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Una historia femenina
mazahua
Alma Lilí Cárdenas Marcelo [email protected] Soy mazahua, con todo lo que esto implica. Mi cordón umbilical fue enterrado en la casa donde nací, tradición que denota la primera y más importante asignación femenina: el mantenimiento y cuidado de la unidad familiar. Una fuerte responsabilidad caía sobre mí con tan solo horas de nacida, lo mismo paso con mi mahále (abuela, en mazahua) y mi nana (mamá). De esta manera, a las niñas se les asignan ciertas responsabilidades domésticas (hacer tortillas, comida y limpieza etc.), mientras que a los niños se les asignan labores fuera de casa (sembrar la milpa, recolectar leña y llevar rebaños a pastorear, entre otras). Asignaciones genéricas que construyen la infancia mazahua y que muy poco han cambiado a través del tiempo. Por ello, en el presente texto quiero retomar la acción de “hacer tortillas”, no como una asignación denotada a nosotras las mujeres, que lejos de ser una actividad cotidiana, se convierte en un espacio reflexivo y autocrítico donde la relación más íntima que se tiene con el maíz, se trasforma en tortilla a través de sus creadoras, para brindar a sus seres amados no solo un alimento, sino la misma esencia de las mujeres. Esa esencia que va pasando de generación en generación, haciendo cambios casi imperceptibles pero que van transformando la vida de las nuevas generaciones. Estos cambios van desde elegir con quien formar una familia, decidir cursar una carrera universitaria o promover la participación de los hijos varones en el proceso de elaboración de las tortillas. De esta manera, el apoyo continuo de mujeres ha permitido que cada vez existan más jóvenes (mujeres y hombres indígenas, rurales, campesinos, campesinas) que están incursionando en los niveles más altos educativos (maestría y doctorado) dentro y fuera del país.
En lo que a mí respecta, estudié la carrera en ingeniería agrícola, me hubiera encantado decir que elegí esa carrera, en gran parte por el amor al maíz nativo, pero no fue así. Sí me gustaba el campo, pues ahí había crecido, pero me fui con la idea de hacer algo por la comunidad, incluso llegué a pensar en sustituir la siembra de maíz nativo por cultivos rentables, tentada por los discursos dominantes de la agricultura comercial capitalista y biotecnológica que se difunde en las carreras agropecuarias. Cambié mi forma de pensar cuando al cosechar mi experimento de tesis con semillas hibridas, mi madre me dijo: “hija este maíz es muy duro no sirve para las tortillas”, fue cuando me cuestioné, “¿qué estoy haciendo?”. Encontré la respuesta al convertirme en madre y entender la importancia del maíz mazahua y ver cómo mi abuela de 90 años seguía cuidando con amor su “maicito” (palomero toluqueño, actualmente con alto grado de erosión genética). Entendí que la tortilla no es posible concebirla únicamente como alimento, sino también como espacio de lucha para salir adelante, y eventualmente como eje de conciencia del bien común para transformar nuestras vidas. Actualmente curso el cuarto semestre de maestría, con el tema de investigación género y tortillas artesanales en la conservación del maíz nativo; además, imparto talleres de nixtamalización y elaboración de tortillas, en los que subrayó la importancia de los saberes de las mujeres, en el uso de los maíces nativos para hacer una tortilla de calidad. Mi caso no es aislado. Retomando como ejemplo a Tania Martínez Cruz, ella obtuvo el Premio Nacional de la Juventud en 2016. Actualmente estudia el doctorado en Holanda, donde está realizando un proyecto de investigación para acompañar la biotecnología con los saberes de las y los campesinos y así mejorar y defender el maíz nativo de su tierra natal, los Montes Mixes de Oaxaca. Así, con compasión femenina porque echa tortilla desde niña; responsabilidad étnica con el pueblo para fortalecer su identidad y compromiso con el país para salvar al maíz nativo, siempre lleva puesto con orgullo un rebozo mixe “a todas las tierras lejanas, para que no se te olvide de dónde eres” (consejo sabio de su abuela, quien también le enseñó a echar la tortilla).
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