i un animal camina como león, ruge como léon y ataca como león, en cualquier parte del mundo sería un león. Pero no en el México de las elecciones de 2018. Aquí puede ser un tigre disfrazado de león o una jirafa que quiso parecerse a un león.
Las llamadas precampañas son en rea-lidad el inicio de las campañas. Y el periodo de intercampañas es la continuación de las campañas electorales por otros medios. Y las campañas que empiezan en abril… esas son la jirafa del león. Es decir, seis meses de campañas.
Pronósticos. Debido a un periodo tan vasto, las encuestas que miden la intención del voto pueden ser engañosas porque, como se sabe, expresan un instante en un proceso. Sí está claro desde luego que AMLO va punteando desde hace un buen tiempo y que desde el inicio de las campañas Anaya va en el segundo y Meade en el tercero. El reconocimiento del nombre, los negativos y positivos, y los temas que más preocupan a los ciudadanos son mejores predictores no del resultado final, sino de las estrategias electorales con las que comienzan los tres candidatos principales.
Hágame suyo. Que mas bien suena a bolero yucateco, expresa claramente el hilo conductor de la estrategia de Meade. Sin ser priísta y más bien buscando proyectar que justamente no lo es; Meade tiene un problema. Uno se imagina que la razón por la cual Peña Nieto lo prefirió como candidato no sólo eran los negativos que acumulaba el PRI y él mismo, sino porque suponía que este candidato jalaría un segmento panista con lo cual se posicionaría como el candidato antiAMLO. Otra estrategia habría sido destapar a un candidato priísta típico para mantener su voto duro; pero supongo que el cálculo fue que ese voto duro ya no les alcanzaba para ganar. El reto empero es que el voto panista lo ha amarrado bastante bien Anaya, y el voto duro priísta le está vendiendo caro su amor. A lo que se suma el rechazo amplísimo al PRI y al presidente.
Movimiento na, na, na. Anaya como candidato no canta mal las rancheras y es bueno para las tocadas. Y el mote de doble cara que le endilgan los priístas –sin morderse la lengua– habla bien de su habilidad política en corto. ¿Pero qué tal será como candidato? Antes tiene que resolver que los votantes panistas, perredistas y de Movimiento Ciudadano no migren hacia Morena. Consolidar la base votante de los tres partidos ha sido una operación delicada que aún no culmina. Ha estado en los lugares claves para asegurar esa base votante: Neza, Jalisco –con una baja relevante en Tlajomulco–, sur de Veracruz y la Ciudad de México.
El camarada Manuelovich. El tufillo anticomunista tan socorrido durante la guerra fría que se le endilgaba a la izquierda –el famoso oro de Moscu– sonó bastante trasnochado y ridículo. Resulta además insólito que el secretario de Estado estadunidense haya venido a México a hablar de orejas. Si se trata de buscar el oro de Moscú había que preguntarle al fiscal Robert Mueller qué ha hallado de la presunta intervención rusa en la campaña de Trump.
La estrategia de AMLO ha sido clara. Suponiendo que su techo entre 31 y 35 por ciento del voto efectivo no le da para triunfar contundentemente –como para disuadir cualquier intento de fraude–; ha establecido un estrategia que llamo molecular. Busca jalar personas, grupos y corrientes que al tiempo que le procuren los votos para un triunfo holgado, generen desconcierto en las filas de sus opositores. Le falta una pieza clave en esta estrategia casi gramsciana. La política del transformismo, es decir, de la decapitación intelectual de los opositores.
Por eso no me pareció buena idea lanzarse contra Silva Herzog y Krauze. Abiertos críticos de AMLO –pero también de muchos otros personajes políticos– son el tipo de intelectuales que tiene que convencer que no es un peligro para México.
¿Importa convencer a intelectuales públicos?, ¿se les puede convencer? Digo que sí y que son clave para los resultados electorales.
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