uando comencé a participar en la política sindical y más tarde cuando fui electo por primera vez como líder de los mineros, fue porque estaba convencido, y hoy lo estoy aún más, de que la única forma de organización, o quizá la mejor, que podía promover el cambio social, era el movimiento obrero. Los trabajadores unidos y con estructura organizativa sólida son los más capaces de defender sus derechos laborales y humanos, luchar por mejores condiciones de trabajo, levantarse y protestar cuando existen inconformidades y pelear por el respeto a su dignidad de clase, exigiendo mejorías en la calidad de vida para lograr el cambio de modelo de desarrollo.
Los que no quieren luchar por sus principios y valores y se conforman, están derrotados y así permanecerán no sólo en la actividad sindical, sino en la vida misma. Es por eso que como dirigente de un sindicato que ha construido relaciones sólidas con otras agrupaciones nacionales e internacionales, con empresarios y con políticos de América del Norte y de muchos otros países del mundo, me he propuesto que juntos hagamos historia luchando desde el Senado de la República y en colaboración con el nuevo gobierno que asuma sus funciones a finales de este año, con el propósito de proteger a las industrias mineras y siderúrgicas y a toda actividad industrial, agrícola y sectorial de la economía.
En este momento y ante la coyuntura que se vive en México, se pueden identificar cuatro áreas fundamentales para trabajar activamente:
Uno, defendiendo la situación económica nacional y las cadenas productivas mexicanas y de Norteamérica, de la competencia desleal generada por la sobrecapacidad de China y otras naciones, aplicando medidas más vigorosas contra el dumping que nada nos favorece.
Dos, fortaleciendo la economía mexicana con un audaz programa de inversión en la modernización de la industria básica, como la minería y el acero, pero también la de la energía y la construcción de la infraestructura del país, que permita abrir nuevas oportunidades domésticas para generar empleos mejor remunerados, lo mismo que la educación y la capacitación de los trabajadores, así como de las empresas y al sector industrial en su conjunto.
Tres, estableciendo compromisos firmes y negociados para que las empresas respeten los derechos fundamentales de los trabajadores y paguen los salarios justos que reflejen su contribución al crecimiento de la economía nacional. Al mismo tiempo, celebrar convenios de productividad que contribuyan a fortalecer y a consolidar las fuentes de trabajo.
Cuatro, fomentando la colaboración de los gobiernos, empresas y sindicatos de la región para fortalecer el intercambio comercial y las cadenas productivas, las capacidades de la fuerza laboral y el poder de consumo de los trabajadores y de la población total.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto una presión enorme para modificar el TLC de acuerdo consus intereses, frente a sus socios Canadá y México. Especialmente duro y agresivo ha sido contra nuestro país, al grado que independientemente del muro que quiere construir entre nuestras naciones, ha exigido revertir las negociaciones y acuerdos sectoriales en beneficio de los estadunidenses. Incluso hace unos días amenazó con imponer aranceles de 25 por ciento sobre el acero importado y de 10 sobre el aluminio. Ello genera pánico y fuertes condenas en México de parte del gobierno, empresarios y hasta líderes de sindicatos charros que han visto afectados sus privilegios e intereses.
No es la primera vez que el gobierno de Estados Unidos toma medidas contra las importaciones de acero. Ya lo había hecho en la presidencia de Barack Obama, que incluso llegaron hasta 500 por ciento sobre los productos chinos y en más de una docena de casos, ante lo cual Canadá también ha empezado a utilizar medidas antidumping para no permitir la entrada de bienes subsidiados.
El Foro Global sobre el Exceso de Capacidad de Acero, establecido por el Grupo de los 20 países más importantes y coordinado por la OCDE, reportó que en 2016 se estima que el superávit global en la capacidad de fabricación de acero alcanzó alrededor de 737 millones de toneladas métricas, el nivel más alto en la historia de la industria
. El problema fundamental es la sobrecapacidad instalada de China, que duplicó sus exportaciones del metal entre 2008 y 2015.
México también ha impuesto aranceles contra el acero chino, pero muy bajos, apenas de 15 por ciento. Ahora en sus últimas declaraciones, Donald Trump dice que Canadá y México se quedarían exentos de los aranceles siempre y cuando haya un TLC nuevo y justo
. Esta postura ofrece la posibilidad de desarrollar una estrategia inteligente para proteger a los trabajadores, empresas y al pueblo mexicano en varios aspectos.
Primero, tenemos que trabajar juntos para defender la industria acerera, quizá como un primer paso, aplicando los mismos aranceles contra Estados Unidos, China y otros países que están exportando acero y aluminio a precios desleales. Segundo, tenemos que cambiar la política laboral para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de estas industrias. No todas las empresas son cerradas y obstinadas enfermizamente por el afán de obtener ganancias a cualquier costo. Hay corporaciones modernas y responsables que reconocen a los sindicatos democráticos. Ahí está el caso de Arcelor Mittal, que ha reafirmado su compromiso de invertir más de mil millones de dólares en su operación de Lázaro Cárdenas, Michoacán, a pesar de las amenazas de Trump.
Desafortunadamente, hay otras empresas que siguen con el viejo modelo de contratos de protección, salarios muy bajos y condiciones inseguras. Es una vergüenza que, a pesar de las solicitudes de los gobiernos, las legislaturas y los sindicatos de Estados Unidos y Canadá, México continúe con su política de mantener los salarios bajos dentro del TLC. Peor aún, que dirigentes sindicales entreguistas, corruptos y abyectos, como el senador Tereso Medina, de la CTM, sea dueño en lo personal de muchos contratos de protección patronal, como lo detallaron las compañeras de las maquiladoras de Coahuila en su encuentro con los congresistas demócratas Bill Pascrell y Sandy Levin, en el contexto de la última ronda de negociaciones del TLC.
Ese señor Medina ha tratado de aparecer como el defensor de la industria acerera, cuando en realidad es uno de los autores de la última propuesta de reforma laboral que pretende traicionar la Constitución de México, eliminar los derechos democráticos de los trabajadores para escoger sus sindicatos y perpetuar los salarios de miseria. Es decir, el burro hablando de orejas, qué hipócrita y falso y, por supuesto, qué cobardía contra la verdadera y auténtica clase obrera del país.