i un documental no perturba, no interpela, no crea conciencia, no sirve para nada”. Esta sentencia de Fernand Melgar, realizador suizo, de origen español, es tan lapidaria y contundente como las imágenes y testimonios que contiene su serie de documentales sobre la situación de trabajadores indocumentados en Europa. El ciclo La voz de los invisibles. El cine de Fernand Melgar, que se proyecta en la Cineteca Nacional, incluye una trilogía (La fortaleza, 2008; Vuelo especial, 2011; El refugio, 2014) donde se exploran las condiciones de presión moral y sicológica, en ocasiones también de abuso físico, que suelen padecer las minorías étnicas que habiendo huido de la persecución en sus países de origen (la mayoría, africanos), solicitan asilo político en Suiza, país que presume de ser ejemplo de convivencia pacífica y democracia directa.
El director conoce la situación de primera mano por ser descendiente de los trabajadores inmigrantes españoles que en los años 50 llegaron numerosos a ese país, por demanda del gobierno helvético que requería de mano de obra barata para labores pesadas en carreteras y para faenas agrícolas. La propaganda local en radio y televisión presentaba en ese momento a Suiza como edén hospitalario para los recién llegados, sólo para confrontarlos después con la exclusión social, las viviendas insalubres y el racismo. En el documental Álbum de familia (1993) el realizador entrevista a sus padres e intercala material de archivo que respalda e ilustra su reminiscencia oral, tomando como punto de partida viejas fotos familiares que, de modo novedoso, cobran nueva vida.
Las dificultades de aclimatación e integración real que contemplan como saldo desolador los padres de Melgar cuando regresan a España al cabo de tres décadas de residencia en Suiza, siguen siendo una experiencia cotidiana para los indocumentados y solicitantes de asilo en el país que es sede de los organismos mundiales de defensa de los derechos humanos. Las legislaciones en materia de inmigración legal se han endurecido en Suiza al ritmo del avance de la derecha política. Los viejos mitos de la hospitalidad y convivencia democrática se han resquebrajado en una ola de xenofobia apenas distinta de la que prevalece en países vecinos como Austria o Hungría. La doble moral impera y el viejo discurso civilizatorio cede el lugar a un clima de temor e incertidumbre ante la llegada de nuevos inmigrantes o perseguidos políticos, vistos ahora como posible amenaza a la estabilidad nacional. Fernand Melgar captura en sus documentales la desesperación y soledad absoluta de las minorías étnicas (refugiados de Siria, Kosovo o de países africanos) que apenas logran calificar para la condición y protección de asilado político. Los rechazados (nueve de cada 10) deben regresar a sus países de origen, en un vuelo normal (si acceden a hacerlo sin protestas) o en uno llamado especial (si se muestran renuentes o recalcitrantes a admitir la sentencia).
El regreso al país, donde prevalece una situación de guerra o un régimen autoritario, se hace sin garantía de seguridad alguna para el rechazado, incluso con la complicidad tácita y efectiva entre las autoridades suizas que devuelven al perseguido y los gobiernos que lo reciben para luego encarcelarlo y eventualmente torturarlo. El proceso completo lo describe Melgar de modo notable. Su estrategia consiste en aprovechar los resquicios que aún permite el juego democrático en Suiza, y penetrar en los centros de detención donde los indocumentados rechazados esperan su nuevo exilio forzoso. Ahí escucha las voces de desasosiego, filma la vida cotidiana de los detenidos y la compleja relación que sostienen entre sí y con sus guardianes, presentados estos últimos como funcionarios disciplinados que cumplen, con un asomo de empatía hacia los condenados, las órdenes que moralmente parecen desaprobar.
Lo que se desprende de los testimonios es la creciente criminalización del perseguido que no consigue justificar la gravedad del acoso que padece, y el gradual desvanecimiento de zonas de protección y asilo efectivo en una Europa cada vez más presa de derivas autoritarias propias, apenas distintas de aquellos países de los que huyen los demandantes de asilo. Los documentales de Fernand Melgar perturban la buena conciencia europea, su liberalismo democrático hasta hace poco todavía orgulloso de sus logros. Si el documental puede ser una herramienta para intranquilizar a las conciencias aletargadas, el propósito se cumple aquí holgadamente. La batalla la libra el cineasta también en otros frentes: en el combate humanista por el derecho a la eutanasia (Exit: el derecho a morir, 2005) o en la defensa de la heterodoxia sexual que encarna un padre de familia travesti (Jaleo, 2002). Documentales perturbadores, hoy indiscutiblemente necesarios.
El refugio y Vuelo especial se exhiben hoy en la sala 9 de la Cineteca Nacional, a las 18:15 y 20 horas, respectivamente.
Twitter: Carlos.Bonfil1