uede parecer una mera casualidad que Donald Trump declare una guerra comercial prácticamente al mismo tiempo que Putin anuncia que tiene un enorme arsenal nuclear y de gran alcance.
Para Trump, una guerra comercial es buena y fácil de ganar
. Putin dice que tiene un enorme arsenal y emprendería de inmediato un ataque nuclear a cualquier escala si Rusia es agredida.
La práctica sincronía de estos actos no entraña una conspiración; son un indicio de las contradicciones de esta etapa histórica y la manera en la que se expresan las fuerzas de poder en el mundo.
El libre comercio como política e ideología se ha extendido en el marco de la globalización durante tres décadas. Entendamos ésta, sólo como una referencia básica, como la integración internacional del comercio, las inversiones y la tecnología, sobre todo la vinculada con la información.
Sus objetivos declarados no corresponden con los resultados observados. Es una fuente creciente de conflictos por el control de los mercados, de las ganancias y del proceso de acumulación de capital. También se manifiesta con pugnas cada vez más fuertes en el campo de la distribución de la riqueza y del ingreso que se genera. La guerra en sus diversas formas es un elemento del conflicto existente.
El impulso del libre cambio no es un proceso llano y ha estado plagado de disputas en el campo del comercio, como ocurre, por ejemplo, cuando un país usa el dumping (práctica de vender un producto por debajo del costo para conseguir más mercado) o con las devaluaciones que abaratan los bienes y servicios en el exterior.
Las pugnas entre China y Estados Unidos por este tipo de medidas son bien conocidas y han significado la aplicación de diversas sanciones en los años recientes. El acero es un caso en cuestión y el objeto, junto con el aluminio, de la guerra declarada por Trump.
China ha producido acero en exceso y bajado su precio. Las tarifas impuestas pretenden proteger a los productores estadunidenses y a los trabajadores del sector.
Las políticas públicas suelen aparecer como evidentes cuando se formulan y se aplican; Trump lo ha propuesto así con su reforma tributaria. Pero sus consecuencias son una cuestión más compleja y no necesariamente las que se pretendían originalmente. En ocasiones, incluso, provocan mayores distorsiones.
Las políticas proteccionistas son muy antiguas. Sirven para propósitos específicos y por algún tiempo. La sustitución de importaciones en Alemania en el siglo XIX para combatir las consecuencias del libre cambio británico, es un ejemplo exitoso en general.
Aquello fue diferente de las políticas desarrollistas aplicadas en países como México a partir de la segunda posguerra. Crearon, sí, industrias, pero también mayores precios para los consumidores y ganancias extraordinarias para los productores. A la hora de abrir el comercio y las inversiones a partir de la década de 1980 el impacto fue muy grande y generó nuevas fricciones.
Las medidas que pretende aplicar Trump tendrán un recorrido a lo largo de la actividad productiva, del proceso de formación de los precios y en la creación de empleo en Estados Unidos. Se suman a las medidas proteccionistas anunciadas a principio de este año sobre las lavadoras y los paneles solares.
En el caso del acero subirán los precios para los usuarios, sean productores o consumidores de los bienes en cuestión. El secretario de comercio Wilbur Ross apareció en los medios con una lata de cerveza en la mano para explicar que el alza en su precio será imperceptible. Cuando conviene trivializar las cosas no hay límites.
Las tarifas afectarán también a otras naciones cuya industria está estrechamente relacionada en términos geográficos, como ocurre en México. Trump dijo que quiere también aplicar otras formas de impuestos a las importaciones en la frontera. La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que ha sido un proceso trompicado (vaya coincidencia en los términos), sigue, pues, en un plano incierto.
Guerra en el comercio y guerra nuclear. Son dos propuestas de dimensiones ciertamente distintas, pero no por ello disociadas. Convendría atender a su sincronicidad y su significado político.
Hay una cierta correspondencia en el origen mismo de las posturas de dos personajes con las características de Trump y Putin; esa suerte de machismo, bravuconería, autoritarismo y exhibición ostensible del poder.
Esa es sólo la superficie del fenómeno que observamos. Lo que hay debajo es la materia de interés primordial. Y eso que está debajo surge a veces a borbotones, con modos particulares de violencia, en entornos y lugares distintos.