n importante estudio científico de reciente publicación mostró que la mayor parte de la comida industrializada derivada de maíz en México está contaminada con transgénicos y glifosato, herbicida que la Organización Mundial de la Salud declaró cancerígeno. El impacto a la salud de la población mexicana es de magnitud, ya que México es el país donde se consume mayor cantidad de maíz por persona en el mundo. Esto se suma a la preocupación por la contaminación transgénica de maíz nativo en el campo, pese a que la siembra de maíz transgénico está suspendida desde hace cuatro años, en respuesta a una demanda colectiva ciudadana.
Los autores del estudio Presencia masiva de transgenes y del herbicida glifosato en alimentos derivados de maíz en México son los investigadores de UNAM y UAM Emmanuel González, Elena Álvarez-Buylla y Alma Piñeyro, junto a otros autores. Es el primer estudio que hace un análisis sistemático de alimentos procesados derivados de maíz y es de gran relevancia por las implicaciones que tiene para la salud de toda la población.
Para el estudio analizaron cientos de muestras de tortillas, harinas, botanas y otros alimentos industrializados que contienen maíz, fundamentalmente del Altiplano central de México, que es dónde vive la mayor parte de los habitantes del país. Es también donde se conectan la redes de producción, importación y distribución industrial. (https://tinyurl.com/yc6k2n4c)
Encontraron que 82 por ciento de los alimentos analizados tenían secuencias de maíz transgénico. En tortillas, este porcentaje subió a 90.4 por ciento. En las que se detectó trazas de transgénicos manipulados para tolerar glifosato, también encontraron residuos de glifosato en una tercera parte.
Por el contrario, en las tortillas y harinas de zonas campesinas no encontraron residuos de agrotóxicos ni transgénicos. Lamentablemente sí detectaron algo de contaminación transgénica en tortillas artesanales de venta directa en mercados, pero el porcentaje fue mucho menor que en industriales, aproximadamente una quinta parte de las muestras analizadas. Probablemente porque en ciertas temporadas, algunos campesinos mezclan su maíz con masa de maíz industrial para elaborar tortillas.
Los resultados adquieren mayor gravedad porque el consumo de maíz en México por persona es mayor que en cualquier otro país. Pese a que la Organización Mundial de la Salud declaró al glifosato como cancerígeno para animales y probable cancerígeno para humanos en 2015, la Cofepris, instancia responsable de autorizar qué alimentos se pueden vender para consumo humano, ha autorizado sin empacho la venta para consumo de maíz transgénico tolerante a glifosato, que deja altos residuos del mismo en alimentos.
Entre los tipos de transgénicos detectados por el estudio, el de mayor frecuencia fue el NK603 (maíz transgénico tolerante a glifosato de Monsanto), con 60.8 por ciento en el total de muestras y 68.9 por ciento en tortillas. Es el mismo tipo de maíz que uso el científico Gilles-Eric Séralini en 2012 en un experimento donde alimentó ratas de laboratorio durante toda la vida de éstas con ese maíz. Las ratas desarrollaron tumores cancerosos, incluso las que fueron alimentadas con maíz transgénico sin glifosato. El estudio de Séralini fue atacado ferozmente por la industria transgénica, incluso presionando a la revista que lo publicó a retractarse, pero fue publicado y validado por otra revista científica independiente de la industria. Otros estudios de Monsanto con las mismas ratas de laboratorio no había dado esos dramáticos resultados, pero Monsanto interrumpió el experimento a los tres meses, cuando los primeros síntomas de enfermedad en el estudio de Séralini comenzaron a los cuatro meses de vida. El único caso comparable al estudio de Séralini –en el que se consume maíz todos los días y durante toda la vida– es la población de México.
Este evento transgénico es además el mismo que las transnacionales quiere sembrar en millones de hectáreas en México, lo cual está detenido desde 2013 por una demanda colectiva ciudadana. Demanda que las propias autoridades mexicanas han tratado de derrotar, junto a las transnacionales. (https://tinyurl.com/ycssuua5)
El estudio pone nuevamente de manifiesto que las autoridades, desde la Cofepris a la comisión de bioseguridad (Cibiogem) y la Sagarpa, están más interesadas en proteger los intereses de las trasnacionales que la salud de la población, la biodiversidad y el maíz nativo, el mayor patrimonio genético alimentario del país.
También que el maíz industrial que se importa –que es principal materia prima de los productos industrializados– es transgénico y está lleno de agrotóxicos, pese a que México no lo necesita y puede producir su propio maíz no transgénico. También que la contaminación podría estar incluso, ilegalmente, en maíces blancos producidos en México.
La estrategia de las transnacionales de contaminar todo para decir que ya no hay nada que hacer y se debe autorizar la siembra transgénica, ha sido una estrategia repetida en muchos países, aquí con activa colaboración de las autoridades.
Pero el estudio muestra también el camino que necesitamos: son las y los campesinos e indígenas los que mantienen el maíz sano, la biodiversidad, la fuente de salud. Por ello, defender esa fuente de diversidad y salud es tarea de todos, por ejemplo estableciendo redes entre campo y ciudad que les permitan seguir con la milpa y a todas y todos poder comer alimentos sanos. La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), en la que los autores del estudio son miembros, ha tomado ya iniciativas en ese sentido. Para conocer más sobre éstas y ver el estudio en totalidad ver: https://www.uccs.mx/agricultura_alimentacion/alisa/
*Investigadora del Grupo ETC