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El arte debe ser un derecho humano que es necesario reivindicar, afirma el director

Siento la hermosa obligación de llevar la música a la comunidad: Dudamel

La crisis de Venezuela sólo se resolverá con democracia y apartando los egos

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 4 de enero de 2018, p. 4

Madrid.

Gustavo Dudamel dirigió por primera vez la Filarmónica de Viena a los seis años... al menos en su imaginación de músico precoz, cuando dispuso a sus muñequitos con un instrumento y colocados en forma de disciplinada orquesta bávara, activó su equipo de música con alguna sinfonía de Beethoven, y empezó a mover la batuta. Era su juego infantil favorito. Ahora, con 36 años, hará una gira con la misma orquesta –la real– en la que llevará su mensaje de búsqueda de la infinitud de la partitura. En cada concierto dará cuenta de uno de los motores que lo han movido desde pequeño: Siento la responsabilidad de llevar la música a la comunidad.

Dudamel participó en una rueda de prensa en Madrid para dar a conocer algunos detalles de su gira con la Filarmónica de Viena, con la que tocará en Madrid el 13 de enero en el Teatro Real, en el marco del programa de Formentor Sunset Classics, patrocinado por el Grupo Barceló. Esa gira lo llevará primero por las principales ciudades europeas, después a Estados Unidos y finalmente a América Latina, en concreto la Ciudad de México, Bogotá y Santiago de Chile.

El director de orquesta venezolano tiene 36 años, pero lleva con la batuta de manera profesional desde hace más de 20. Es uno de los músicos más precoces de la actualidad; ha sido el más joven en dirigir el mítico concierto de Año Nuevo, con tan sólo 28 años. Ha dirigido las grandes orquestas europeas, entre ellas la de Viena y la de Berlín. Y desde hace algo más 10 años es el titular de la Sinfónica de Los Ángeles.

Pero su historia no hubiera sido la misma si en lugar de Venezuela hubiera nacido en otro país. Desde muy joven formó parte de la plantilla del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, el proyecto social y musical fundado por José Antonio Abreu en 1975 y que ha arrancado de los brazos de la pobreza o la marginalidad a miles de niños que se han convertido en músicos reputados.

Yo nací de un proyecto maravilloso, mágico y único en el mundo, que es el Sistema. Lo creó un hombre visionario, con una fuerza infinita, que es el maestro José Antonio Abreu. En un principio al maestro lo tildaron de loco, de utópico y con su convicción creó un proyecto que ha abarcado cada una de las ciudades, de los municipios, de las pequeñas comunidades de Venezuela, explicó Dudamel, a quien hace unos meses, por hacer declaraciones de carácter político, le cancelaron una gira que tenía con la orquesta principal del Sistema, la Simón Bolívar, de la cual ha sido director artístico durante los pasados 20 años. Mi relación con el Sistema no se han detenido. Yo sigo en contacto, los planes siguen en pie a pesar de cualquier circunstancia o cancelación, advirtió.

Venezuela ha estado en el ojo del huracán en años recientes y el proyecto ha crecido inmensamente. En estos momentos, desgraciadamente, nadie está exento de la situación económica, social y política del país. La situación ha tocado profundamente a todas las familias, desde las más pudientes hasta las más necesitadas. Pero gracias al Sistema, en Venezuela sigue habiendo conciertos, siguen ingresando niños a la plantilla y eso es algo único dentro de una crisis tan profunda, de la cual vamos a salir y de eso estoy convencido. Cada vez que veo a un niño con un instrumento en mi país, yo me veo reflejado ahí. Y veo a ese niño soñando en construir una vida a través de la música. Y eso sigue ocurriendo en Venezuela a pesar de la crisis que existe. El Sistema ha sobrevivido a muchos tipos de gobierno, con abundancia y en crisis, por eso es un símbolo de esperanza, explicó.

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El mundo debería funcionar como una orquesta: crear una armonía a pesar de que todos suenan distinto, piensa Gutavo DudamelFoto Armando Tejeda

Dudamel, que es conocido por su vibrante forma de dirigir y por su prodigiosa memoria, también es un curioso melómano: lo mismo escucha y estudia sin cesar las sinfonías de Mahler o Beethoven que se sumerge en las canciones de Pink Floyd, Led Zeepellin, Beach Boys o Cold Play.

El joven director creció entre músicos, entre violines y trombones, por eso todo, desde pequeño, lo mira desde una perspectiva musical. Y a pesar de su precocidad y de que se ha convertido en la gran referencia de la dirección de orquestas a su cortísima edad, explicó que aún le queda mucho por escuchar y por descubrir. “Comencé muy joven y eso me ha dado la oportunidad de improvisar muchísimo. En el arte musical hay una infinitud en cada partitura, que vas conociendo poco a poco, dirigiendo siempre desde el corazón, pero también con un trabajo muy cerebral, estudiando y buscando elementos nuevos que me hagan interrogarme. Esa infinitud es maravillosa.

“Yo no me siento una estrella ni alguien particular o único. Me gusta hacer lo que hago. Siento una hermosa responsabilidad de llevar la música a la comunidad. Que la gente sienta que la música y el arte son un derecho humano. Porque el arte de alguna manera se ha convertido en un elemento elitista de la sociedad y no debe ser así. El arte es un elemento necesario. Es la belleza. Es el entendimiento de la belleza. Y para las nuevas generaciones eso es fundamental. Como decía Unamuno: La libertad que hay que darle a un pueblo es la cultura.

Apremia a crear más puentes y menos fronteras

En relación con la crisis política que vive su país y de la que ha sido víctima colateral, Dudamel explicó: “Mi país está atravesando un momento muy difícil, de mucha complejidad, y lo que debemos hacer es seguir construyendo desde el sitio en el que podemos hacerlo. Yo lo hago con la música y si fuese un médico lo haría desde la clínica o el hospital. Tenemos que apartar los egos, las ideologías y pensar en la gente. Cada día creamos más fronteras, más muros y lo que necesitamos son muchos más puentes.

Democracia. Es la única manera en la que podremos salir de esta crisis. Yo considero a mi país como una persona adolescente que está construyendo su historia, tiene que pasar por todos los baches necesarios y entender hacia dónde va. Venezuela no son dos países. Es un solo y quiero que pronto podamos al menos entendernos y que en la disyuntiva del desacuerdo puedan salir cosas maravillosas. Cuando vemos al desacuerdo como una cuestión radical, donde no hay posibilidad para el entendimiento, ahí no hay esperanza. Es como una orquesta: instrumentos de distintos matices y textura, con músicos distintos, pero que en el momento de tocar una sinfonía crean una armonía a pesar de que todos suenan distinto. Así debería funcionar el país. Así debería funcionar el mundo. Debemos crear más puentes y menos fronteras, advirtió.