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Disquero
El músico Gustav Klimt
 
Periódico La Jornada
Sábado 3 de febrero de 2018, p. a16

Gustav Klimt interpreta una obra musical: la Novena Sinfonía de Beethoven.

Como todo buen músico, va a las fuentes originales y toma como punto de partida dos versos del poema de Friedrich von Schiller:

Freude, schöner Götterfunken: hermosa chispa divina y:

Diesen Kuss der ganzen Welt!: ¡este beso al mundo entero!

Va más lejos: toma el verso original, el título primigenio del poema de Schiller: Ode an die Freiheit: Oda a la Libertad.

Pincel/batuta, colores/notas musicales, paredes murales/partitura, Gustav Klimt hace sonar la historia de la humanidad en su búsqueda eterna y perentoria: su camino hacia la felicidad.

Es decir, ejecuta lo que puso en música Beethoven, lo que puso en letras Schiller: la historia de la humanidad en busca del sentido de la existencia.

Narra con imágenes lo que Ludwig van Beethoven hizo, sordo, con notas musicales.

Esa música sorda, la de Gustav Klimt. Esa música ensordecedora, la de Ludwig van.

Esa obra vive en Viena. Allí suena.

El Pabellón de la Secesión aloja las obras, entre ellas el Friso de Beethoven, de Gustav Klimt, que crearon quienes integraron el movimiento artístico que fundó y dirigió Gustav Klimt al morir el siglo XIX y fundar el XX, Secesión, se llama ese movimiento artístico y el edificio del mismo nombre se puede visitar en Viena gracias a que no se cumplió el designio original: lo allí creado sería arte efímero; al igual que un mandala budista, sería destruido luego de ser mostrado.

No haber sido completado fue su sino: ¿cómo destruir lo no completado? No se puede destruir lo que no existe.

Ah, ¿y a qué viene todo esto? ¿No es esta una sección dedicada a la música? ¿De cuál fumó ahora el Disquero?

De la buena: de la golden, porque Gustav Klimt, después de Giotto, es el gran maestro del dorado (golden), del uso del oro en sus óleos.

Incorporó el pan de oro al arte pictórico, esas láminas muy finas obtenidas a partir del martillado de planchas de oro.

Uno: hoy conmemoramos el centenario de cuando Gustav Klimt abandonó el cuerpo físico.

Dos: la recomendación discográfica de hoy es, en consecuencia: la Sinfonía 9 de Beethoven, en las versiones de Nikolaus Harnoncourt y Wilhelm Fürtwangler, que se consiguen en Spotify, en iTunes, en YouTube. Doquier.

¿Por qué con ellos?

Pus nomás. Nocierto, elegimos las versiones de Harnoncourt y Fürtwangler porque ellos destacan entre el montón de eminencias que entienden a Beethoven.

Harnoncourt y Fürt (así, de cariño, como es llamado entre quienes lo amamos; y entonces Harnoncourt pasa ahora a ser: don Har) son, en el humilde juicio (perdido) del Disquero, quienes están más próximos, equidistantes, a Klimt y a Beethoven.

Veamos y escuchemos el porqué:

Gustav Klimt interpreta a Bee-thoven de manera semejante a como lo hace don Jar (Harnoncourt): un uso libérrimo de los tempi, una narrativa nueva, diferente, un sentido del pathos monumental (aunque suene tautológico en el caso de Klimt, cuyo arte siempre está ligado a la arquitectura), un concepto, una idea, un discurrir en el interior de quien escucha, y ve, en ambos casos, pues a estas alturas ya podemos afirmar que, sinestesia aparte, podemos escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven viendo la sección titulada El Beso, en el Friso de Beethoven, de Klimt, así como podemos mirar esa sinfonía al escuchar la versión de Harnoncourt.

Permítanme, prendo otro churro jamaicano, y continúo:

Algo similar sucede cuando don Fürt (Fürtwaengler) está a la batuta y escuchamos, entre el gis del tornamesa, pues se trata en muchos casos de grabaciones muy antiguas, conservadas así en el inteligente proceso de edición discográfica, las ondulaciones doradas propias de los pliegues que hacía sonar don Klimt en sus frescos, óleos, murales y miniaturas.

Foto
El Beso, último tramo del Friso de Beethoven de Gustav Klimt (1862-1918).El próximo martes se cumplirá el centenario luctuoso del célebre pintor austriacoFoto tomada del libro Gustav Klimt: obras completas, publicado por Taschen

Los expertos museógrafos, los historiadores de arte, ora sí que los estudiosos, exclaman a coro: en la sección titulada El Beso (variante obvia de El Beso, la obra capital de Klimt), “el coro de ángeles celestiales en el fondo de El Beso parece flotar en el aire”.

Al especialista Christoph Grunenberg le parece una contradicción esa escena (que equivale en su belleza al movimiento lento de la Novena de Beethoven, quien instruye en la partitura: adagio molto e cantábile –el acento lo puso el árbitro: es arbitrario), pues según él, los amantes que se abrazan y se besan están aislados, en su erótica alegría, del resto de la humanidad, cuando, al contrario, Schiller habla de este beso al mundo entero.

Tenía que llegar Octavio Paz, con su Piedra de Sol: el mundo nace cuando dos se besan.

Schiller: Diesen Kuss der ganzen Welt!

Ese beso al mundo entero.

Dilema resuelto.

Y eso suena cuando Nikolaus Harnoncourt empuña la batuta, Wilhelm Fürtwaengler danza hierático en el podio y Gustav Klimt acaricia a su gato y sonríe, frente a la obra inacabada: su Friso de Beethoven.

El amor puro, dicen a coro los expertos cuando analizan el pasaje titulado El Beso de ese friso: las artes conducen hasta un reino ideal en el que sólo nosotros podemos encontrar la pura alegría, la pura felicidad, el amor puro. Coro de ángeles del Paraíso.

Adagio molto e cantábile: la belleza duerme. Ahora El Beso de Klimt está en posición horizontal, la cabeza de ella sobre el pecho de él. Respiran sus respiraciones mutuas. Duermen. Cantan. Flotan. Antes: scherzo, molto vivace: se escucha en la sección de violonchelos la suave melodía de la ropa de ella al caer desde las manos de él. Klimt los ha dibujado cual paparazzi que viene de Viena, en medio de un viento suave que entra por la ventana, aroma de amor, cuasi palindroma como paloma y en la sección de alientos madera se escucha la música del agua: ella se baña, hermosa chispa divina: schöner Gotterfunken.

Klimt. Gustav Klimt. Para muchos parecería obvia la sinonimia música = pintura si nombran a Paul Klee, a Vasily Kandinsky, no así cuando decimos Klimt, sí así cuando observamos, ora sí que con otros ojos, los del corazón, el último tramo, allegro assai, del Friso de Beethoven, titulado El Beso: y es así como escuchamos al coro de ángeles que no son otra cosa sino las sopranos entre la multitud del coro.

Con su inmensa carga erótica, sus mujeres plenas de misterio, ángeles cruzados de animalidad, su maestría en representar el misterio femenino como en sus dos versiones de esa obra maestra titulada Die Musik, con su manera de mirar que es una manera de sonar y de soñar, celebramos este día al músico don Gustav Klimt, quien intuyó, premonizó, dibujó el verso de Friedrich von Schiller que premonizó a su vez el verso de Octavio Paz y que describe El Origen de la Música y parafraseamos así: el mundo nace cuando nos besamos, mi alma.

Suena entonces la Novena Sinfonía de Gustav Klimt, en la versión de Beethoven, que es lo mismo que decir: El Beso, de Klimt, en la versión de Beethoven.

Suena entonces la alegría, esa hermosa chispa divina.

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