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Yucatán Del maíz a la horchata: Amada Rubio Herrera y Fátima Flores-Palacios [email protected]
Este texto se centra en el análisis de un contexto situado en la región sur de Yucatán, caracterizado por su tradición en el cultivo de la milpa y por sus altos índices de marginación y vulnerabilidad sistemática. Rescatamos cómo ha sido la relación de sus habitantes con ese sistema de milpa, específicamente con el maíz y al mismo tiempo mostramos las nuevas relaciones con el medio, en el cual la milpa y el maíz no tienen la centralidad de antaño. De igual manera, proponemos una reflexión acerca del papel que las mujeres han tenido en la reproducción de ese sistema de aprovechamiento, atendiendo la dinámica que se establece en su contexto situado, aquél espacio comunitario en el cual transcurre la vida cotidiana de sus habitantes y en los que se construyen, deconstruyen y reconstruyen representaciones sociales de manera continua. El escenario actual de nuestro contexto situado corresponde a lo que se ha teorizado como la nueva ruralidad, que de acuerdo con Salas y Rodríguez se carateriza por mostrar cómo y por qué el ámbito rural ya no puede entenderse solamente como un espacio agrícola. Un distintivo de la nueva ruralidad es la incorporación de las mujeres al espacio laboral, y a la prevalencia del multiempleo como estrategia económica, lo que conlleva a nuevos problemas y desafíos que exacerban ciertos riesgos, pero que al mismo tiempo ofrece un cimiento para que las mujeres repiensen sus propias identidades. En el caso de estudio estas condiciones de riesgo se denotan en temas de la salud física y mental, como el aumento del índice de VIH/ SIDA, enfermedades isquémicas, obesidad, altos índices de ansiedad y desesperanza en el control del futuro, entre otras. Centramos nuestro análisis en una organización de mujeres mayas cuyas integrantes han experimentado la transición de su papel tradicional en la milpa, a gestoras de una microempresa cuya actividad principal es la producción y comercialización de horchata. Esta microempresa es una respuesta a las políticas de desarrollo que han privilegiado la incorporación de las mujeres rurales a proyectos productivos con la finalidad de cambiar sus condiciones de vida y de sus familiares.
Esa organización de mujeres ha conseguido un éxito importante en lo que se refiere a la gestoría de la microempresa, pero no a la transformación de sus relaciones cercanas. Es decir, los roles rígidos para cada sexo continúan siendo los referentes de su propia conciencia de ser. Ellas asumieron ser parte de una microempresa sin abandonar sus roles asignados por sexo, y esto les implicó organizarse de múltiples maneras para atender las responsabilidades socialmente asignadas. Sin embargo, durante su proceso de formación y consolidación como organización, algunas reflexionaron la importancia de la microempresa como plataforma para impulsar nuevas vivencias que antes ni siquiera pensaron. En consecuencia, son más flexibles con las nuevas formas de vida de las jóvenes que las alejan del maíz y milpa, reconociendo la importancia de que las generaciones actuales aprendan un oficio del cual puedan vivir, porque el campo “ya no da”. Estas mujeres apuestan por la formación de pequeños grupos de microempresas que puedan replicar su experiencia, porque en sus propios términos, ha sido un trabajo que les permitió continuar “cuidando” sus hogares, familiares y el solar. Es aquí donde volvemos a retomar la importancia del contexto situado como eje de análisis de las investigaciones cualitativas, porque nos muestra las resistencias, contradicciones, y nuevos discursos presentes en la conformación de representaciones sociales. Además de que estas nuevas historias y vivencias de las mujeres, se construyen precisamente de representaciones hegemónicas que habrá que revisar, de-construir y reconstruir desde su lugar como sujeto.
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