a vida es un camino sin retorno, un río con recodos impredecibles, remolinos, aguas fugaces, pudrideros de fango, un incesante paso de aguas superficiales, transparentes o de profunda oscuridad. Paul Auster sabe que lo inesperado es parte de la vida, se dio cuenta de que a cualquiera le puede pasar cualquier cosa en cualquier momento.
4321 es la hipótesis novelada de esa certeza. Auster nos cuenta la vida del nieto de un inmigrante judío escindida en cuatro. Archi Ferguson vive cuatro vidas paralelas con experiencias y finales por momentos radicalmente distintos y el resultado es fascinante.
Uno de esos personajes escribe tres historias mientras nos cuenta la suya. Escribe tres versiones de sí mismo para escribir un libro sobre cuatro personas idénticas pero diferentes que tuvieran el mismo nombre
.
El Ferguson narrador –y también Paul Auster seguramente– tuvo la insistente impresión
de que por los desvíos y vías paralelas de los caminos que han tomado y no sus personajes ha circulado la misma gente al mismo tiempo, la gente visible y la que está en la sombra, y que el mundo tal cual era nunca podría ser más que una fracción del mundo, porque lo real también consistía en lo que podría haber ocurrido pero no sucedió
...
Hijos de los mismos padres, con el mismo cuerpo e información genética, lo inesperado de la vida los hizo vivir en ciudades diferentes y casas distintas.
El amor del mismo personaje desemboca en puertos notoriamente opuestos a partir de pequeñas desviaciones.
Llama la atención que si Dios no se encontraba en ninguna parte, a decir del narrador, la vida estaba en todas partes y la muerte también. Vivos y muertos estaban unidos.
Y por supuesto la muerte, el hasta aquí, el se acabó, como experiencia extrema alcanzó a cada uno de manera desigual: uno muere durante una tormenta a los 13 años; otro a los 20 pierde la vida en un accidente de tráfico y el tercero murió en un incendio a sus 24 años.
Pero además de los avatares de esas cuatro vidas, 4321 es un mural minucioso de la historia de Estados Unidos.
Las cuatro historias se tejen en el telón de fondo de las migraciones, del racismo que no cesa (no es casualidad dijo Auster en una entrevista que en un país donde existen museos de todo no exista un museo de la esclavitud, práctica que duró más de 300 años); del crimen organizado incrustado en algunos sectores de la política o en los absurdos de una democracia que llevaron a ese país a tener dos políticos de primer nivel sin haber sido elegidos por el pueblo estadunidense: Ford, quien sucede a Nixon después del caso Watergate, nombra a Nelson Rockefeller vicepresidente. El político empresario o empresario político había sido un perdedor electoral en tres ocasiones en su intento por competir por la presidencia. Fue el mismo que impulsó lo que se ha conocido como las Leyes Antidrogas Rockefeller
, las más coercitivas implantadas en 1973 y cuyas ondas expansivas aún nos alcanzan.
Paul Auster descree de los novelistas militantes. De aquellos que pretenden hacer política con sus libros. Para él, escribir novelas es contarnos historias de la gente común.
Y al hacerlo, al acercarse a la vida menuda, nos permite mirar los antros pestilentes el poder, los supremacistas y su incubadora, las secuelas de la guerra, los frutos de la corrupción pero también la fuerza, la esperanza de las vidas anónimas, comunes que hacen lo que tienen que hacer todos los días: trabajar, ir a la escuela, enamorarse, encandilarse con el sexo, soñar y y darse cuenta, como en entre sueños, que la vida es un río con caminos inesperados.