Cultura
Ver día anteriorMartes 30 de enero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

La narradora, quien cumplirá 90 años, será homenajeada en el Palacio de Bellas Artes

Amparo Dávila celebra la inspiración inagotable del quehacer literario

¿Qué más puedo pedir?, sólo un poquito de salud para continuar, dice a La Jornada

Todo me emociona; un árbol, una calle, un perfume, un pan y a partir de una idea básica surge un cuento

Foto
En mi camino me encontré con decenas de literatos que se volvieron mis favoritos: Julio Cortázar, Juan José Arreola, Agustín Yáñez, Juan Rulfo... no terminaría de nombrarlos, cita Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 1928), en su estudio, durante la charla con La JornadaFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de enero de 2018, p. 6

Durante febrero el Palacio de Bellas Artes será escenario de varios actos en honor de la escritora Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 1928), quien el 21 del próximo mes cumplirá 90 años.

En entrevista con La Jornada, Amparo Dávila apunta: ¿quién piensa que va a vivir tanto?

La literatura, define, “es la habilidad imperiosa de expresarse, de relatar algo, interior, exterior, cuya fuente de inspiración es inagotable. Por eso me siento tan conmovida con la vida, porque después de tanto tiempo, mis textos aún siguen vigentes.

¿Qué más puedo pedir?, sólo un poquito de salud para continuar.

Explica que no hay una hora propicia para escribir. Soy muy enérgica, puedo comenzar a hacerlo al despertar o incluso en la noche, justo antes de dormir. Hay que plasmar las ideas en el momento que surgen.

La autora es conocida por explorar temas como la locura, el peligro y la muerte, generalmente relacionados con la mujer de protagonista. Aunque para ella no hay un ejemplar o personaje favorito.

Primer atisbo a la lectura

A los autores jóvenes, Dávila les sugiere no demeritar su oficio ni desalentarse.

“Un escritor debe continuar con su actividad cuando verdaderamente tenga la necesidad de escribir y nada más.

En mi camino me encontré con decenas de literatos que se volvieron mis favoritos: Julio Cortázar, Juan José Arreola, Agustín Yáñez, Juan Rulfo... no terminaría de nombrarlos.

En el estudio de Amparo Dávila, donde se desarrolla la charla, habitan centenares de libros, sobresalen las imágenes de Julio Cortázar y Franz Kafka, así como un cuadro con la inscripción Hai Excomunion, reservada a su santidad, contra qualesquiera personas, que quitaren o enagenaren algún libro, pergamino, o papel de esta bibliotheca, sin que puedan ser absueltas, hasta que esta esté perfectamente reintegrada.

“No sé cuántos libros puedan ser, pero sí que recuerdo mi primer acercamiento literario: a los siete años me trasladé a San Luis Potosí, estudié en un colegio religioso donde todos los días leíamos pasajes bíblicos. Entonces quedé impactada con el ejemplar El cantar de los cantares de Salomón.

“Eso marcó mi vida por completo. Así, lo primero que escribí fueron unos salmos, pero ya no religiosos, sino profanos y un poco de poesía. Entonces una de mis maestras me invitó a un taller literario.

“Después presenté mis textos a los asistentes y empezaron a gustarles. Mis primeros escritos aparecieron en la revista Estilo, la cual fundó el gran escritor Joaquín Antonio Peñaloza”, rememora.

Fue en 1950 cuando Amparo Dávila publicó –alentada por Peñaloza– Salmos bajo la luna, su primer poemario. La verdad, me negaba a publicar, porque nada sabía al respecto. Solía pensar que lo que escribía un autor era para sí mismo.

Sin embargo, la cuentista comenzó a mostrar una habilidad creativa que la acompañaría siempre: su sensibilidad. Soy una persona muy sensitiva, me inspira todo. Me emociono con muchas cosas. Puedo ver un árbol, una calle, oler un perfume, un pan y a partir de una idea básica surge un cuento.

Aunque el camino no fue sencillo, pues cuando el padre de Amparo Dávila supo que su hija quería dedicarse a la escritura, le dijo: No es una profesión para mujeres. En primer lugar, se necesita cultura e inteligencia. Si quieres vete a la ciudad, pero no hagas el ridículo.

Sin embargo, Amparo replicó: La cultura se adquiere y no soy tonta, pues soy tu hija.

En contraste, su madre decidió acompañarla a la capital del país en 1954. Ese año se desempeñó de secretaria de Alfonso Reyes y publicó las obras Meditaciones a la orilla del sueño y Perfil de soledades.

Con su primer libro de cuentos Tiempo destrozado (1959), dedicado a su padre, demostró que no hizo el ridículo.

“Obtuve en 1977 –prosigue– el premio Xavier Villaurrutia con Árboles petrificados, ejemplar integrado por 12 cuentos. Fue un honor recibir ese galardón. Sin embargo, no puedo demeritar alguna obra o personaje. Todos tienen algo muy especial: así como mis dedos, cada uno es importante.”

Por su parte, Luisa Coronel Dávila, hija de Amparo Dávila, comparte la admiración por su madre. Es una guerrera que ha pasado por diversos acontecimientos, como las pérdidas físicas de varios seres queridos, pero pese a todo sigue de pie. Como menciona en algunos de sus escritos: siempre ha vivido a salto de mata.

El homenaje a la narradora, en el máximo recinto cultural del país, comenzará el miércoles 14 de febrero con la charla Reflexiones sobre el cuento (sala Adamo Boari, 19 horas).

Luego, el martes 20 de ese mes, la autora de La señorita Julia será celebrada en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes (19 horas).

Asimismo, el 4 de marzo a las 16 horas se efectuará Homenaje a Amparo Dávila, acto de lectura en voz alta en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.