n puño izquierdo en alto y cuatro rostros emergen de un mapa de la República Mexicana. De izquierda a derecha y de arriba abajo los profesores Arturo Gámiz, Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas y Misael Núñez Acosta miran un horizonte diferente. Abajo, como si se tratara de la base de una pirámide que sostiene el país, aparece el acrónimo de la organización a la que representa el emblema: CNTE. Ese es el escudo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Los cuatro educadores a los que la coordinadora honra en su enseña fueron maestros rurales revolucionarios y organizadores populares comprometidos a fondo con las luchas por la liberación nacional. Todos dieron su vida por la causa en la que creían. Son su fuente de inspiración.
Curiosamente, sólo uno fue fundador de la CNTE: Misael, hijo de una familia de campesinos pobres de religión pentecostal, estudiante en las normales rurales de Mexe y Tenería, y, al mismo tiempo, asesor de sindicatos obreros independientes, organizador de uniones de colonos, director de escuela y líder magisterial democrático.
A Misael lo mataron el 30 de enero de 1981. Eran cerca de las siete de la tarde cuando tres pistoleros a sueldo se estacionaron frente al local en que maestros y colonos realizaban una asamblea en Tulpetlac. Iban a bordo de un Chrysler LeBaron. Cuando reconocieron a Misael, le vaciaron el cargador de una Colt .45. Cuatro disparos le robaron la vida, a escasos 100 metros de la escuela primaria Héroes de Churubusco.
Sus asesinos materiales, los pistoleros (dos de ellos ex agentes judiciales del estado de México), Rufino Vences Peña, Jorge Mejía Pizaña y Joel Vences Hernández, confesaron que fueron contratados por Clemente Villegas, jefe de una banda de porros y secretario particular de Ramón Martínez Martín, en esa época secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
El día de su asesinato, Misael Núñez preparaba con padres de familia y colonos el estallido de una suspensión indefinida de labores del magisterio del estado de México, inscrita en un paro nacional. Una de las principales afectadas por su labor era Elba Esther Gordillo, la cacique sindical de los trabajadores de la educación en la entidad. Designada por Carlos Jonguitud para dirigir la sección 36 durante el periodo 1977-1980, saltó de allí a la dirección nacional del gremio. Como señora feudal, dejó a cargo de su dominio a Leonardo Rodríguez, un oscuro personaje cuya única cualidad visible era la de ser incondicional de la maestra y servirle de chofer. Desde entonces, la sombra del homicidio ha perseguido a la chiapaneca.
En 2002, Carlos Jonguitud declaró a La Jornada que Elba Esther había sido la responsable intelectual del crimen de Misael. “Creo –expresó a Rosa Elvira Vargas y a Jenaro Villamil– que en la lucha Elba es capaz de muchas cosas. Yo digo que si esta entrevista la estuviera oyendo o viendo, ustedes o yo tendríamos que pagar el pato”. Días después, el deteriorado Pigmalión reculó en sus acusaciones.
La CNTE siempre señaló a la maestra como una de las responsables del homicidio de su compañero. En plena insurgencia magisterial en el estado de México, en un mitin efectuado el 13 de noviembre de 1980 en Tlalnepantla, Elba había amenazado a varios de sus dirigentes: Los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea
, dijo belicosa.
En agosto de 2002, un grupo de maestros democráticos provenientes del estado de México (entre ellos Pedro Ramírez, Teodoro Palomonio, José González Figueroa y Ramón Couoh) denunció a Elba Esther como probable autora del crimen de Misael y de la guerra sucia contra el magisterio ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp). El 27 de noviembre la maestra compareció ante los fiscales. La fiscalía había preparado un cuestionario de 126 preguntas. Sin embargo, una hora antes de la comparecencia, Ignacio Carrillo, titular de la Femospp, recibió una llamada de la Secretaría de Gobernación, a cargo de Santiago Creel. El interrogatorio se redujo a unas cuantas preguntas. El cuestionario no tenía filo. Ella se reservó su derecho a declarar. Meses después el caso se desechó.
De sangre y temperamento huasteco, siempre con los zapatos impecablemente boleados a pesar del polvo de las calles de Ecatepec, inteligente, disciplinado y buen orador, Misael dejó profunda huella en el magisterio democrático. La CNTE no perdona que su crimen siga impune. Y no ha quitado el dedo del renglón en la responsabilidad que Gordillo tiene en el asunto. No en balde, en el contexto de la conmemoración del 37 aniversario de su asesinato, la CNTE planea efectuar una jornada de lucha contra la Ley de Seguridad Interior.
Desplazada de la conducción del SNTE por el gobierno de Enrique Peña Nieto, haciendo política desde su prisión domiciliaria, la maestra busca ahora recuperar la conducción del sindicato y ajustar cuentas con quienes la detuvieron apoyando a Andrés Manuel López Obrador como candidato a la Presidencia. Lo hace mediante las Redes Sociales Progresistas, dirigidas por su yerno, ex subsecretario de Educación y operador Fernando González, por el golpeador callejero y ex secretario general Rafael Ochoa, y por el ex funcionario panista en la Secretaría de Gobernación y hombre de los casineros Juan Iván Peña Neder (estrechamente asociado al empresario Luis Carlos Urzúa y al senador Roberto Gil Zuarth, quien recientemente mandó un guiño al abanderado de Morena). Los hilos invisibles que unen en un proyecto político-magisterial al gordillismo y a una figura que nada tiene que ver con los profesores como Peña Neder pasan por los intríngulis del traslado de Elba Esther a su casa.
Parte del magisterio democrático ve en la rehabilitación política de la maestra a través de Morena un acto de inevitable pragmatismo electoral. Sin embargo, para no pocos docentes, es un trago muy duro de pasar. Y, para otros más, que hacen política por afuera de las instituciones, es como la segunda muerte de Misael Núñez Acosta, 37 años después de la primera.
Twitter: @lhan55