De convicción y congruencia
n la entrega pasada sobre el gusto y el hambre prometí una segunda parte, que vendrá en la próxima columna porque en este lapso ocurrió un evento que nos es imposible dejar de comentar: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), por conducto de la Coordinación de Humanidades, realizó durante un par de días un homenaje a Porfirio Muñoz Ledo (PML) con cuatro mesas y 12 participantes.
Yo conocí a PML cuando tenía 10 años y me acostumbré a verlo con frecuencia, junto con Javier Wimer, Emilio Uranga, Arturo González Cossío, entre otros fundadores de la revista Medio Siglo que acudían a nuestra casa para hablar durante horas con mi padre, José E. Iturriaga. Entre éste y Porfirio la amistad duró hasta los últimos días de mi padre, cuando quedó grabada su voz en una entrevista que PML le hizo en Coatepec, y que finaliza con la voz del hombre agotado, pero tan lúcido que dice: qué generoso y piadoso es usted, Porfirio
, con lo que reconocía en su interlocutor la comprensión humana del deterioro artificial que sufrió hasta una muerte prematura, por cuanto don José estaba decidido a vivir más de 100 años. Lo que hubiera conseguido, pues él, como PML, tenía las convicciones, congruencia y proyecto de vida que alargan y refuerzan el soplo vital entre más tiempo pasa.
PML (julio 1933), con posgrado en Derecho de la UNAM y la Sorbona de París, secretario de la Revista de la Universidad, presidente de los Estudiantes de Derecho, orador connotado entre la comunidad, docente en la UNAM y universidades extranjeras, pasó a la vida profesional brillantemente, pues su talento fue reconocido por dirigentes sociales y funcionarios del Estado, llegando a tomar posesión de la subdirección de Educación Básica y Tecnológica de la Secretaría de Educación Pública (SEP), como subsecretario de la Presidencia de la República, subdirector del Instituto Mexicano del Seguro Social, secretario del Trabajo y Previsión Social y secretario de Educación Pública, único puesto de su carrera que lamentó haber debido abandonar, dijo en su homenaje.
Sus saberes intelectuales, aunados a una excepcional oratoria con la que difundió su proyecto antiliberal para una Nueva República, que comprendía una reforma a fondo del Estado ante una amenazante globalidad, junto con su comprobable reputación de hombre íntegro, se revirtieron, sin embargo, en su contra y, nuestro PML debió no sólo aceptar los reveses de la envidia en la competencia por cargos políticos, sino ataques sustentados en razones inverosímiles que, como diría Goebbels, a fuerza de repetirse convencían a los no informados, pero más para desprestigiar sus ideas, peligrosas para el régimen y sus aliados extrafronteras, que a su persona. Aunque PML nunca se arredró y continuó sosteniendo sus convicciones, luchando contra los juzgadores de mala voluntad o ignorantes que lo acusaban de cambiar de posiciones por intereses personales, demostró que cuando se hizo a un lado o subió a otra tribuna, fue cuando trataron de desaparecer su proyecto republicano del campo del debate y lo último que permitiría era el fracaso de este trabajo de décadas. Mucha valentía necesitó, además de convicción y congruencia, para dejarse arrebatar la candidatura a la presidencia de la República en al menos tres ocasiones (1976, 1982, por el PRI) y la presidencial por el PRD, sin contar la fallida para primer jefe de Gobierno del Distrito Federal, puestos en los que se jugaba un proyecto de nación muy distinto del que conocemos.
Ciertamente, ha sido legislador en las cámaras alta y baja, coordinador de sus grupos parlamentarios y, como presidente de la Cámara de Diputados, el primer contestario de la historia mexicana en pronunciarse durante y contra un informe presidencial. ¿Qué si contendió por la Presidencia de la República en el año 2000 por el PARM y, al constatar la debilidad de este partido, declinó sus votos en favor del panista Vicente Fox? ¿Qué puede importar cuando este hábil y falso presidente lo había comisionado para hacer un estudio y propuesta de reforma del Estado, que ni el PRI ni el PRD querían hacer? Basta de los clichés infantiles tipo eres de melón o de sandía. Es hora de que el público más amplio reconozca el pensamiento de PML y cómo gracias a éste hizo una carrera diplomática notable, donde los más importantes líderes socialdemócratas y de izquierda, que ningún presidente mexicano ha podido codear, lo recibieron, interpelaron y coincidieron en muchos puntos con las convicciones de este mexicano mal reconocido en su país. Como suele suceder, dijo Jesús hace más de 2 mil años.
Aunque la Nueva República de PML no se haya podido fijar todavía en la letra de nuestra Constitución general (ni en la de la iudad de México) estoy convencida de que la frase de don José E. Iturriaga, repetida aún hacia el final de su vida, es cierta: Porfirio debió ser presidente de la República, pero no fue él quien perdió, sino nuestro país.