Opinión
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Apostándole al verbo
E

n un principio fue la palabra… y el cineasta Aaron Sorkin se ha esmerado en rendir culto en sus guiones para cine y televisión. Era previsible, pues, que Apuesta maestra, su debut como realizador, fuera un maratón de verborrea. En sus primeros 10 minutos la película nos informa lo que debemos saber sobre la competencia olímpica de esquí, al grado que uno pensaría que se ha metido a la proyección equivocada. Pero no. Se trata de un detallado preámbulo explicativo sobre cómo el personaje de Molly Bloom (Jessica Chastain) llegó a desarrollar su inflexible carácter.

Será su constante voz en off la que nos contará cómo llegó a ser una exitosa organizadora de juegos clandestinos de póquer, primero en Los Ángeles, con clientes de pura cepa hollywoodense, y luego en Nueva York, entre rusos sospechosos y mafiosos. El ser arrestada con lujo de rudeza por la FBI la obliga a buscar a un abogado reticente, Charlie Jaffey (Idris Elba), a quien debe convencer de tomar su caso como defensor.

Basado en un caso real, el guion de Sorkin no deja resquicio sin explorar en cuanto a la monomaniaca actividad de su protagonista. Y su habilidad para el verbo, para la frase ingeniosa, para el dato curioso que nos lleva a suponer que uno debería estar tomando notas. El juego verbal es tan intenso que sostiene el interés durante una duración excesiva de dos horas y 20 para una historia que hubiera tomado bastante menos si no se hablara tanto.

Ahora bien, Sorkin no ha desarrollado una capacidad visual a la altura de su talento para el diálogo expositivo. Las comparaciones son odiosas, ni modo, pero recordemos lo que hizo Martin Scorsese con un tema similar en Casino (1995), en la que el empleo de las voces en off alcanza la frecuencia empleada por Sorkin. Todos los mecanismos de ganancia de un casino de Las Vegas eran explicados con lujo de detalle sin embargo, estaban acompañados por una pirotecnia visual que ha sido la marca registrada de Scorsese. En cambio, el director novato se conforma con crear una atmósfera correcta de encierro y centrarse en su no tan fascinante personaje. (Los únicos alardes formales son unas gráficas digitales que ayudan a entender cuáles son las manos ganadoras en el póquer. Aunque el juego en sí le importa bastante poco.)

Si bien Chastain ha probado ser una actriz capaz, en un par de títulos anteriores –La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012), Sola contra el poder (John Madden, 2016)– ya había ensayado un personaje similar, absolutamente concentrado en su deber, sin lugar para las relaciones personales (ya no digamos amorosas). En el caso de Apuesta maestra, su interpretación de Molly es tan rígida y distante que el personaje nunca consigue conmovernos ni cuando está pasando por sus peores momentos (una drogadicción nunca palpable, el ataque violento de unos mafiosos italianos).

Una fallida secuencia entre Molly y su padre autoritario (Kevin Costner) trata de explicar sus motivos en una sesión exprés de sicoanálisis. Que ella siempre haya querido retar la autoridad y el poder masculinos resulta una revelación demasiado tardía. Y anticlimática. En este caso, Sorkin apostó todo a su reina… y acabó resultando un bluff.

Apuesta maestra

(Molly’s Game)

D: Aaron Sorkin/ G: Aaron Sorkin, basado en el libro homónimo de Molly Bloom/ F. en C: Charlotte Bruus Christensen/ M: Daniel Pemberton/ Ed: Alan Baumgarten, Elliot Graham, Josh Schaeffer/ Con: Jessica Chastain, Idris Elba, Kevin Costner, Michael Cera, Jeremy Strong/. P: STX Entertainment, Huayi Brothers Pictures, The Mark Gordon Company, Pascal Pictures, Entertainment One. EU, 2017.

Twitter: @walyder