l año 2018 se inició con anuncios importantes sobre incrementos a los precios de productos básicos y a la gasolina, el gas y la energía, así como a los servicios que sin duda afectarán aún más los ingresos de las personas que dependen de su salario para sostener a las familias mexicanas. La justificación ha sido que son resultado de los aumentos a los insumos, la desregulación del comercio y de las fluctuaciones de los mercados internacionales, es decir de la oferta y la demanda.
La estrategia implícita en esa explicación, además de ser totalmente injusta, es equivocada, porque reduce aún más el poder adquisitivo real de la población, crea más desigualdad y pobreza desde cualquier ángulo con que se midan, además de que la falta de capacidad del gobierno para regular o controlar la situación deja en una posición muy vulnerable a las personas marginadas o con muy escasos recursos que no tienen forma de protegerse de los abusos, la ambición y la codicia de muchos vivales que ni quieren ni se preocupan por el pueblo de México. En cambio, los comerciantes, los empresarios y los especuladores quedan bajo el manto protector de las autoridades incompetentes o cómplices, y estos no parecen tener interés en gobernar con eficiencia y equidad.
Cómo pretenden justificar una política inadecuada y deshonesta con base en esas consideraciones, cuando los salarios mínimos y por consecuencia los contractuales recibirán incrementos este año muy por debajo de las necesidades reales de bienestar y de tener los niveles marginales de supervivencia, ya no se diga de estabilidad económica indispensable para llevar una vida decente y sin presiones para una digna existencia como ciudadanos mexicanos. Es evidente la descomposición y el descontrol de la economía y su impacto en la vida familiar.
Es increíble que México tenga hoy los salarios más bajos de la región latinoamericana según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina (Cepal), además de muchos otros estudios que así lo demuestran, y que los políticos mexicanos todavía insistan en que esto es sano para crear empleos, aunque nunca mencionan que son los de más baja calidad e inseguridad que puedan existir en nuestro país.
La terquedad de sostener un esquema de explotación inhumana se acompaña de posiciones miopes y ultrarreaccionarias de la Coparmex y de otras organizaciones empresariales que sostienen que a lo mejor para 2030 los salarios mínimos podrían elevarse a 140 pesos diarios.
¿En qué mundo viven todos estos individuos? El gran economista inglés John Maynard Keynes decía que a largo plazo todos estaremos muertos. Entonces ante quién quieren esconder su avaricia y sus visiones engañosas que sólo han traído para México mayor pobreza y marginación, dado que más de la mitad de la población se encuentra en esa posición. No hay país en el mundo que se esté desarrollando sobre esas bases indecentes e inmorales. Más bien las naciones que han escogido el camino de la explotación y la miseria son los que han generado mayores riesgos para la seguridad de sus habitantes, más crisis sociales y una aguda inestabilidad laboral.
Algunos economistas hemos propuesto que los salarios mínimos deberían incrementarse a por lo menos 300 pesos en una primera etapa, ya que la productividad misma ha crecido más del 300 por ciento. Las empresas, en su gran mayoría, podrían pagar dicha cantidad sin problema alguno, gracias a que los beneficios acumulados de una política económica, social, laboral parcial y equivocada les ha permitido en algunos casos ampliar sus utilidades y sus riquezas a niveles infinitos; mismos que se niegan a compartir o distribuir de una manera más equilibrada como sucede en los países más desarrollados.
En esta situación, si no hay autoridad que los obligue y además se sienten protegidos, quizás hasta obsesionados con su poder y privilegios, seguramente seguirán oponiéndose y harán lo que esté a su alcance para que no se dé un cambio verdadero en la estrategia de crecimiento económico hacia un modelo de mayor prosperidad y equidad generalizadas.
¿Qué sucederá con México y los mexicanos? Si a estos sujetos no les importa o no tienen el cariño y amor suficiente a la patria, sino que sólo la utilizan para su beneficio personal, entonces no les queda más remedio a las organizaciones sociales de trabajadores, de campesinos, de jornaleros, de educadores, de mujeres y de jóvenes, entre muchos más, que prepararse y luchar por mayor justicia, respeto y dignidad. No es posible esperar otros 10, 20 o 30 años para de repente darse cuenta que los recursos naturales ya se terminaron, que las reservas de petróleo, minas, energía o gas ya se agotaron, o que la contaminación del medio ambiente ya destruyó la naturaleza y envenenó a las regiones y comunidades, o a que la mayoría del territorio nacional ya se concesionó a inversionistas nacionales o internacionales.
Este es el gran dilema de la política y de la sociedad actual en México. Esa es la gran incertidumbre que prevalece en toda una nación que día a día lucha por transformarse y alcanzar un mayor bienestar económico y social. Este 2018 es un año de enormes retos, pero también de grandes oportunidades. Si las condiciones se complican para lograr una efectiva democracia, un mayor progreso, una vida más segura, digna y estable para la mayoría de la población, así como un verdadero respeto al estado de derecho y una aplicación correcta de la justicia, entonces todos nos vamos a arrepentir. Incluso aquellos que se sienten protegidos y son muy arrogantes, su destino trágico los va a alcanzar.