de las instalaciones de refinación es una tarea crítica. En el área de refinación de Pemex es costoso, de baja calidad y desordenado, lo que incide en la utilización de la capacidad instalada. La alta frecuencia de paros no programados y de paros de larga duración afectan los resultados de las refinerías. El mantenimiento y reparación se realiza por personal sindicalizado y por empresas relativamente pequeñas, en no pocas ocasiones vinculadas a la gerencia de las refinerías. En otras partes del mundo son realizadas por empresas de ingeniería especializadas. En 2017 un mantenimiento deficiente tuvo parado por largos periodos a las refinerías. Sobresale el caso de la refinería de Ciudad Madero que salió a reparación en agosto y deberá iniciar operaciones en abril de 2018. La refinería de Minatitlán registro niveles bajos de utilización a partir de septiembre y paró en enero de 2018. Salina Cruz tuvo paros totales en julio y octubre a raíz de los terremotos e inundaciones registrados y niveles bajos de proceso en toda la segunda mitad del año. Todas las refinerías, con la excepción de Cadereyta, produjeron un volumen inferior de gasolina y diesel a partir de los bajos niveles de 2016, lo que explica una caída total de estos productos de 24 por ciento, que se tradujo en mayores importaciones.
*Investigador visitante en el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. Fue director general de Pemex en 1994-1999