n el contexto político electoral que se vive en nuestro país, el principal reto al que se enfrentan los partidos contendientes para las elecciones del 2018 está, definitivamente, en la Ciudad de México, que es donde reside la mayor parte del electorado urbano del país y donde gobiernos surgidos del PRD han ejercido el poder durante 20 años.
Ciudad gigantesca y concentradora, hermosa, muy noble y muy leal –como dijera el clásico–, pero con infinidad de injusticias, desigualdades, desafíos, contrastes y necesidades por resolver; integrada por una sociedad multifacética y pluriclasista: informada, exigente, solidaria y crítica, que está atenta al acontecer y dispuesta a actuar cuando siente la verdadera necesidad de hacerlo, requiere tener al frente de su gobierno un liderazgo sensible, pero de carácter férreo y de determinaciones firmes, que recuperen las mejores épocas del Distrito Federal.
Hace falta un reformador a fondo, con espíritu innovador y con gran creatividad en todos los aspectos, como lo es Mikel Arriola. En medio de un panorama tan difícil para la lucha política, es que el PRI, estando en desventaja, decide lanzar como precandidato a la jefatura de Gobierno de la CDMX a un hombre excepcional, por muchas razones: nativo de la capital de la República – chilango, como él se define–, pasó sus primeros años en la colonia Cuauhtémoc y ha vivido aquí por siempre, salvo los años cuando cursó sus posgrados en el extranjero.
Mikel fue un niño precoz, activo, valiente, decidido y retador; un joven perseverante y tenaz a quien no había quién lo intimidara. Deportista consumado, practica desde su infancia el futbol y el beisbol, el juego de la pelota vasca (jai alai), enseñado por su abuelo y por su padre; es corredor de maratones y gusta de otros deportes, incluso los extremos. Hombre maduro y experimentado, de retos y desafíos, valiente pero conciliador, Mikel Arriola se graduó como licenciado en derecho y posteriormente obtuvo dos maestrías, una en políticas públicas, en Londres, y otra en derecho, en Chicago, lo cual lo alentó a luchar y obtener su ingreso a la Barra de Abogados de Nueva York. Es una persona que no se arredra ante nadie, que no le teme a nada y a nadie; disfruta la lucha por alcanzar un objetivo y se aplica con talento, entusiasmo y estrategia en ello, con determinación, con inteligencia y con vigor, tal y como está empeñado actualmente.
Ha recibido reconocimientos internacionales como deportista y como profesional del servicio público. Recientemente la Universidad de Chicago le otorgó una condecoración muy importante por el grado de excelencia alcanzado en sus dos desempeños más recientes, al frente de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios y del Instituto Mexicano del Seguro Social, instituciones que, bajo su dirección, fueron transformadas en bien de la sociedad mexicana; impulsando servicios más expeditos y de mejor calidad, propiciando el abaratamiento de los medicamentos y reordenando las finanzas y la administración, con rigor, transparencia y honradez absoluta, estableciendo modelos de eficiencia y de eficacia notables, reconocidos mundialmente.
Con sólo 42 años de edad, gran parte de la sociedad lo considera como uno de los mejores funcionarios de los dos últimos sexenios. Todo eso ha logrado Mikel Arriola gracias al apoyo de colaboradores que siguen sus directrices y que en la CDMX pondrían su mejor empeño, si logran el milagro de una victoria frente a quienes tienen la mayor parte del poder y de las estructuras operativas.
Arriola forma parte de una generación que proclama el cambio, en orden y con productividad, con base en un espíritu democrático, de justicia y de probidad. Pero más allá de sus virtudes hay algo más que destacar en la vida de Mikel Arriola, lo cual es muy importante y trascendente que se conozca: es absolutamente unánime el reconocimiento a su carácter justiciero, recio, perseverante y leal por los cuatro costados. De suyo, la decisión de contender por la CDMX habla de ello.
Servidor público consumado, es buscador de soluciones viables y atinadas. Es un hombre muy serio y responsable; terco de su credo por un estado de derecho y por la transparencia, por la seguridad, por el crecimiento, por el bienestar de la gente, por el combate a la pobreza, a la corrupción y a la impunidad. Reconoce el talento de los demás, es culto y valora la cultura; es afable y atento, educado y de buenas maneras, pero sabe ser implacable en el ejercicio ético y puntual de su responsabilidad.
Tiene excelente conectividad con quienes lo escuchan, comunica muy bien, es claro y convincente, no se anda con rodeos, llama a las cosas por su nombre y sin eufemismos. Quiere ganar las elecciones del primero de julio próximo y convertirse en sucesor de Miguel Ángel Mancera. Conoce los problemas de la capital y cuenta con proyectos transformadores que los va a dar a conocer, en su momento.
Mikel Arriola no duda ni titubea. Va por la victoria y no por la derrota, aunque muchos lo duden. Lo veremos en los debates y observaremos su desenvolvimiento y su dominio. Y estoy seguro de que con él nacerá un nuevo líder en el panorama político del país, con proyección de largo aliento. Es claro que la mayoría de la gente apenas lo empieza a conocer pero, por su capacidad y entrega, irá convenciendo, paulatinamente, a un electorado harto difícil, para lo cual habrá que esperar el desarrollo de las precampañas y las campañas político electorales que darán principio este mismo mes.
Empecemos por comparar los desempeños y las capacidades de los contendientes para razonar el voto y llevar al triunfo a quien más lo merezca, en función de su capacidad, trayectoria, resultados, conducta, virtudes y defectos. El conocimiento, la cercanía y el afecto me obligan a expresar lo que pienso. Mikel Arriola es mi yerno y nos sentimos muy orgullosos de él; pensé mucho para escribir este texto y sentí una obligación moral para hacerlo, pues más allá de pasiones y de sentimientos de cariño, estoy expresando la verdad sobre él.