Silvia Torres tenía el sueño de representar a México en unos Juegos Olímpicos. Una lesión y la actitud hostil de la Federación Mexicana de Boxeo Amateur cancelaron su aspiración.

Yo quería cumplir un sueño olímpico, pero la lesión y el menosprecio de la federación mexicana me dejó fuera de Londres 2012, cuenta Silvia; ya no quise seguir y me fui un poco resentida del amateur; mi hermana y mi madre me apoyaron para irme al profesionalismo.

Ana María Torres, su hermana y pionera del boxeo de mujeres, le ayudó en esa transición. No sólo para prepararla, sino también para aconsejarla en un negocio hostil con las peleadoras. La fama de La Guerrera le serviría para abrir algunas puertas, pero jamás –sostiene– como una sombra pesada.

A diferencia de algunos boxeadores cuyos familiares famosos terminan por ser un lastre ante el público, Silvia asumió el parentesco de su hermana para destacar con disciplina.

Al principio, incluso, Silvia no quiso llevar el mote de La Guerrerita en asociación directa a la exitosa carrera de su hermana.

Pero la gente empezó a llamarme así, tuve que adoptarlo y ahora me gusta, no puedo ocultar que estoy orgullosa de ser hermana de una mujer que destacó en el boxeo, admite; la afición espera que yo haga lo mismo que Ana María, lo respeto, pero somos muy distintas como peleadoras.

Silvia se prepara para disputar el campeonato mundial interino en peso minimosca de la AMB, este sábado en el Domo del Sindicato de Trabajadores del IMSS, en Tlalpan, ante Brenda Flores. De ganar el cinturón sería junto a Ana María la primera pareja mexicana de hermanas que lograron un título.