niciadas de hecho las campañas electorales, empiezan a surgir propuestas sobre la materia, por el momento sólo de parte de candidatos a la Presidencia de la República, pero siendo un asunto de grave sensibilidad social, pronto será parte del catálogo de propuestas por parte de presuntos funcionarios de todo nivel.
La seguridad pública, como deber de Estado, ha sido materia de segundo orden en la preocupación pública nacional, fuera en el sector público o en el privado. Es hasta hace 10 años, que, a raíz del crecimiento de la criminalidad relacionada con los delitos contra la salud, (así llama la ley penal al narcotráfico), se tomaron acciones categóricas que resultaron contrarias a la efectividad deseada: la guerra de Calderón. Increíblemente se dio careciendo de cualquier base que sustentara tan grave decisión: conocimiento del enemigo
y de los propios recursos legales, humanos y materiales.
Ninguno de los miembros del gabinete de Seguridad Nacional, Segob, SRE, Sedena, Semar, SHCP y PGR, opusieron ninguna idea preventiva del desastre, sencillamente acataron la decisión formulada semanas atrás por personas sin experiencia en el tema ni en actos de gobierno. Esa decisión fue el inicio de una cadena de medidas de alto nivel que, estando bien presentadas en documentos oficiales de gran importancia, nunca tuvieron un reflejo en la realidad.
Durante el gobierno federal 1977-1983, muchas instituciones del Estado, cuyo deber era ofrecer seguridad a la comunidad nacional se exhibieron en su ineptitud, corrupción y alianza con el crimen. La sociedad que había vivido inadvertida suficientemente de tal corrosión, empezó a demandar un cambio, el que con intensidad se inició en la siguiente administración.
Lamentablemente no se ha contado con una concepción de seguridad de visión amplia, que guíe a los esfuerzos del país en ese orden. Naturalmente, el empuje social de una población dinámica, de complejidad creciente, propia de su crecimiento, ha llevado las cosas a niveles peores que en los tiempos antes vividos. Hoy la comunidad nacional está dolida por vivir en un ambiente de sangre y corrupción. La violencia que la azota no es causa, es resultado de una concepción del deber de Estado que fue deficiente, indiferente e irresponsable, a la que el conflicto le reventó en las manos y no supo reaccionar.
Hoy es posible decir que hemos pasado ya más de dos décadas de un vacío en la formulación y aplicación de una política pública de amplio espectro en torno al tema. En sustitución de ello se han generado solamente ideas riesgosísimas, como la mencionada guerra de Calderón
que, a 11 años de iniciada, ninguna voz la defiende. Han sido decisiones siempre coyunturales, parciales, fantasiosas, buscando lucimientos políticos, consecuentemente descuidando la efectividad a largo plazo para beneficio de la estabilidad del Estado nacional.
En este texto se sintetizan ideas que basadas en vasta experiencia y enriquecidas por ideas universalmente aceptadas, plantea una aproximación a un planteamiento de visión panorámica y profunda, con capacidad de generar satisfacciones en un corto término, pero encadenadas con soluciones razonables en el medio y el largo plazos y rescatar a la nación del estado de ilegalidad y angustia en que se encuentra. Una idea como la significada atiende razonablemente al mayor problema social; la comunidad está preocupada, dolida, enojada por ver a su vida y patrimonio indefensos y desesperanzados sobre su destino.
Para asegurar su viabilidad como instrumento de política pública, se abordan los temas medulares a atender, subrayando, que, siendo el problema de gran magnitud, cada especie debe ser desagregada y resuelta en sus múltiples facetas. Las ideas centrales que llegaran a conformar la política pública mencionada son: 1. Dar claridad a criterios doctrinales, 2. Prevención, 3. Restructuración y desarrollo del sistema de seguridad, 4. Profesionalización, 5. Recomposición del sistema penitenciario, 6. Abatimiento de la corrupción policial, 7. Aprovechamiento de las relaciones internacionales y 8. Programación y presupuesto. A partir de cada planteamiento, deben generarse múltiples frentes de atención a líneas de acción a corto, mediano y largo plazos que aseguren el rumbo deseado al país.
El ensayo se produjo con un acopio de meditaciones serenas e informadas sobre la modernidad de una policía del nivel que nuestro país merece. No es un planteamiento pretencioso, su alcance es sólo el reflejo de la complejidad ineludible de la visión para enfrentar este monumental desafío. Afirma con certeza que sólo una visión transformadora, de gran aliento, librará al país de retroceder en sus caminos, como está sucediendo.
*En colaboración con el maestro Julio Bustamante