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¡Quienes no tengan miedo, que pasen a firmar por Marichuy!
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as redes de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno y a su vocera, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, así como la asociación civil Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos, que se integra para respaldar su candidatura independiente a la Presidencia de la República, han redoblado sus esfuerzos en estas semanas para recabar el apoyo ciudadano antes de vencer el plazo fatídico del 19 de febrero próximo. La unificación, el fortalecimiento y el impulso de estas redes, donde no existían, así como las articulaciones con organizaciones gremiales, estudiantiles, intelectuales –de muy diversa naturaleza–, que el CIG ha logrado en sus recorridos por el país, son ya conquistas de proporciones históricas, que van más allá del proceso electoral en curso.

En agotadoras jornadas en puntos centrales de muchas ciudades del país, en los que confluyen constantemente numerosas personas, los y las auxiliares por Marichuy se han impuesto metas de firmas a capturar, individuales y de grupo, para superar los parapetos estructurales y legales puestos por la partidocracia que protege celosamente el monopolio de las franquicias que les permiten gozar del erario en esa farsa electoral en la que nadie cree, ni mucho menos respeta o legitima.

Veteranos en esta tarea, que han rebasado las 300, 400 y 500 firmas por auxiliar, detectan en la ciudadanía el hartazgo y la indignación hacia los partidos políticos, hacia los gobiernos; permea en el imaginario social, la corrupción como característica inherente al ejercicio de la política; la idea de que todo esfuerzo organizativo, causa social o persona, terminará en más de lo mismo, ya que todos se pervierten.

Asimismo, en estos meses se observa que franjas de la sociedad, minoritarias, por cierto, siguen sosteniendo, pese a la rebelión del EZLN de 1994, visiones abiertamente racistas, clasistas y sexistas que se expresan en frases irrepetibles contra Marichuy, en particular, o contra los pueblos indígenas. Es más frecuente, en realidad, el racismo soterrado o el paternalista. Entre firma y firma, y en la reflexión de calle, entre mimos, payasos profesionales (que no son lo mismo), vendedores ambulantes, merolicos, teporochos, etcétera, es posible observar también a los autistas cibernéticos, particularmente jóvenes, a quienes nada parece perturbar, inmersos en el infinito mundo de… sus auriculares. Una mujer, por su indumentaria, de clase media, ante la invitación a dar su apoyo ciudadano, afirma enfáticamente, casi con orgullo: ¡yo nunca apoyo!

Pero, también, por fortuna, la claridad política y el deseo de cambios profundos en la vida del país por parte de las y los firmantes, hombres y mujeres de todas las condiciones sociales y generacionales, es fuertemente esperanzadora. Es frecuente que personas, a veces grupos familiares, se acerquen directamente a los y las auxiliares, credencial electoral en mano, expresando su voluntad de firmar para que las cosas sean distintas.

En todas las redes de apoyo al CIG existe la voluntad de llegar a la meta propuesta. Como en toda lucha de significados utópicos profundos, los sentimientos de solidaridad, camaradería y, sobre todo, el compromiso de no claudicar, ni cansarse, superan con creces las limitaciones materiales y organizativas, los aprendizajes tardíos y las críticas desde la cómoda barrera. Hay conciencia de los logros, y de que pase lo que pase, ese esfuerzo no se perderá en debates epidérmicos e insustanciales. Los pueblos originarios dan una lección de vida colectiva y de raigambre con la naturaleza que fija un rumbo civilizatorio hacia el futuro, más allá de coyunturas electorales.

La lucha de los pueblos originarios por la preservación de sus territorios, recursos naturales, saberes, identidades y formas de justicia y organización social por medio de autogobiernos que se fundamentan en la democracia directa y participativa, constituye la plataforma programática que da sustento y autoridad moral para seguir acompañándoles en los próximos derroteros. Mandar obedeciendo, el gobierno como servicio, la rotación de los cargos de autoridad, la rendición de cuentas, la revocación del mandato, la participación planeada y programada de mujeres y jóvenes, la reorganización equitativa y sustentable de la economía, la adopción de una identidad política anticapitalista y antisistémica y la búsqueda de alianzas nacionales e internacionales afines a ésta, se constituyen en las propuestas que durante estos meses se han estado reiterando en todos los espacios públicos donde se ha recabado el apoyo ciudadano, sobre todo, cuando la gente pregunta: ¿Cuáles son las propuestas del CIG y Marichuy?

El reto a la sociedad civil mexicana lanzado por los mayas zapatistas, por los pueblos y las comunidades que integran el Congreso Nacional Indígena y el CIG debe ser asumido con seriedad, inteligencia y sensibilidad. En particular, ese desafío histórico esta dirigido a la juventud que tiene en mente a su patria, sus pueblos, sus trabajadores y trabajadoras; emplaza a la academia, la ciencia y el arte que asumen el pensamiento crítico y la lucha social, por sobre el extractivismo y el productivismo neoliberal, que promueven la competencia y el individualismo exacerbados.

Es por ello que, parafraseando al general Emiliano Zapata, cuando instiga a sus camaradas a suscribir el Plan de Ayala, la asociación civil Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos convoca a todos y todas los auxiliares de Marichuy a potenciar al máximo sus energías hasta el último minuto del 19 de febrero; a la sociedad civil, a la ciudadanía consciente, a quienes no tengan miedo, los invita a firmar por la vocera del CIG para que por primera vez en la historia de este país aparezca en la boleta de elecciones presidenciales el nombre de una mujer indígena. Hasta que la dignidad se haga costumbre, nuestra lucha es por la vida, Arruinemos la fiesta de arriba con la rebeldía de l@s de abajo, rezan las consignas de las redes de apoyo. Así, sea.