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Antioxidantes poderosos: Carolina Peña Montes Instituto Tecnológico de Veracruz, Tecnológico Nacional de México México cuenta actualmente con alrededor de 130 millones de habitantes, los cuales componen un mosaico étnico y cultural con variados patrones de alimentación. En este marco, en décadas recientes ocurrieron cambios en lo que comemos los mexicanos que han convertido la mala nutrición en un grave problema de salud pública, pues 70% de la población económicamente activa tiene sobrepeso u obesidad; esto coloca al país como el número uno en obesidad a escala mundial. Además, 76% de la población muere a causa de alguna enfermedad compleja, entre ellas la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión, los padecimientos cardiovasculares, la enfermedad hepática y el cáncer. Los cambios en el patrón epidemiológico y el aumento de estas enfermedades crónico-degenerativas coinciden con la modificación de la dieta tradicional de la población mexicana, que hoy consume 30% menos de vegetales y frutas, 40% más de bebidas endulzadas y 10% más de hidratos de carbono que hace 20 años, según datos del INEGI y la Encuesta Nacional de Salud. Aunque la importancia del binomio alimentación/salud ya era conocido por las culturas ancestrales de nuestro país, recobra vida ahora, 3,500 años después, ante la creciente preocupación de los consumidores por los efectos de los alimentos en su salud. Se ha demostrado que aquella antigua frase de Hipócrates: “Que nuestra medicina sea nuestro alimento y que nuestro alimento sea nuestro medicamento”, está vigente, dado que llevar una buena alimentación es la mejor forma de conservar la salud. Hasta el momento no existe una definición internacional de alimento funcional; sin embargo, las definiciones elaboradas por organizaciones internacionales coinciden en definirlo como aquel alimento que posee un efecto saludable, más allá de su efecto puramente nutricional, el cual posee ventajas específicas médicas o sanitarias demostradas que incluyen la prevención o el tratamiento de enfermedades. Las culturas ancestrales de México, como la maya (1500 a.C.-1100 d.C.), percibían la salud como balance y la enfermedad como desbalance. Sabían que uno de los factores importantes para conservar ese balance era la dieta, la cual afectaba favorable o desfavorablemente. En su dieta existían muchos alimentos funcionales, cuyos beneficios a la salud ya se han corroborado en nuestros días. Entre ellos se encuentran el agua, los tamales de chaya, el pozol y las tortillas, así como la miel, el cacao, balché, la calabaza, el frijol, la chía y el amaranto, por ejemplo. Los mexicas (1450-1550 d.C.) no se quedaron atrás, como lo muestran los códices que dan cuenta de la elaboración de pulque. Estudios recientes han demostrado la importancia de esta bebida como agente probiótico y prebiótico. Entre los otros alimentos funcionales que incluían en su dieta hay muchos quelites, como el alache(Anoda cristata), el chepil(Crotalaria longirostratra) y la chaya(Cnidoscolus chayamansa).
Elalache es una planta de la familia de las malváceas que crece en huertos familiares, terrenos abandonados y cultivos de maíz, al igual que a las orillas de caminos y riachuelos de todo el país. El chepiles una leguminosa tropical de la familia de las fabáceas que se consume en diferentes platillos, sobre todo en Chiapas, y destaca por su contenido de hierro, calcio, proteína y betacaroteno (precursor de vitamina A). La chaya es un arbusto de la familia Euphorbiaceae; se ha documentado que ayuda a disminuir la glucosa en la sangre, cuando la comen personas que la tienen alta, y también contribuye a reducir el colesterol malo. Además, posee un efecto antiinflamatorio y protector del corazón y contiene compuestos antioxidantes (coumarinas, flavonoides, esteroles) y minerales como cobre, zinc, calcio y magnesio. Los antioxidantes son moléculas que neutralizan los compuestos que son demasiado reactivos en el organismo y causan daños. Por ejemplo, evitan que se dañen las proteínas, las grasas y el material genético (ADN) por oxidación, previniendo con ello el envejecimiento prematuro, las enfermedades coronarias e inflamatorias, así como algunas clases de cáncer, diabetes y asma. Los antioxidantes están ampliamente distribuidos en plantas como los quelites e ingresan a nuestro organismo sólo a través de la dieta; es decir, de los alimentos que ingerimos. Se clasifican en:
Al evaluar la capacidad antioxidante de tres quelites de la dieta tradicional, chaya, chepil y alaches, los resultados mostraron que poseen una gran capacidad antioxidante, gracias a su alto contenido de flavonoides. Las hojas de estos tres quelites son una fuente natural de compuestos antioxidantes que no se pierden durante la preparación de los alimentos, sino que se potencializan al cocerse y al agregarse otros ingredientes, como la cebolla. Su consumo puede contribuir a la prevención de enfermedades crónico-degenerativas.
Otro resultado interesante de nuestro estudio fue que las muestras de chepil silvestre tuvieron significativamente mayor capacidad antioxidante que las del cultivado. Esto puede deberse a diferencias en las condiciones de cultivo y recolección, edad, manipulación y origen (mercados o jardines), que afectan la composición de los antioxidantes (polifenoles). De los quelites analizados, la chaya tuvo la menor capacidad antioxidante. El estrés, la contaminación, el deterioro de la capa de ozono y las dietas deficientes aumentan el riesgo de padecer enfermedades crónico-degenerativas, derivadas del estrés oxidativo. Los mecanismos naturales del cuerpo son generalmente insuficientes para mantener el equilibrio, por lo que se requiere la ingesta de alimentos funcionales ricos en antioxidantes como los quelites estudiados en este proyecto. En México existen muchas especies vegetales, que hoy en día están subvaloradas y subutilizadas, con potencial para mejorar nuestra calidad de vida. Hace falta mayor investigación científica que nos permita conocer más acerca de su valor para aprovecharlas y ofrecer a la sociedad alimentos ricos en nutrimentos y compuestos bioactivos (que tienen una acción biológica en el organismo) que contribuyan a mejorar la salud pública. Este proyecto propone como fuente de antioxidantes naturales, con respaldo científico, a los alimentos preparados con chaya, chepil y alaches, pues además de beneficiar la salud pueden convertirse en una fuente de ingresos para las comunidades que cultivan y recolectan estas especies.
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