|
||||||
Comercialización y consumo Gerardo Torres Salcido y David Aarón Morales Uno de los grandes problemas de la agenda pública nacional es la malnutrición asociada a los problemas de sobrepeso y obesidad. Como propuesta para atacar esta epidemia, el grupo de investigación del proyecto “Rescate de especies subvaloradas tradicionales de la dieta mexicana y su contribución para el mejoramiento de la nutrición en México” se planteó recuperar el valor nutricional, social y comercial de las especies asociadas al cultivo tradicional en la milpa. Rescatar el uso y consumo de los quelites es una manera de otorgar un valor nutricional, social y cultural a estas plantas, así como de reconocer el esfuerzo de quienes han mantenido viva la tradición de su producción y consumo. Para conocer las circunstancias del aprovechamiento y comercialización de quelites como el alache (Anoda cristata), el chepil (Crotalaria) y la chaya (Cnidosculos aconitifolius) se llevaron a cabo tres talleres entre febrero y junio de 2015: uno en Ozumba, Estado de México; otro en la ciudad de Oaxaca, que congregó a recolectores y productores de las regiones de los Valles Centrales y la costa del estado, y uno más en Mérida, Yucatán, que reunió a mujeres y hombres de las localidades cercanas (véase mapa). Estas zonas fueron seleccionadas por el trabajo previo que ahí desarrollaron Robert Bye y Edelmira Linares, los etnobotánicos del grupo. Estos talleres contaron con 77 participantes, en su gran mayoría mujeres, a quienes se aplicó un cuestionario que constó de siete secciones con preguntas relacionadas con el conocimiento sobre los quelites: su recolección, cultivo y consumo humano; las formas de comercialización y conservación, así como su duración en anaquel. En nuestro caso, trabajamos específicamente las secciones relativas a la comercialización y conservación. En el cuadro puede verse la distribución de los participantes por género. Destacó el taller realizado en Mérida por la alta participación porcentual del género masculino (42%), en contraste con los llevados a cabo en Oaxaca y Ozumba (11% y 19%, respectivamente), lo que muestra un mayor interés de los yucatecos por los usos gastronómicos y medicinales de plantas como la chaya. Los resultados de los cuestionarios aplicados muestran, en primer lugar, que la recolección, limpieza, conservación, aprovechamiento medicinal y gastronómico, así como posiblemente el cultivo, son actividades que llevan a cabo sobre todo las mujeres. En segundo lugar, que la comercialización y consumo se realizan por medio de mecanismos de proximidad geográfica, social y cultural en los que la intermediación es mínima. Entre estos mecanismos se encuentran el autoconsumo, el trueque, la venta directa en la casa o finca, los tianguis, los mercados públicos, las ferias locales, los restaurantes y el comercio ambulante. En tercer lugar, los talleres mostraron que aunque los quelites son producto de la agrobiodiversidad mexicana y se asocian a la milpa, su valoración y comercialización dependen de la organización social de las mujeres, de la disponibilidad de hojas, de la diversificación y enriquecimiento gastronómico, así como de la demanda de los consumidores locales, quienes las adquieren por un conocimiento previo o por una tradición culinaria que mantienen viva por medio de los lazos familiares y la costumbre. Por estas circunstancias, la comercialización de estas plantas tiene diferencias.
La organización de las mujeres y los productores varía, de acuerdo con la localidad. Así, mientras que en los mercados de Ozumba y Mérida no existen organizaciones específicas para la comercialización o distribución de los quelites, en Yucatán el mercado de la chaya ha crecido en los restaurantes de la capital y en otras ciudades del estado, donde se ofrece como agua fresca y como ingrediente de platillos de la cocina yucateca. Esto ha propiciado el interés de las instituciones académicas por el estudio y promoción de este producto. Por otro lado, en el caso de Oaxaca destaca una activa y creciente organización para producir tortillas y tostadas enriquecidas con chepiles y otros quelites, las cuales son adquiridas por consumidores urbanos y por migrantes; estos últimos con el objetivo de llevarlas a las grandes ciudades, como la de México, o a Estados Unidos, con lo cual mantienen viva una tradición alimentaria y contribuyen a la expansión de la comercialización por medio de la afinidad cultural. En Ozumba, además de la existencia de un mercado sumamente localizado, la subutilización de los alaches está relacionada con el limitado conocimiento que de ellos tienen los consumidores urbanos. La disponibilidad de los quelites depende de la temporada de lluvias en el caso del alache y el chepil. Entre junio y septiembre existe una mayor actividad relacionada con la recolección y venta de estas plantas. Esto también significa que, en la medida en que esos productos no han sido lo suficientemente domesticados, el resto del año haya escasez; en contraste, la chaya, debido a su forma de reproducción (por esqueje, es decir, la implantación de una parte de la planta madre a la tierra para su reproducción), es más fácil de conseguir durante todo el año. La diversificación y enriquecimiento gastronómico también son variables. El intercambio de los alaches en el Estado de México se limita a la elaboración de sopas, lo que representa un escaso valor añadido. En cambio, en Yucatán el consumo de la chaya está asociado a platillos típicos hechos en los hogares y restaurantes especializados. En Oaxaca, la demanda de productos preparados con chepiles (tortilla, tostadas, sopas, tamales, etcétera) está impulsando a las mujeres y hombres a recolectar la semilla y sembrar este quelite, así como a deshidratar la planta con el objetivo de tenerlo disponible todo el año. Finalmente, entre los conocimientos generados y transmitidos en estos talleres, destaca el uso de los quelites como remedios tradicionales, ya sea como antihiperglucémicos (que ayudan a disminuir la glucosa en la sangre) o para dolencias de espalda, riñón y estómago. Se recalca, asimismo, la percepción persistente de los participantes en los talleres de que estos productos ayudan al bienestar y la salud en general, por lo que su potencial de comercialización es una opción para las mujeres y familias campesinas. En suma, por medio de los talleres se ha demostrado que los quelites siguen conservando una importancia alimenticia, social, económica y cultural en espacios locales que puede y debe ser aprovechada. Su inclusión en una política de combate a la malnutrición es una plataforma para impulsar sistemas agroalimentarios locales. Esta política debe considerar, entre otros, los siguientes aspectos:
|