22 de diciembre
ada es casualidad. Hoy, 20 años después de la masacre de Acteal, los más de cinco mil desplazados en Los Altos de Chiapas y los cuatro niños y dos adultos que han muertos por las condiciones de vida inhumanas a las que fueron arrojados, son prueba fiel de que la violencia armada nunca se fue de esta región en la que desde 1996 el Estado sembró el terror.
La memoria de la matanza ocurrida el 22 de diciembre de 1997 está más viva que nunca. La aparente solución que dio el Tribunal Unitario Agrario (TUA) a la disputa de más de 350 hectáreas de tierras limítrofes entre los municipios de Chenalhó y Chalchihuitán (que falló en favor de los bienes comunales de Chenalhó) no resuelve las causas estructurales del conflicto, que son la pobreza extrema, el olvido, la impunidad y la participación del Estado en el armamento de la población.
Los gobiernos estatal y federal ofrecieron 300 casas y 15 millones de pesos a los más de cinco mil desplazados por la violencia de Chalchihuitán, quienes, además de ser no ser favorecidos por el TUA, fueron expulsados de sus casas hacia las montañas, donde se creó una crisis humanitaria de proporciones alarmantes.
Un día vinieron los disparos como lluvia, y salieron huyendo. El 6 de diciembre le llegaron a saquear todas sus cosas, le robaron su tele, sus zapatos, su ropa, su machete, su frijol, sus cobijas, su maíz, todo lo que le quedaba le robaron de la casa, le levantaron las tablas y le robaron todo. Son de Chenalhó, del paraje Las Limas y ni el gobierno del estado ni el gobierno federal han hecho nada. El 9 de noviembre hubo los disparos que hicieron los de Chenalhó y entraron y mataron caballos, toros, se llevaron puercos, estaban los pobres perros muertos por disparos de bala, quemaron casas
. Este testimonio bien podría pertenecer a uno de los seis mil desplazados de 1997 en la misma región, pero es de esta semana, y pertenece a uno de las más de cinco mil refugiados actuales. El puente entre las dos historias es que son mismas armas las que se disparan.
El conflicto por la posesión de las mojoneras tenía 45 años sin solución, pero se agravó en el último mes debido a que los grupos armados de Chenalhó, municipio en el que los pobladores fueron entrenados por el Estado para labores contrainsurgentes, empezaron a reclamar a tiros las tierras que ahora el TUA dice que les pertenecen.
Lo alarmante es que con el fallo no se termina la impunidad. Las Abejas de Acteal, aunque no forman parte del conflicto, lo saben. Y este 22 de diciembre se hablará de los pendientes a dos décadas del horror que se vivió. Hasta que la dignidad sea haga costumbre.