n varios momentos de las 10 jornadas de mercado de la primera quincena de enero, el Brent –crudo que hace las veces de marcador global– cotizó arriba de 70 dólares por barril. Hubo que esperar hasta el lunes 15 para que la cotización de cierre quedase registrada encima de esa cifra. Se juzga probable que esta fecha marque el final del ciclo de mercado iniciado hace tres años y medio, el 19 de junio de 2014. Entonces el Brent inició, desde la cota de 115.16 dólares por barril (dls/b), una larga declinación que lo llevó a un mínimo de 27.88 dls/b el 20 de enero de 2016. Vino después la accidentada cadena de altibajos que ha mantenido en vilo al mercado por un lapso más prolongado que el que hubiesen deseado todos los operadores y analistas, excepto los especuladores –quizá los que más obtuvieron de una situación incierta y revuelta, provocada en gran medida por ellos mismos.
Detrás de la notable alza de año nuevo de las cotizaciones del crudo se encuentran numerosos factores. Es desafortunado que uno de ellos, cuyo aporte parece haber sido importante para la magnitud y oportunidad del aumento, haya sido la fiebre especulativa. “En el momento en que los precios alcanzan niveles no vistos desde el comienzo del desplome de finales de 2014, un mayor número de actores del mercado advierte que quienes operan las ‘mesas de dinero’, desde Mayfair hasta Connectitut, duplican sus apuestas en favor a la alza del crudo a pesar del riesgo de que este exceso provoque una precipitada toma de utilidades.” (David Sheppard, Oil betting funds are having their cake and eating it
, Financial Times, 16/1/18) Este tipo de especulación es viable y redituable porque los funda-mentales del mercado apuntan ahora hacia el equilibrio.
Del lado de la demanda, se espera en 2018 el impulso derivado de la generalizada reactivación económica del momento que todos celebran y cuyas fragilidades todos advierten pero, al menos por el momento, pasan por alto. Así, la Agencia Internacional de Energía (AIE) –en cuyo portal, consultado el 23 de enero, México aún no figura como miembro a pesar de que tal ingreso ha sido celebrado varias veces por la Secretaría de Energía– reitera que en el año la demanda mundial de crudo, con alza de 1.3 millones de barriles diarios, alcanzará un promedio de 99.1 millones de barriles diarios (mbd), a corta distancia del mítico nivel de 100 mil millones que, de no ser por sus consecuencias sobre el cambio climático, ofrecería un motivo más de regocijo. Esta alza se concentrará casi por completo en las economías emergentes y en desarrollo.
Del lado de la oferta, la mejoría de las cotizaciones provocará aumentos considerables en la producción fuera de la OPEP, en especial en Estados Unidos, Canadá y Brasil. Las continuadas declinaciones en Venezuela, casi catastrófica, y en México, incapaz de superar su prolongada contracción, además de las caídas imprevistas, facilitarán el equilibrio del mercado. La AIE estima para 2018 una oferta total entre 99 y 99.5 mbd, un tercio de la misma proveniente de la OPEP.
La estadística de producción mexicana de crudo ofrecida por Pemex llega hasta noviembre. Éste fue el quinto mes consecutivo con registro inferior a 2 mbd, lo que supone una pérdida de más de 250 mil barriles diarios respecto de los volúmenes promedio de 2013 y 2014. Si esta reducción involuntaria contase como contribución al esfuerzo de control de oferta de los productores podría argüirse que México es quizá el exportador de crudo que más ha contribuido al equilibrio del mercado. La cifra de Pemex en noviembre (mil 867 mbd) coincide con la de producción nacional de la CNH. Hasta ese mes, la producción de crudo que no provenga de Pemex sigue siendo cero. La CNH celebra, sin embargo, que “se esperan inversiones por más de 60 mil millones de dólares en contratos petroleros… para los próximos 25 años”. No ofrece cifras de la producción adicional esperada ni de las fechas previstas. En 2018 la declinación continuará.
En 2018-19 Estados Unidos se convertirá en el mayor productor mundial de crudo tras la vía libre, los estímulos fiscales y el desarme regulatorio que Trump ha ofrecido a la industria petrolera. La AIE prevé que llegue en 2018 a una media anual de 10.3 mbd –que marcará el más alto promedio anual en la historia
– y alcance los 11 mbd en noviembre de 2019, con lo que dejará atrás tanto a Arabia Saudita como a la Federación Rusa. El grueso del aumento provendrá del petróleo no convencional, que parece reaccionar en forma instantánea a las alzas de precios, y de otros estímulos, como la eliminación de restricciones ambientales.
Un tan rápido aumento de la oferta de shale oil estadunidense puede ser el mayor factor específico que demore o incluso impida el equilibrio del mercado y, de materializarse, provoque caídas de las cotizaciones. Para prevenirlas, Arabia Saudita, en nombre de la OPEP y otros productores, formuló el lunes 22 un anuncio importante que fortaleció de nuevo los precios. El ministro saudita de Energía, Khalid al-Falih, reafirmó la intención de estos productores de aplicar a lo largo de 2018 el acuerdo vigente de restricción de oferta y añadió que ya se discute su extensión más allá de diciembre del año en curso: Hay disposición para llevar la cooperación más allá de 2018. El mecanismo que se aplicaría aún no se define, pero es claro el consenso de continuar [controlando el volumen de oferta].
(FT, 22/1/18).
En la actual coyuntura, muchos se preguntan si el equilibrio del mercado permitirá estabilizar los precios internacionales en la banda de 65 a 75 dólares por barril, sin provocar aumentos de oferta, de parte de los productores shale de EU que no puedan ser contrarrestados por disminuciones de la OPEP y otros exportadores. Para México, incapaz de revertir la caída de su producción, los mayores precios internacionales sólo se traducirán en déficit acrecidos del comercio exterior de derivados, gasolina sobre todo, y mayores precios internos, por su artificial vinculación a las cotizaciones externas y el apetito de ganancias de los nuevos actores admitidos por la reforma.