Paul McCartney en el Azteca: experiencia agridulce
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here will be an answer, México!
(habrá una respuesta), alentó cerca del final, tras tres horas de concierto, el legendario ex Beatle Paul McCartney la noche del sábado 28 ante unas 60 mil personas (de tres generaciones), en el estadio Azteca, al terminar la clásica Let it be (1970), mientras se llevaba la mano al corazón, para luego levantar el puño y gritar: ¡Fuerza México!
, en alusión a los terremotos recién ocurridos. Sin más rollo, pues sir Paul nunca ha sido de discursos, sino de frases concretas e ideas firmes, dejó en claro el cariño que nos tiene: al volver al encore, saldría agitando una enorme bandera mexicana.
En quinta visita, esta actuación fue bella pero agridulce. Por el lado dulce, la maestría de McCartney como músico, no tiene parangón. Compositor de excepción, musicalmente el más avezado de los cuatro Beatles, en vivo se luce ya sea detrás de su emblemático y creativo bajo Hufner, en guitarra eléctrica Gibson Les Paul sicodélica (sobre la cual requintea explosivo), macizo y vasto frente al piano de cola, sutil con la guitarra acústica y el ukulele; raspado de la garganta, pero sin desafinar jamás, aun emitiendo alaridos desgarrados todo el tiempo. Recién reveló (http://rol.st/2gGgQCH) que no toma agua en sus conciertos (salvo fuera del escenario), pues no lo ve profesional; lo aprendió cantando una tras otra en La Caverna. Y en efecto, no toma agua. De ahí que se le oiga seca la voz... pero la elegancia es primero. En directo, es notorio cómo dirige a su banda, y cómo para cada tema hubo una exigencia precisa para cada arreglo y acorde, aunque todo se oiga natural y ligero, aunque haya retos: “Being for the benefit of Mr Kite! es muy complicada, porque el bajo va por un lado y la voz por otro; en vivo es muy difícil de tocar y cantar, pero eso me gusta” (íbid).
Treinta y tres de las 39 canciones que toca en la gira One on One, son de The Beatles, además de temas de Wings y de su trabajo solista, añejo y reciente. Todo fue emotivo, pero oír temas tanto inéditos como poco socorridos, fue una delicia ablandadora de todo corazón beatlémano: A hard day’s night, You won’t see me en acústico, la citada maravilla sicodélica Being for the benefit..., Here today (“dedicada a mi carnal John”, dijo), In spite of all danger (la primera canción que grabamos los Beatles
, indicó), Love me do (dedicada a George Martin), Something (“rola para mi cuate George”), Eleanor Rigby, la fastuosa A day in the life, cuyo final fusiona con Give peace a chance, de John Lennon, o la vaticinada triada Golden Slumbers/Carry that weight/The End, del Abbey Road (1969). Y aunque hubo fuegos pirotécnicos en Live and let die, lo visual no es algo a lo que McCartney dé mucha importancia: videos poco agraciados o simples, que usó en 2010, 2012 y ahora; imágenes elementales (otras, con fotos de los Beatles, ésas sí, muy emotivas). En ese sentido hay algo de conformismo, pero también deja claro que no es un amo de lo visual como Roger Waters sino alguien muy concentrado en lo que mejor sabe: hacer música. Y claro, alguien que sabe ser muy simpático: procuró hablar bastante en español, hizo bromas y ademanes con manos y gestos (la cámara no lo deja un segundo), incitando a la unión y la empatía.
Sin embargo –y es cuando viene lo agrio–, fue injusto que un artista de su categoría y su público, no tuvieran el equipo técnico que se merecen. Muy lamentable, fue lo deficiente del audio. Si uno estaba atrás a nivel cancha, el volumen era muy bajo para un concierto de tal magnitud. En gradas, el audio fue lejano al inicio y luego alto pero saturado. Esta deficiencia derivó en una aparente baja energía a lo largo del concierto. Hubo una desconexión evidente entre artista y audiencia; no se dio un encuentro del todo pleno, aunque cada parte hizo su mejor esfuerzo (los gritos de las gradas apenas y se oían abajo). Es inconcebible que con tanta experiencia, los organizadores cometan estas fallas, finalmente faltas de respeto para con el artista y la audiencia.
Aun así, hubo amor por ambas vías. Ni un mal audio pudo borrar la magia de un artista tan grande como Paul McCartney. Todo el respeto para él. Gran felicidad es seguirle viendo sobre el escenario, incansable, entusiasta, tan lleno de vida a sus 75, rememorando los más gloriosos temas de una banda que jamás morirá (set completo). Conciertos.
Twitter: patipenaloza