Cultura
Ver día anteriorSábado 11 de noviembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Ediciones Akal publica libro de Pablo Lazo, especialista en la narrativa del Nobel 2003

Hurga filósofo en la potencia disruptora y creativa de los imaginarios de Coetzee

Son disparadores de la resistencia a una cultura que, a pesar de su pretensión de totalidad como proyecto civilizatorio, presenta resquebrajaduras y se tambalea; muestra su barbarie, asevera el autor

 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de noviembre de 2017, p. 6

La censura no está muerta. Antes se dirigía contra las voces del republicanismo o del comunismo; en la actualidad, “la pedofilia y la filosofía política conocida como ‘terrorismo’ deben ser destruidas”, sintetiza J.M. Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003, en el libro J.M. Coetzee: los imaginarios de la resistencia, de Pablo Lazo Briones, recientemente publicado por el sello Akal.

Ese volumen explora, en la obra del novelista sudafricano, la potencia disruptora, y al mismo tiempo creativa, de los imaginarios narrativos, su fuerza de quiebre sobre una realidad que se quiere única y compacta, violenta y homogénea. La realidad de nuestra cultura bélica, racista, uniformante, describe el autor, en el prólogo.

Coetzee destaca con el texto Sobre la censura, que abre el libro de la serie Inter Pares, la permisividad para que tres de sus obras fueran publicadas en medio del régimen segregacionista en su país, el apartheid.

En el corazón del país (1977) fue evaluado así: “aunque hay rastros de versets literatur (escritura de oposición, de resistencia, literatura de revuelta), la novela está escrita de manera extraordinaria”.

La visión se repite en los análisis de Esperando a los bárbaros y Vida y época de Michael K. Los catalogan como lectura de intelectuales, con uso de lenguaje de difícil acceso; expresan relaciones interraciales de una forma que no es lúdica o popular y abordan temas que son problemas universales.

El espíritu de la censura, lejos de estar muerto

J.M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 9 de febrero de 1940) escribe: “El espíritu de la censura está lejos de estar muerto. En el pasado, al censor se le encargaba el deber de purgar la enfermedad del libertinaje o de la pornografía del cuerpo de la sociedad; hoy es la pedofilia la que debe ser rastreada y destruida (...); hoy son los defensores de la peculiar filosofía política conocida como ‘terrorismo’. Entre más cambian las cosas, más permanecen igual. La mentalidad de la censura parece estar profundamente enraizada en nosotros; son meramente sus blancos los que cambian”.

Respecto de su experiencia de escritor en un régimen restrictivo, lo describió como intolerable por lo inasequible de “ignorar al censor y, por tanto, imposible escribir ‘normalmente’. El censor siempre estaba en la habitación, leyendo sobre el hombro. Uno tenía que leer dos veces la página que había escrito: primero a través de los propios ojos, después a través de los del censor”.

Foto
John Maxwell Coetzee, en la Universidad Iberoamericana, el 5 de abril de 2016, donde recibió el grado de doctor honoris causa de esa institución de educación superiorFoto María Luisa Severiano

Por su parte, Pablo Lazo Briones despliega como hipótesis que “los imaginarios que encuentran cuerpo en la narrativa de Coetzee son disparadores de la resistencia a una cultura que, a pesar de su pretensión de totalidad cerrada y terminada como proyecto ‘civilizatorio’, presenta resquebrajaduras y se tambalea sobre sus cimientos; muestra su barbarie.

Las novelas del sudafricano ponen en evidencia estas heridas de la cultura, sus contradicciones de fondo y de superficie, y consecuentemente activan estrategias estrictamente literarias, imaginarias, para su dislocación.

En 2003, cuando J.M. Coetzee recibió el galardón otorgado por la Academia Sueca, ésta explicó su decisión al describirlo como un escrupuloso escéptico, despiadado en su juicio del cruel racionalismo y la moral cosmética de la civilización occidental. Su honestidad intelectual erosiona las bases del confort y se aleja del drama sensiblero, el remordimiento y la confesión. Incluso cuando sus propias convicciones emergen a la vista, como en su defensa de los derechos de los animales.

Los temas como el racismo y la guerra o las condiciones reales de la vida tras la conclusión del apartheid en Sudáfrica, la desigualdad en Australia, el terrorismo incipiente en la Rusia del siglo XIX o el mundo distópico, presentes en las narraciones del dos veces ganador del Premio Booker pueden ser extendidos a cualquier otro campo social y político de desigualdad, de guerra, de adormecimiento de la conciencia moral por las condiciones de un sistema homogeneizador, paralizante, se lee en Los imaginarios de la resistencia.

El descubrimiento de esta crítica ética y política presente en los textos literarios de Coetzee, dice Lazo Briones, pone en examen el problema de las relaciones entre filosofía y literatura, y “la argumentación sobre el estatus nada ‘pasivo’ o ‘abstracto’ de una y otra frente a las demandas de acción del mundo social y político”.