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San Felipe de los Alzati, Michoacán Entrada de cruz: tierra, Rodolfo Oliveros Espinosa INAH Michoacán Bianca Islas Flores INAH Michoacán
San Felipe de los Alzati es una comunidad hñätho, etnónimo con el que se reconocen los pobladores que aún hablan la lengua, también conocida como otomí, presente además en las localidades de Ziráhuato de los Bernal, Curungueo y San Cristóbal, ubicadas al oriente de Michoacán. Estas comunidades comparten junto con el pueblo jñatjo o mazahua, una importante franja de bosques con alta diversidad biológica, además de ser un área fundamental para la captación de agua que fluye hacia las ciudades de Zitácuaro y México. Las culturas hñätho y jñatjo han moldeado a lo largo de varios siglos su territorio, produciendo con este caminar conjunto, entre pueblo y naturaleza, una diversidad agroforestal de suma importancia para el país, acompañada de una visión del mundo propia, que se materializa en su ritualidad. Una parte importante de su territorio se encuentra dentro de la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, por lo que en muchos casos han visto limitadas sus actividades productivas tradicionales, a la par que viven el acecho constante de talamontes, mientras el cultivo de aguacate hass y los invernaderos de flor de nochebuena, van sustituyendo de manera progresiva al bosque y la milpa. A ello se suma la situación que vive la lengua hñätho, en riesgo de desaparecer como resultado del largo proceso histórico y social de discriminación, exclusión y racismo por el que se ha dejado de transmitir la lengua ancestral, con la que anteriormente nombraban su territorio, a las generaciones más jóvenes. Así lo comenta una de las abuelitas, aún hablantes del hñätho: “yo quisiera que ya no se perdiera la idioma de antes, pero ya no hay, nosotros todavía tenemos gente (que lo habla), pero las muchachas ya no lo quieren agarrar (aprender) y los maestros en la escuela quieren que los niños lo hablen, pero ellos tampoco lo hablan. El hñätho se va a perder, pues acá a nosotras nos dicen “pinche vieja india… En San Felipe ya se está muriendo.”
El Comisariado de Bienes Comunales de San Felipe de los Alzati comenta que la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) ha excluido a los hñätho y a la mayoría de los jñatjo de Michoacán del apoyo económico para infraestructura bajo el argumento de no ser elegibles por no cumplir con el 40% de población hablante de lengua indígena. La situación de desplazamiento lingüístico en la que se encuentra el día de hoy la lengua hñätho en Michoacán resulta preocupante y urge emprender acciones para revertir la pérdida de la lengua, que según datos del INEGI del 2010 sólo es hablada por el 1.5% de la población, en su mayoría, adultos de más de 70 años. El despojo también es simbólico porque impacta en la lengua originaria y en los elementos culturales que en ella se resguardan, como la narrativa tradicional, los topónimos y su ritualidad. Frente a ello las comunidades se reorganizan, convierten al bosque y el agua en elementos centrales de sus procesos de reivindicación. En este proceso, la vida ritual de las comunidades juega un papel fundamental, ya que fortalece la identidad comunitaria y la relación con otras localidades, además de que posibilita que nuevas generaciones recorran y se apropien nuevamente de su territorio. Uno de estos rituales hñätho es conocido como entrada de cruz que se realiza dos veces al año, la primera el 25 de abril en el cerro de Coatepec y el segundo el 24 de junio en la piedra del Divisadero. Los pobladores afirman que suben a la peña porque, “es lo que sostiene al cerro” el cual, además, cuentan las abuelitas, en su interior está lleno de agua. El ceremonial de la entrada de cruz tiene un sentido comunitario, en él se pide por todo San Felipe, está dirigido a la Santa Cruz, deidad que otorga el agua y la fertilidad, además de estar estrechamente relacionada con los cerros protectores de la comunidad, garantizando así su continuidad. Para los hñätho, la Santa Cruz tiene voluntad propia, afirman que “ella te sube y te baja del cerro, ella nos ayuda, nos cuida, nos protege... La cruz puede enojarse si no hacemos su cambio año con año, a ella pedimos la lluvia y piden mucha agua, es el representante de Dios y de la Virgen”. La procesión al cerro es uno de los momentos más significativos de la comunicación entre la comunidad y el mundo de lo divino. Transitar el territorio es reconocerlo y moldearlo, actualizar la memoria colectiva. En él se depositan los símbolos comunitarios en honor de la deidad, a lo largo del trayecto se colocan ofrendas a las cuevas, peñas, piedras, al cerro y a la Santa Cruz.
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