finales de mes tendrá lugar la sexta ronda de negociaciones para la modernización
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los representantes de México, Estados Unidos y Canadá. Por este motivo, el tema de un posible fin del pacto que ha regido las relaciones comerciales entre estos países desde el primero de enero de 1994 vuelve a los primeros planos en la agenda del gobierno federal, de los agentes económicos y de medios de comunicación. Como muestra de la importancia que el futuro del TLCAN tiene en la orden del día, bastó con que fuentes del gobierno canadiense manifestaran estar cada vez más convencidas
del abandono del acuerdo por parte de Washington, para que la moneda mexicana sufriese un nuevo retroceso ante el dólar.
Cabe recordar que el tratado se encuentra bajo discusión desde el año pasado por la convicción del mandatario estadunidense de que el texto vigente es lesivo para su país, y sus consiguientes presiones para lograr una redacción más favorable a los intereses domésticos, ante todo en lo que respecta al déficit comercial existente con nuestro país. En estos términos, Trump no ha dejado de amagar con un retiro total del acuerdo si los otros dos socios no se pliegan por completo a sus demandas.
No tiene sentido ocultar que por la contigüidad geográfica tanto como por el tamaño de su economía, el estadunidense es el mercado natural para las exportaciones mexicanas, y que perderlo sin duda representaría un golpe a la economía mexicana. Pero es hora de recordar que ni el TLCAN es la única forma de comerciar con Estados Unidos, ni la eventual pérdida de una parte sustancial de ese mercado es el fin de México. Por el contrario, la terminación del acuerdo pondría sobre la mesa una oportunidad para avanzar en la dirección que debió tomarse hace mucho, esto es, la diversificación del comercio exterior mexicano y el diseño de una política económica soberana, estructurada en función no de los intereses de un socio comercial sino del desarrollo integral del país.
En las condiciones presentes, el futuro del acuerdo es de pronóstico reservado, pues tan posible es que se dé el temido retiro de Washington, como que se alcance una redacción satisfactoria para las tres partes, e incluso que se aplacen de manera indefinida las pláticas, dejando en el ínterin las cosas como están, posibilidad ya abierta por Trump al anunciar flexibilidad con México, bajo el entendido de que hay muchas cosas que son difíciles de negociar antes de una elección
, si bien el magnate es sobradamente conocido por la veleidad de sus palabras.
Pero sin importar cuál sea el desenlace de la sexta ronda que tendrá lugar este mes, así como el de las subsiguientes que pudieran realizarse, el gobierno mexicano está obligado a mantener una postura de firmeza inamovible en la defensa de la soberanía y el mejor interés de la nación. Esto implica no ceder a chantajes de ningún tipo, incluso si se atraviesa, como señaló su contraparte, la difícil coyuntura electoral: sería de hecho aconsejable aprovechar la ventana abierta por Trump para dejar una negociación tan delicada en manos del gobierno que habrá de asumir sus funciones el próximo diciembre, y no en las de una administración irremediablemente desgastada por encontrarse en su tramo final.