Los vestigios fueron descubiertos en una tumba de Monte Albán, Oaxaca
Fue decorado con mosaicos de turquesa y conchas y, aunque lo hallaron destruido, se restauró
Esa calavera destaca en la exposición Mixtecos, la cual concluirá en junio en el Palacio Nacional
Martes 6 de febrero de 2018, p. 5
El 6 de enero de 1932 un equipo de arqueólogos encabezado por Alfonso Caso descubrió en Monte Albán, Oaxaca, una de las tumbas prehispánicas más hermosas de Mesoamérica: la número 7.
En ese emblemático sitio de los valles centrales del otrora imperio zapoteca, los investigadores encontraron referencias a la señora 4 Conejo Quetzal, princesa del señorío mixteco de Teozacualco, quien se casó con el señor 5 Flor, príncipe del reino de Zaachila, alrededor del año 1280 de nuestra era.
En la tumba se halló una fastuosa ofrenda para celebrar la alianza matrimonial entre la nieta de esta pareja (la señora 6 Agua) y un príncipe de la dinastía de Tilantongo (en la Mixteca Alta) hacia 1330.
El más importante de los restos humanos descubiertos ahí fue un cráneo decorado con mosaicos de turquesa y conchas, que ahora se puede admirar en la exposición Mixtecos: Ñuu Dzahui, señores de la lluvia, que se presenta en la galería del Palacio Nacional.
Oro, turquesa, jade y concha
Alfonso Caso y su equipo encontraron la calavera destruida en parte, colocada sobre una base de pasta de igual composición a la que se empleó para adherirle mosaicos de oro, turquesa, jade y concha. Pequeñas plaquitas de turquesa dejaron huellas en las partes de donde se desprendieron, lo que facilitó su restauración.
Del lado derecho, cubriendo en parte los dientes del maxilar superior, hay plaquitas de concha roja que simulaban los dientes y en las órbitas están puestos dos discos de concha con una perforación circular concéntrica. Las órbitas están rellenas de pasta formando un cono hacia el interior.
Según los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las cavidades circulares fueron cubiertas para figurar la pupila, con los dos discos de concha roja.
En el agujero de la nariz tenía insertado un objeto fusiforme de concha blanca que, sin duda, representa un cuchillo de pedernal y es un adorno constante en los cráneos que aparecen representados en los códices mixtecos
, explican.
Debido a su color y textura, la turquesa fue un material de gran valor entre los antiguos artesanos de Oaxaca.
Hasta ahora no conocemos de la existencia de yacimientos de turquesa en la región, así que debió de ser exportada desde las lejanas llanuras del norte de México, a través de las redes de intercambio y comercio que exis-tían en el Posclásico
, sostiene la arqueóloga Nelly M. Robles García (curadora de Mixtecos: Ñuu Dzahui, señores de la lluvia) en un artículo publicado en el número 143 de la revista Arqueología Mexicana.
“Es probable que la turquesa haya sido trabajada en talleres de artesanos especializados en Oaxaca misma; la evidencia arqueológica y algunas fuentes documentales lo refieren así. En varias regiones y sitios de Oaxaca se han encontrado máscaras y artefactos de madera decorados con incrustaciones de turquesa por ejemplo, en cuevas de la región de la Cañada, de la Sierra Mazateca o en las tumbas de Zaachila.
“Además, en el Códice Mendocino y en la Matrícula de Tributos se menciona que los pueblos de Yohualtepec, Ehuacalco, Tzilacaapan, Patlanallan, Ixicayan e Ichcaatóyac, todos ellos en la región de la Mixteca Baja, debían dar a la Triple Alianza como tributo: ‘diez rostros de piedras ricas de azul turquesa’, además de ‘un envoltorio grande de las dichas piedras de azul’. La maestría y habilidad de los artesanos mixtecos en la manufactura de máscaras y otros objetos debió ser apreciada entre la nobleza mexica de Tenochtitlán.”