|
||||
Voltear la tortilla: Ivonne Vizcarra, Yolanda Castañeda y Yolanda Massieu Queremos salvaguardar al maíz nativo, recurso estratégico para la seguridad y la soberanía alimentaria de México, libre de transgénicos y sin sujeciones de la oligarquía neoliberal que gobierna nuestras vidas, pero cómo lograrlo, si no hemos volteado a ver las verdaderas prácticas, relaciones y significaciones que sostienen frágilmente la resistencia de la Gran Cultura de Maíz; nos referimos a las que re-producen las mujeres rurales e indígenas en el campo, en las ciudades y más allá de las fronteras. Para reconocerlas y darnos cuenta de su protagonismo silenciado, La Jornada del Campo dedica este suplemento a recoger la síntesis de algunos estudios que se publicarán próximamente en un libro que lleva por título Volteando la tortilla: género y maíz en la alimentación contemporánea en México (producto de un seminario de investigación financiado por el proyecto de investigación SEP/CONACYT CB 2009/130947), y otras contribuciones que confabulan en la misma preocupación. La finalidad compartida con la edición especial de este suplemento es ir más allá de la visión romántica de la diosa del maíz y la madre naturaleza, más allá de esa captura artística, científica, política y objetivizada de las mujeres del maíz, puesto que ahora queremos “voltear la tortilla”. Es decir, contribuir a la generación de conocimientos en la formación de una masa crítica para promover una nueva realidad en defensa del maíz, basada en la justicia, la igualdad de género y la defensa del medio ambiente. Desde tiempos antiguos, en la domesticación del maíz y el desarrollo del sistema de la milpa, las mujeres han sido protagónicas, generando íntimas relaciones con las semillas, el suelo, las plantas y la elaboración de complejos platillos inventando la nixtamalización para alimentar no solo a su familia, sino además el cuerpo, la mente-pensamiento y el espíritu-místico, que a través de centenares de años fortalecieron las culturas mexicanas. La mirada de género que se expandió en los años noventa 90 del siglo pasado nos permitió abrir una producción importante de conocimientos sobre las relaciones de género y el maíz, sin embargo, creemos que aún no se ha puesto ni el acento ni el punto sobre las i para reconocer social y políticamente que sin ellas no hay maíz ni país. Sabemos que, en el México Colonial, el sistema patriarcal tomó fuerzas sobre las relaciones de género que constituían las culturas mesoamericanas prehispánicas, muchas de ellas fraguadas en la cocina y el fogón. Ambos, considerados espacios únicamente para las mujeres, si bien se compartían entre varias familias nucleares para reproducir los ritos agrícolas, especialmente los del maíz en su relación con el trabajo, al alimento, la tierra y el agua. Las mujeres mantenían el fuego justo en el centro de los complejos habitacionales como una forma que daría perpetuidad y mantenimiento de la historia cultural de la región. La mirada hacia las mujeres indígenas y campesinas a través del tiempo ha sido marginal, limitada a la representación folclórica-sexual de sus pechos mientras muelen en el metate, su atadura naturalizada como un atuendo de exclusividad femenina. Por su parte, el fogón feminizado ha sido simbolizado como centro de unión familiar, en el que se atiende la satisfacción de alimentos en sus tres dimensiones (cuerpo, mente y espíritu). En la segunda década del siglo XXI, el maíz nativo en México y en el mundo se encuentra amenazado de desaparecer, después de tanta resistencia de los pueblos que lo han custodiado. La fragilidad para lograr que el maíz nativo se consagre como recurso estratégico en la soberanía y seguridad alimentaria, así como en la misma bioseguridad en México, está relacionada con fenómenos y factores no controlados por los pueblos indígenas y las sociedades campesinas: cambio climático; mercado neoliberal y volatilidad de los precios; globalización agro-alimentaria; occidentalización de patrones de consumo, con la transición a la mala nutrición y aumento de enfermedades crónica degenerativas; concentración oligopólica de producción de semillas; degradación ambiental; nuevos mercados de biocombustibles; falta de políticas integrales de desarrollo rural; inevitable dependencia de ingresos extra-agrícolas para asegurar el sustento; arribo de programas sociales, aumento de la pobreza y las desigualdades de género; migración internacional y envejecimiento de la población rural; despojo de tierras fértiles para dar cabida a empresas extractivistas transnacionales y nacionales y aumento de actividades ilícitas en un campo impregnado de violencia. Además de estos escenarios complejos, patriarcales y desoladores, actualmente se renegocia el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, en el cual nos inclinamos por el retiro del maíz y granos básicos del capítulo agrícola, y nos cuestionamos si existe alguna alternativa para preservar el maíz nativo y la agricultura campesina como recursos multiestratégicos para la soberanía alimentaria, con las condiciones de desigualdades sociales de género, etnia, clase y edad que predominan en el campo mexicano. La Jornada del Campo tuvo a bien recoger estas inquietudes, abriendo el espacio para que autoras y autores del libro Volteando la Tortilla… y otras-os invitados que forman parte de la Red Maíz: Alimentación, Tecnología, Ecología y Cultura (REMATEC), colaboraran con diversas experiencias, muchas femeninas y de relaciones de género en torno al maíz, para que en conjunto vislumbráramos que sí es posible construir una masa crítica para salvaguardar el maíz, siempre y cuando se “voltee la tortilla”. En este suplemento se incluye la metáfora de voltear la tortilla para comprender la construcción de masa crítica femenina. Los textos seleccionados se articulan a ella desde que se forma la bola de masa de maíz nixtamalizado hasta que se echa la tortilla al chiquigüite. Cuando las mujeres extienden la bola de masa entre sus manos o con ayuda del aplastón para confeccionar la tortilla y la echan al comal, sucede la primera vuelta. En ésta resaltan las cualidades de las experiencias íntimas de las relaciones de género en distintos contextos patriarcales, donde las mujeres comienzan a darse cuenta de la sujeción.
La segunda vuelta que se le da a la tortilla para que se siga cociendo de forma homogénea es dedicada a las reflexiones que examinan los conocimientos, los saberes y los simbolismos que fortalecen las relaciones de género con las semillas, las plantas, el grano, el suelo, los nuevos horizontes de ser y los cuatro vientos que sostienen la cultura del maíz. La tercera vuelta, donde se forma una segunda capa suave de la tortilla que pretende desprenderse en el aire pero que sigue apegada a la capa más gruesa para culminar la cocción, es interpretada a través de las dimensiones del empoderamiento femenino. Dimensiones por las cuales vale la pena luchar para que el maíz nativo en México siga formando parte importante de la alimentación de la población mexicana, por sus valores nutricionales, por la seguridad y calidad que brinda a la dieta y por lo que simboliza en la construcción de la identidad mexicana. La cuarta y última vuelta de la tortilla simbólica o metafórica se refiera a sacar la tortilla del comal y colocarla en el chiquigüite, liberada del fogón y donde la tortilla está lista para emprender una hazaña hacia la despatriarcalización total de todos los procesos, relaciones y dimensiones de la Cultura de Maíz. El cuerpo como masa moldeable de la emancipación es un asunto político y territorial. Volteando la tortilla pretende en su esencia -si se permite pronunciar lo esencial entre las feministas, pero con intenciones desnaturalizadas- ser un atributo a la formación de masa crítica femenina. Sustancia de la conciencia social que busca promover cambios desde las raíces mexicanas. Raíces que esparcen un sistema de creencias perturbado por miedos, y que prefiere promover una división sexual del trabajo desvalorado hacia las mujeres por medio de relaciones de poder, antes que sucumbir a la deslealtad del sistema que los sostiene. Estructuras que surgen de éstas, que crecen y ramifican complejos fenómenos de desigualdades como la explotación, exclusión y discriminación, donde los discursos de igualdad parecen convencer la opinión pública, pero que en el fondo no comprenden la realidad de las mujeres indígenas campesinas que día a día luchan para mantener la gran cultura del maíz. En suma, presentamos a la sociedad en su conjunto, otra forma de ver la defensa del maíz nativo en México. Una defensa de verdadera justicia de género, clase, etnia y ecológica. Nunca se podrá defender al maíz nativo de los acosos transnacionales, biotecnológicos transgresores, de los mono y oligopolios agroalimentarios, de los alimentos libres de transgénicos, del calentamiento global, de la violencia estructural y de género, ni de ninguna ideología patriarcal y capitalista que sostenga cualquier injusticia que provoque crisis, sin comenzar a redimir el inicio de todas las desigualdades del maíz: las de género. De ninguna manera los textos que se seleccionaron para esta edición de La Jornada del Campo subsanan todas y cada una de las relaciones de mujeres y hombres en torno al maíz en todo el país ni en cada rincón del México profundo que Bonfil Batalla nos inspira a descubrir, y ni del mundo entero, donde la nostalgia y el aprecio al grano invade algún tramo de nuestro ser consciente. Las mujeres en condición de migración transnacional, las literarias y poetisas, las científicas y académicas, las malvadas y desalmadas mujeres de espíritu libre, las sabias y las esclavas, y las que no nos percibimos de ellas porque otros hablan en su nombre, tengan la seguridad que de alguna forma no implícita en este suplemento, todas y todos están indirectamente implicados en la gran obra de la formación de la masa crítica para voltear la tortilla hacia un verdadero cambio social de conciencia transcendental. Antes de despertar su curiosidad, queremos estimados lectores y queridas lectoras, confesar que el libro antes citado aún se encuentra en el comal, terminando su cocción, por ello tendremos que esperar algunos meses que se encuentre disponible en los chiquigüites (librerías) para que la tortilla sea al fin devorada por la curiosidad del saber subalterno.
|