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Economía moral

Nuevo libro de Meghnad Desai, critica la teoría económica y a los economistas/ IV

El ocaso del keynesianismo. Desai busca nuevas respuestas a las crisis

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n el capítulo 5 del libro Arrogancia desmesurada (Siglo XXI editores, 2017), su autor, Meghnad Desai (MD) relata el ocaso del keynesianismo, ocasionado por varios hechos, entre ellos: 1) El sistema monetario de la posguerra (acordado en Bretton Woods) que fijaba el tipo de cambio fijo de 35 dólares por onza de oro, fue eliminado por Nixon en 1971, presionado por la guerra de Vietnam, la demanda de Francia de que Estados Unidos le cambiara por oro sus dólares, y el creciente déficit comercial estadunidense:

“Por primera vez en 300 años no había oro ni un ancla basada en el oro, que guiara a las naciones sobre cuánto dinero emitir. Cada país quedaba ahora libre para emitir tanto dinero como se lo permitiese su política… Una vez que los tipos de cambio fijos fueron sustituidos por tipos de cambio flexibles, el dólar se convirtió en la única ancla del sistema monetario internacional. Esto le dio al dólar un privilegio señorial. Todos los países quisieron mantener reservas en dólares, que se volvieron universalmente aceptables en el comercio internacional… lo que le permitió a Estados Unidos emitir más moneda en relación a su ingreso que otras economías. Este fue el privilegio del cual las naciones europeas no pueden gozar y por lo cual se quejan” (p. 137; combino mi traducción con la de Siglo XXI).

2) El aumento brusco de los precios del petróleo provocado por el embargo petrolero decretado por los países árabes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) contra las naciones que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kipur en 1973, lo que provocó inflación y recesión. 3) El aumento (en los Estados ricos) de la participación de los salarios en el ingreso nacional y la consecuente baja de la participación de las ganancias. Dice MD que en cierta forma, la inflación era un tranquilizante que aliviaba el problema de la lucha entre el trabajo y el capital por sus participaciones en el ingreso nacional. De hecho, el debate en torno a la curva de Phillips puede entenderse de esta manera. ¿Podrían los trabajadores ser engañados con aumentos salariales nominales que podrían después ser recuperados vía la inflación? (p. 138, mi traducción). 4) La combinación entre una nueva crisis económica, que se puede explicar por la baja en la tasa de ganancia, y la inflación, dio lugar al nuevo fenómeno de la estanflación que niega la lógica de la curva de Phillips. (Para el contenido de la curva de Phillips véase gráfica).

Estos hechos provocaron cambios en las ideas dominantes. Los ingresos fiscales de los gobiernos, abatidos por la recesión, no les permitían seguir la receta keynesiana de más gasto para reducir el desempleo. Los déficits gubernamentales se volvieron endémicos. Los países occidentales se encontraron en crisis fiscal. MD añade:

Los monetaristas clamaban por una reducción del déficit como medio para controlar la oferta monetaria. Esto implicaba controlar el gasto público en vez de expandirlo para disminuir el desempleo. Fue en esta coyuntura que las teorías keynesianas perdieron terreno no sólo en la academia, sino también en la política. Los años 70 vieron el surgimiento de políticos de derecha dedicados a recortar la oferta monetaria y restringir el gasto público para curar los problemas de la estanflación. Thatcher, Reagan y Kohl doblaron las campanas por la muerte del consenso keynesiano. (p.140, traducción con cambios)

En esta década, relata MD, renacieron las ideas de Hayek y las marxianas, éstas sobre todo en el debate popular. Los marxistas habían sido marginados porque Keynes tenía la reputación de haber curado al capitalismo de sus crisis recurrentes. Los trabajadores, en vez de pauperizarse habían prosperado con el pleno empleo y los altos salarios. Ahora, con una crisis de alta inflación y desempleo creciente –estanflación– los críticos marxistas se leyeron más ampliamente. Los marxistas tenían que explicar la era de prosperidad sin crisis, en lo cual, de acuerdo con MD, el más articulado fue Ernest Mandel, quien vio que el periodo era la fase de ascenso de una onda larga de Kondratieff, explicada por cambios tecnológicos y demográficos. MD sostiene que los pronósticos de Mandel se cumplieron y que, al final de cuentas, el final del auge y la crisis se originó por la baja en la tasa de ganancia. El keynesianismo desapareció cuando el nivel de empleo dejó de interesar a la política pública obsesionada por el control de la inflación, narra MD. También describe el nacimiento de la llamada ‘nueva economía clásica’, a la que califica de juguete, basada en expectativas racionales y otras ‘linduras semejantes’.

En los últimos capítulos (seis y siete) de su libro, MD aborda la nueva globalización y busca una nueva respuesta a las crisis capitalistas. Los economistas creyeron, dice, que la prosperidad que la Gran Moderación (cuando las polémicas entre los economistas perdieron fuerza y la mayoría se adscribió a la nueva macroeconomía clásica) había resuelto el problema y permitía que siempre hubiera crecimiento. Describe, como excepciones, la crisis de México de 1994-95 y la asiática de 1997, pero omite el estancamiento de la economía japonesa desde los años 90. El predominio del crecimiento que estuvo acompañado de crédito barato y de bajísima inflación, se atribuyó al ‘entendimiento ‘superior’ que (supuestamente) los economistas habían adquirido del funcionamiento de los mercados. Relata que, con bajas tasas de interés, se de-sató una búsqueda frenética de nuevos instrumentos financieros que arrojaran mayores rendimientos y una especulación creciente, lo que estaría asociado a la quiebra financiera (crash) de 2008. Si el mercado siempre sabe bien, lo hace bien todo, como sostenían los economistas, ¿por qué se sorprendieron, reflexiona, frente al colapso de las acciones de empresas previamente muy rentables? Narra que uno de los problemas que reconoció Alan Greenspan, quien había sido presidente de la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos) entre 1987 y 2006, y uno de los líderes de la revolución financiera, la globalización y el largo auge, se retractó (después de estallada la crisis) de muchas de sus ideas y sostu- vo que uno de los problemas es que los modelos económico-matemáticos se alimentaron sólo con datos de las dos décadas previas, que habían sido de euforia económica. En palabras de MD: las técnicas matemáticas escondían una visión miope y el futuro se predecía como igual al pasado reciente. Desai termina el capítulo afirmando que “no hay leyes permanentes en la teoría económica. Sólo verdades históricamente contingentes.

El capítulo siete es un intento de MD de hilar lo analizado a lo largo del libro para intentar una explicación que rescata ideas de economistas olvidados y cambia la mirada: mira adonde nadie mira. Dice MD que todos los economistas de la corriente principal terminaron pareciendo pelear por tener un asiento en un tren que ya partió. Construye su explicación sobre la base de: a) los ciclos largos de Kondratieff/ Schumpeter; b) la idea de Marx-Goodwin de ciclos de mediana duración en las participaciones de los salarios y el capital, que Piketty extendió a ciclos largos; y c) la teoría de Wicksell/Hayek de ciclos cortos originados por la brecha entre la tasa de interés de mercado y la ‘tasa natural’. La última sección del capítulo es una reflexión de Desai, en mi opinión muy poco elaborada, sobre si el futuro es sombrío. Un gran libro de un gran autor. Mucho que aprender para economistas y legos.

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