ue un día muy especial. Ellas lo hicieron especial.
Hubo lo de siempre: el despliegue de flores, los suplementos y programas especiales, las promesas de cambios, el lenguaje de las cuotas, la banalización mercantil… Pero la convocatoria a una huelga de mujeres, que en España implicó a 6 millones de ellas y se extendió a todas partes, fue síntoma claro de un punto de flexión en la celebración del Día Internacional de las Mujeres. Su mensaje explícito, anticapitalista y antipatriarcal, reflejó la forma en que las mujeres han estado recuperando el sentido histórico y la radicalidad del 8 de marzo.
No es una golondrina, sino la llegada del verano. No es un evento, sino un proceso. Como subrayó con vigor Magdalena León, economista ecuatoriana, “el pensamiento y la acción feministas han acumulado en lo que va del siglo experiencias novedosas, búsquedas, tejido organizativo, maneras de interpretar la realidad, resistencias, propuestas integrales para ‘cambiar el mundo’”. Han hecho evidente en qué medida muchos discursos y posturas que proponen la inclusión de las mujeres sin alterar las condiciones estructurales pueden emplearse como garantía de continuidad y blindaje del sistema
. El alcance y complejidad de la celebración no deja de estar en disputa, pero ahora con una clara hegemonía del feminismo anticapitalista y antipatriarcal
(https://www.alainet.org/es/articulo/ 191507).
Debemos hablar de los feminismos en plural
, observa Verónica Gago, conocida autora argentina, muy activa en #Ni una menos. Aunque las luchas feministas son globales, las de América Latina han cobrado prominencia por el peso del feminismo villero, el feminismo comunitario, el feminismo indígena, el feminismo popular
, términos que tienen su propia historia, su genealogía y que comparten un vínculo con el conflicto social
. No es un feminismo estrictamente analítico, académico o institucionalista
. En la coyuntura actual, lo que ha surgido es un feminismo radical que toma en cuenta la dimensión de las luchas y la rebeldía, al plantear el debate sobre los cuerpos de la mujer y el aborto y, al mismo tiempo, conectar estos debates con el campo del trabajo y la precarización de la vida en general. Una de las contribuciones más importantes del feminismo popular es su discurso sobre la manera en que la precarización afecta la vida en términos sociales, políticos y económicos, y la importancia de esta discusión en cada territorio
(http://www.thedawn- news.org/2018/03/09/the-international- womens-strike-is-not-an-event-but-a -process/ #).
Fue realmente notable. Marchas por todas partes, iniciativas originales y creativas, el mundo entero sacudido por la decisión de las mujeres de poner un hasta aquí a la ola de violencia y discriminación que están padeciendo y dar un paso adelante, firme y decidido, en su lucha de siempre. En México, la lucha cobra sentido especial. Siete de cada 12 feminicidios que se cometen cada día en América Latina tienen lugar en México. La agresión es brutal y viene acompañada de todas las formas de violencia y exclusión.
Cien años de lucha feminista han generado toda suerte de cambios en las leyes y en la realidad, pero la opresión se mantiene. La mujer recibe menos que el hombre en todas las categorías. Y queda claro, ahora más que nunca, que en la sociedad capitalista la mujer será siempre el segundo sexo. Que su lucha de liberación es la lucha para deshacernos de un régimen que es la última expresión, la más violenta, la más racista, la más sexista, del patriarcado ancestral.
Fue en todas partes… pero sólo en Chiapas se realizó un encuentro internacional. Convocado por las zapatistas, más de 2 mil mujeres, de 38 países y de toda la República se reunieron en el caracol Torbellino de Nuestras Palabras, en Morelia. Fue el encuentro de las mujeres que luchan.
La capitana insurgente Erika leyó lo que concibieron en colectivo en la inauguración del encuentro, que muy pronto entró en efervescencia. Se multiplicaron las mesas de trabajo, los rituales, la reflexión y la fiesta. El tono estaba claro. Era tiempo de decir ¡basta! y retomar la tradición de lucha. Alguien recordó el 8 de marzo de 1857, cuando 120 mujeres murieron por la represión policial de su marcha, que un par de años después desembocaría en el primer sindicato femenino en Estados Unidos. Mencionaron también la marcha de las mujeres socialistas en Nueva York en 1909 y especialmente la del 8 de marzo de 1917 en Petrogrado, entonces capital de Rusia, en una movilización que fue señal y punto de partida de la revolución.
Pasará mucho tiempo antes de que se conozca en detalle lo ocurrido entre el 8 y el 11 de marzo en el caracol de Morelia, cómo el torbellino de las palabras se hizo huracán, cómo la luz que se prendió en el caracol encenderá todos los rincones del mundo. Por lo pronto se sabe del acuerdo. Se trata de vivir, y como para nosotras vivir es luchar, pues acordamos luchar cada quien según su modo, su lugar y su tiempo
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